Oremos para que nuestros hermanos en Cristo se puedan sentir parte del Cuerpo, y que Dios les dé sabiduría para actuar.
Seguro que alguna vez te has planteado como sería tu vida si no pudieses ir a tu iglesia: ¿Qué sería de ti si tuvieses que vivir tu fe sin hermanos? ¿Cómo vivirías tu espiritualidad sin el resto de la congregación?
Probablemente, sería muy diferente esa situación a la de ser parte de una iglesia local donde expresar tu fe en el ámbito de la comunidad. Y, con total seguridad, bastante más duro y difícil.
Escribe el salmista, en Salmos 133:1: “¡Mirad cuán bueno y delicioso es habitar los hermanos juntos, en armonía!” Y es que no es simplemente pasar un buen tiempo juntos; es un deseo que ha puesto Dios en el corazón de cada hijo suyo, el de formar parte de una familia en Cristo y tener una comunidad local a la que poder sentirse unido.
Esto es, en definitiva, la vida eclesial. Podemos definir este concepto de vida eclesial como el derecho al ejercicio colectivo por parte de cada cristiano de reunirse libremente para expresar en comunidad su fe, siendo esto una derivación de las libertades de pensamiento y de conciencia.
Dicho de otro modo, cuando hablamos de vida eclesial nos referimos a la unión de unos hermanos en Cristo con otros, no solo para el culto a Dios, sino para la comunión entre sí; la expresión pública de la fe sin tener interferencias indebidas.
La situación que estamos viviendo a causa de la pandemia nos ha ayudado a aprender esto. Aunque hemos visto a nuestros pastores (gracias a Dios por ellos) haciendo grandes esfuerzos por adaptarse a la nueva situación y continuar llevando la Palabra a los miembros de la iglesia, convirtiendo muchos de sus salones en púlpitos desde los que retransmitir los mensajes, hemos echado en falta a muchos de nuestros hermanos.
Quizás hemos mantenido el contacto con ellos a través de otros medios, pero hemos sentido la necesidad del calor humano: el abrazo de un hermano que nos reconforta; las palabras de aquella anciana que nos traen ánimo; o incluso el sonido de niños corriendo hacia la escuela bíblica infantil.
Desgraciadamente, no son pocos los cristianos que no cuentan con este privilegio; o, al menos, no con todas sus implicaciones y beneficios. No te sorprenderá saber esto.
Cada año, cuando elaboramos la Lista Mundial de la Persecución de Puertas Abiertas, nos damos cuenta de algo: la vida eclesial es una de las esferas más atacadas por los enemigos de la Iglesia. ¿A qué se debe?
Quizás a que es uno de los factores más visibles en lo relativo a la fe del creyente. Pero también tiene que ver con que la vida eclesial, y no entendiendo esto solo como el reunirse con otros, tiene que ver con encontrarnos, no solo con el Señor, sino con nuestros hermanos, y sentir que somos parte del Cuerpo de Cristo de una forma concreta; nos ubicamos en un lugar y somos fortalecidos y animados. Y esto es algo que aquellos que aborrecen la fe no desean.
Es por ello por lo que, en muchos lugares, las iglesias experimentan multitud de restricciones, discriminación, acoso y otras formas de persecución que tienen que ver con este derecho, con la libertad de expresar y vivir nuestra fe en comunión con otros en las iglesias, organizaciones e instituciones cristianas.
¿A qué nos estamos refiriendo con esto? Muchas iglesias experimentan los obstáculos para la reunión de los creyentes, para la inscripción de las iglesias; también la vigilancia o el cierre de las iglesias no inscritas, la construcción y renovación de las iglesias, la expropiación y la no devolución, la perturbación o interrupción de los servicios, la prevención de actividades dentro o fuera de las iglesias o entre los jóvenes, la aceptación de los conversos, la vigilancia de la predicación y los materiales publicados.
La elección y la formación de los dirigentes, el acoso a los dirigentes o a sus familias, las Biblias y otros materiales religiosos y su impresión, importación, venta o difusión, así como la confiscación, la difusión y el uso de Internet, la interferencia en las convicciones éticas (en relación con la familia y el matrimonio) y la política de personal de las instituciones cristianas, las organizaciones cristianas de la sociedad civil y las actividades sociales, los trabajadores cristianos extranjeros y la denuncia de la persecución del gobierno.
A muchos creyentes, como los de Uzbekistán, Turkmenistán y Laos, se les niega la libertad de celebrar servicios religiosos en los edificios de las iglesias. Ser detenido por tales actividades es una realidad para los líderes de la iglesia, pastores y trabajadores del ministerio en estos países.
Dos trabajadores cristianos en Laos, por ejemplo, fueron detenidos en una prisión en el distrito noroeste de Xayaboury por supuestamente organizar una "asamblea ilegal". Los dos laosianos fueron al distrito de Xayaboury para celebrar un servicio cristiano para los creyentes de la zona, ya que no había ningún pastor o anciano que se ocupara de la pequeña comunidad de fe.
Consiguieron un permiso para la reunión para 10 personas, pero se presentaron 30, y entre ellas había un policía vestido de civil, algo que provocó la intimidación de los que allí estaban.
Te darás cuenta de algo: en la mayoría de los casos estos ataques no tienen tanto que ver con la eliminación de las iglesias, sino con el intento de adoctrinamiento para convertirlas en instrumentos útiles del régimen de turno.
Y la opresión y hostilidad frontal frente a aquellas iglesias que se niegan a ello. Estas no son situaciones aisladas, ni irrelevantes: cientos de miles de cristianos viven esto.
Situaciones de este tipo ponen delante de nosotros dos perspectivas: la primera tiene que ver con lo que podemos aprender de la Iglesia Perseguida. Valoremos a nuestros pastores; valoremos a nuestros hermanos en la congregación; valoremos a nuestras iglesias, y amémoslas.
En segundo lugar, nosotros podemos ser parte de la ayuda a estos cristianos que viven estas situaciones; posiblemente, en la mayoría de los casos no visitemos estos lugares. Quizás no conozcamos a estos hermanos hasta encontrarles en el hogar celestial, pero hay algo que tiene poder: nuestra oración.
Podemos orar para que cada uno de nuestros hermanos en Cristo puedan encontrar un lugar en el que vivir su fe con otros hermanos, que se puedan sentir parte del Cuerpo de Cristo allá donde estén, y que, en medio de la hostilidad, Dios les dé sabiduría para actuar.
Por eso queremos recordarte que el próximo mes de noviembre celebramos el Día Internacional de Oración por la Iglesia Perseguida. Tú y tu iglesia podéis ser parte de la respuesta con vuestra oración. ¿Qué sería de estos cristianos sin nuestro apoyo?
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