Y continué viéndolo todo bello, a pesar de la sequía, pues los pájaros todavía seguían sobrevolando el espacio aéreo.
Hoy rescato un texto que escribí en el verano de 2015, y publiqué en Salamanca Rtv Al Día. Y lo hago para ilustrar cómo los planes y pensamientos pueden cambiar de la noche a la mañana. En el texto hablo sobre lo agradable que era para nosotros vivir en el salmantino barrio de Tejares, un barrio sencillo, pero lindo, a mis ojos. Y estaba tan contenta ese día, viéndolo todo bello y en armonía. Pues resulta que, al día siguiente de ser publicadas estas líneas que pongo a seguir, el río del que tanto y tan bien comentaba amaneció seco (no es puro cuento), apenas quedaba unos resquicios de agua. Bromeando dije que había sido para contrarrestar todo lo que había escrito, pero en realidad, según las noticias aparecidas en ese momento, todo había sido por ‘causas naturales’. Lo sucedido me llevó a escribir de otra manera, a preocuparme más, y tomar ejemplo de las aves que aun así continuaban su trayectoria, intentando capear las circunstancias nada favorables en ese momento de sequía, pero sustentadas por su Creador, que ni siquiera de ellas se desentiende. Y continué viéndolo todo bello, a pesar de la sequía, pues los pájaros todavía seguían sobrevolando el espacio aéreo sobre el Tormes. Hace poco, después de una larga espera, las aguas volvieron a su cauce, incluso nos han construido un pequeño mirador y se anuncian mejoras en el barrio…
Seguimos disfrutando del verano en mi barrio de Tejares, a orillas del río Tormes. Seguimos prometiéndonos fidelidad en cada estación. Y él lo cumple transformándose y acicalándose para contentarnos. Por momentos parece que estás en medio del trópico verde, exuberante, como si fueran los ríos Tahuamanu, Abuná y Mamoré que surcan Bolivia; o el Tambopata y el Madre de Dios, en Perú; y por otros, la lluvia y la niebla del verano te transportan al norte de Iberia... Un amigo nos contaba antaño que no necesitaba viajar para disfrutar de remotos lugares... Hoy lo comprobamos Alfredo, José A. y yo. A ratos me imagino en medio del río acompañada por todos aquellos que huyen de sus países por motivos económicos, políticos, religiosos (muchos cristianos están siendo asesinados y perseguidos). Te ves en medio del Mediterráneo intentando ponerte en su piel, ser su voz, su palabra. Ya lo dijo Cristo: "En el mundo tendréis aflicción...". Más tarde pareciera que nos encontramos en las fértiles orillas del río Nilo.
Vivir a orillas del Tormes es toda una bendición, ya que estás en la ciudad y al mismo tiempo estás en el campo... y al fondo, para no escatimarte en nada, se ve la dorada piedra de las cúpulas de la catedral, de la Cleresía, de la Purísima. Y das gracias y te acuerdas de un Salmo que dice: "Tú eres el que envía las fuentes por los arroyos; van entre los montes; dan de beber a todas las bestias del campo; mitigan su sed los asnos monteses. A sus orillas habitan las aves de los cielos; cantan entre las ramas. Él riega los montes desde Sus aposentos; del fruto de Sus obras se sacia la tierra. Él hace producir el heno para las bestias, y la hierba para el servicio del hombre, sacando el pan de la tierra [...] Todos ellos esperan en ti, para que les des su comida a su tiempo... A mi Dios cantaré salmos mientras viva".
Doy una vuelta por el río y ya tiene otro paisaje, el de las aves que se dejan acariciar por sus murmullos: patos salvajes, cormoranes... Hacia él llegan sedientos los vencejos, las golondrinas, las palomas, las garzas. No se preocupan por el mañana ni están ansiosos porque su Creador les provee de lo necesario y los viste con bellos ropajes para cada etapa. Hay una garza que no se ha marchado, sigue ahí, bella, blanca, con el cuello erguido, disfrutando de los peces.
Y volvemos a Tejares, con su pequeña plaza, la farmacia, la peluquería de Noelia, Cárnicas Don Daniel; el quiosco Don Miguelón y el de Pablo. El pequeño supermercado Gama (ya no está). Con su iglesia donde anidan las cigüeñas. Sus dos cafeterías: Cuatro hermanas y El Bili donde puedes degustar una chanfaina o tapas típicas. La gasolinera, donde encuentras pan calentito por las mañanas. Tejares con su carretera transitada por los vehículos que se dirigen a Ciudad Rodrigo o a localidades del territorio lusitano. Y más allá la empresa ‘Elim’, de quipos de embalaje, refugio de muchos. Antes de convertirse en un barrio de Salamanca, Tejares era un pueblo más de la provincia, con su Ayuntamiento, sus casitas bajas, de las que quedan algunas para recordarnos épocas cuando se lavaba en el río, como me lo ha contado uno de mis vecinos de barrio con el que nos saludamos en la parada del autobús. Y también había hambre en una época. Queda su molino, que siempre ha estado ahí, desde los tiempos del Lazarillo de Tormes, dicen... Yo me lo creo. Siempre nos ha gustado pasear por ahí, oyendo el sonido del agua al caer, y pisar lo que queda de camino de tierra, imaginándote el dorado de las espigas que otrora ondeaban en los campos.
Pero el tiempo pasa y todo cambia, aunque nos resistamos a ello. Lo importante es que Tejares es un barrio tranquilo y apto para vivir, aunque algunos, que no lo conocen bien, digan que no es un buen barrio. De día y de noche te sientes seguro. Y esto no me lo estoy imaginando.
Hace poco se ha restaurado la Casa de la Cultura, donde se llevan a cabo numerosas actividades en la que participan los vecinos. He tenido la oportunidad de asistir a la representación de una pequeña obra de teatro organizada por gente del barrio con motivo de las fiestas del lugar.
En el barrio también residen inmigrantes como nosotros, oriundos de Bolivia, Colombia, Ecuador... pero que ya sentimos este terruño como nuestro, albergándolo en la mitad de nuestro corazón. Muchos se han marchado debido a la crisis, los despidos, el bajón de la construcción. Otros se quedan esperando mejores tiempos. Mientras, los sabores latinos se mezclan con los charros.
Es increíble, en Tejares hasta te sientes que estás en Mallorca cuando alguna vez entras en el restaurante "Cala Fornells" y degustas alguna tapa mallorquina. Ni siquiera tienes que desplazarte.
No hay que hacer publicidad porque no es necesario, pero diré que mi barrio es tan tranquilo que en las noches puedes oír cómo respiran los mosquitos. No se asusten, quedan pocos. Y por las mañanas, al ver el río y la isla que flota en sus aguas, y las bandadas de pájaros que lo sobrevuelan, buscando su fuente de agua viva, no puedes contenerte y de nuevo das gracias al creador de todo por compensarte regalándote esa vista maravillosa. Y te imaginas que tu piso de 70 metros cuadrados es un palacete, y que la brisa del río es un aire acondicionado natural porque eso no lo tiene cualquiera. Y te sientes privilegiado pues te acuerdas de los que viven en las calles, en los cajeros automáticos, en las pateras, cayucos... Y en las cárceles de Bolivia o Perú, donde hasta residen niños.
Y nos acordamos que hace unos días se celebró el Día mundial contra la Trata. Según la ONU hay 27 millones de esclavos en el mundo, y los niños constituyen la mitad de las personas traficadas. Dan escalofríos con solo leer estos informes. Y te sientes más privilegiado.
Tejares está comunicado por dos líneas de autobuses, la 1 y la 11. Te llevan al centro de la ciudad y también hacia Buenos Aires, un barrio lindo, pero con problemas que requieren una mayor atención por parte de las instituciones. Cerca de él están las piscinas de Tejares.
Y sigo contándoles que Tejares tiene algo especial. Después de 20 (ahora ya son 26) años gozando de su hospitalidad, en este barrio hemos crecido, madurado; aquí nació nuestro hijo. Antes de residir aquí, habíamos vivido en Paseo del Rollo, Canalejas, Iscar Peyra, y en la localidad de Santa Marta de Tormes. Tenemos buenos vecinos, amables y solidarios; algunos participan en la operación de envío de cajitas de regalo para niños del Sáhara y Guinea Ecuatorial en Navidad. En este barrio nos sentimos inspirados para reflexionar y escribir.
El mundo ha venido a Tejares para verlo; escritores y amigos de otras latitudes quedaron extasiados por la belleza de su río.
Jacqueline Alencar. Tejares, agosto de 2015
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