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El trabajo infantil: una infancia perdida

Necesario se hace revisar las distintas causas de este mal que aqueja a los menores.

MUY PERSONAL AUTOR 8/Jacqueline_Alencar 13 DE JUNIO DE 2020 22:30 h
Niños trabajadores en la calle en Quito, Ecuador. / J.Alencar

Este pasado 12 de junio se celebró el Día Internacional contra el trabajo infantil, que nos recuerda ese drama de millones de niños que trabajan bajo regímenes similares a los de la esclavitud que fue abolida hace doscientos años atrás.



Debe ser este un día más en el que podemos ser voz de los que no la tienen, como ya se dijo hace mucho tiempo atrás en ese proverbio contenido en el Libro de los libros: “Abre tu boca, juzga con justicia, y defiende la causa del pobre y del menesteroso”.



Según la OIT, “el Día mundial contra el trabajo infantil de 2020 se centrará en el impacto de la crisis actual en el trabajo infantil. La pandemia de salud de la Covid-19 y el consiguiente impacto económico y de mercado laboral están teniendo una gran repercusión en la vida y los medios de vida de las personas. Lamentablemente, los niños suelen ser los primeros en sufrir. La crisis puede empujar a millones de niños vulnerables al trabajo infantil. Se estima que ya hay 152 millones de niños en situación de trabajo infantil, de los cuales 72 millones realizan trabajos peligrosos. Estos niños ahora tienen un riesgo aún mayor de enfrentar circunstancias todavía más difíciles y de trabajar más horas al día”.



Cada año repetimos cifras, causas, posibles soluciones, etc., que las distintas organizaciones que trabajan por la infancia nos ofrecen, con tanta insistencia para que los gobiernos y la sociedad en general no olvidemos la lucha contra esta lacra. Es de agradecer que se dedique un día a reforzar lo que ya se ha conseguido para eliminar las peores formas de trabajo infantil, especialmente aquellas que atentan contra la vida de los niños y adolescentes. Que se recuerde a los gobiernos su compromiso en esta lucha contra un mal acentuado por la pobreza, los desastres naturales, los conflictos armados, la pandemia del VIH-SIDA, las migraciones, la discriminación, la inestabilidad económica y política, protección social insuficiente, la demanda de mano de obra barata y también ahora por la Covid-19, porque a pesar del compromiso de los gobiernos en luchar para acabar con esta problemática, las cifras, según podemos observar año tras año, no merman, o lo hacen muy poco. Y ante esta nueva crisis mundial que vivimos en la actualidad, las mismas se pueden incrementar debido al aumento de la pobreza, ocasionando un retroceso en los avances en cuanto a protección y defensa de la infancia.



Deseamos ver más luz en esta lucha por un mundo sin trabajo infantil. No obstante, “Niños y adolescentes realizan trabajos peligrosos, no reciben protección de ningún tipo; otros son víctimas de las peores formas de trabajo infantil como la esclavitud, la trata, la servidumbre por deudas y otras formas de trabajo forzoso, reclutamiento forzoso en conflictos armados, prostitución, pornografía y otras actividades ilícitas”, según la OIT.



En un informe de la OIT (2017), “Poner fin al trabajo infantil a más tardar en 2025: un análisis de las políticas y los programas”, que viene a ser una contribución para alcanzar la meta 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), la comunidad internacional declaraba que la existencia del trabajo infantil en el mundo es inaceptable hoy, y que a través de los ODS renovaba su compromiso con la eliminación de todas las formas de trabajo infantil para 2025. Dicho informe sugería que para materializar estos objetivos planteados era necesario “invertir en ampliar la educación gratuita de calidad, expandir las redes de seguridad social, mejorar la gobernanza de los mercados de trabajo y el funcionamiento de las empresas familiares, y fortalecer el diálogo social y las protecciones jurídicas”.



De todo ello se desprende que para eliminar esta problemática es necesario contar con la cooperación internacional, por lo tanto, señalamos que ha sido importante la creación, en 2016, de la Alianza 8.7, que, como señala la OIT, “es una asociación estratégica global comprometida a alcanzar la Meta 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que exhorta al mundo a ‘adoptar medidas inmediatas y eficaces para erradicar el trabajo forzoso, poner fin a las formas modernas de esclavitud y la trata de seres humanos y asegurar la prohibición y eliminación de las peores formas de trabajo infantil, incluidos el reclutamiento y la utilización de niños soldados y, a más tardar en 2025, poner fin al trabajo infantil en todas sus formas’. La Alianza 8.7 aspira alcanzar la Meta 8.7 y apoyar las Metas asociadas 5.2, 16.2, 16.3 y 16.a a través de la coordinación de los esfuerzos nacionales, regionales y mundiales, y centrándose en acelerar los plazos, compartir los conocimientos, impulsar la innovación y movilizar los recursos”.



Resaltamos la importancia de lograr alcanzar esa meta 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que persigue la eliminación de esta problemática que hoy consideramos, y que como ya hemos señalado, requiere de la participación de los Gobiernos, las empresas, los sindicatos, organizaciones no gubernamentales y sociedad en general para implicarse en esta lucha contra la vulneración de los derechos de los niños y adolescentes.



También en este sentido no debemos olvidar un aspecto que ha sido estudiado por parte de algunas organizaciones, las cuales señalan que, “si bien las cadenas de suministro mundiales tienen el potencial de generar crecimiento, empleo, desarrollo de habilidades y transferencia tecnológica, también se han relacionado con violaciones y abusos de los derechos humanos”. Por ello se pergeñó un informe por parte de la OIT, la OCDE, la OIM y UNICEF, bajo la tutela de la Alianza 8.7, que hemos mencionado, como una primera aproximación a sopesar estos abusos. Una primera versión de este informe se presentó en la Reunión de Ministros de Trabajo y Empleo del G20 en Matsuyama, Japón, en septiembre de 2019. Y una versión final se presentó en el Foro de París sobre la Paz en noviembre de 2019. Alcanzar esa meta 8.7 será una ardua tarea que requiere rapidez, compromiso y sacrificio. Las cifras siguen siendo muy elevadas, pero sirvan para animarnos a todos a luchar para que vayan mermando.



Vuelvo a recordar que la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, aprobada en 2015 por 193 países, y que contiene 17 objetivos “que se tienen que alcanzar para todas las personas, haciéndolo de forma sostenible y con equidad”, prevé la completa erradicación del trabajo infantil en 2025 y del trabajo forzoso cinco años después.



Son 152 millones de niños que trabajan en el mundo, de los cuales 64 millones son niñas y 88, niños; es decir, más o menos un niño de cada diez en el mundo entero. Y si se analiza por regiones, nos encontramos que África es la región con más niños trabajadores, 72 millones; le sigue Asia Pacífico, con 62 millones; 11 millones en América; Europa y Asia Central con 6 millones, y, por último, los países árabes con 1 millón.



Al ver estas cifras en toda su magnitud y como seres humanos sensibles, creados para tener dignidad y con un valor inestimable, ¿podemos ser indiferentes ante el clamor de los más vulnerables, más aún, de los niños, aquellos que son nuestra responsabilidad, pues son los que tomarán el relevo en la construcción de un mundo cada vez más desarrollado, más humano, solidario y justo? Conmueve ver a los niños trabajadores de la calle en Perú, con sus cajas con material para lustrar zapatos, o vendiendo cicles a altas horas de la madrugada, o en el aeropuerto de Quito, o limpiando coches en Managua. Reciclando en los basureros o internándose en las minas de Bolivia o Sierra Leona. O confeccionando ropa en la India.



Hoy es un día para reflexionar sobre la situación de estos niños que llevan la carga de tener que trabajar para contribuir a aumentar los ingresos familiares, algunos empezando a trabajar a la edad de cuatro años, dejando de ser niños y no pudiendo ejercer sus derechos a la educación, a la salud, a una buena alimentación, al esparcimiento, a jugar, enriqueciendo todas las áreas de su vida. Solo tenemos que ayudarles a que disfruten de su infancia. Es un asunto que nos debe importar a todos, pues como hemos visto a través de esta actual crisis que estamos experimentando, lo que sucede con un niño va a afectar, en un futuro, a la economía, a la sociedad en general, a la seguridad social, a las pensiones, al consumo, etc. E incluso, según los países, va a engrosar las cifras de migrantes que salen en busca de mejores condiciones de vida.



Necesario se hace revisar las distintas causas de este mal que aqueja a los menores, como lo son la pobreza, la desigual redistribución de las rentas, la discriminación, la no existencia de una ocupación para los adultos, la inestabilidad económica y política, la falta de protección social, entre otras, que ameritan el recordar a los gobiernos sus compromisos en establecer unas políticas públicas que se adapten a las necesidades de los menos favorecidos, en aras de reducir la pobreza y la exclusión social, y por lo tanto, las desigualdades, incidiendo todo ello en alcanzar ese objetivo de erradicar el trabajo infantil. De ahí la importancia, por ejemplo, de ese ‘ingreso mínimo vital’, que beneficiará a unos 830 mil hogares en nuestro país, como elemento relevante en la lucha contra la pobreza estructural generada por la actual crisis, lo cual redundará, como es obvio, en garantizar una vida más digna para los niños de familias afectadas por la pobreza, de modo que no se les condene a la desigualdad y a la exclusión social. Según la encuesta de Condiciones de Vida 2018 (INE), la tasa de riesgo de pobreza infantil está en un 29,5%, con el consabido aumento de la desigualdad. A principios de 2019 desde Save the Children se afirmaba: “Estamos comprometiendo seriamente el desarrollo de estos niños como seres humanos y, al mismo tiempo, negando oportunidades a 2,2 millones de ciudadanos condenados a la dependencia en el futuro”. “La pobreza infantil es una enfermedad crónica instalada en España en manera anómala, con la que nos hemos acostumbrado a convivir”. “Remediar este problema es más barato que costear las consecuencias”. Sólo señalar que en 2015 España fue uno de esos países que se comprometió con los Objetivos de Desarrollo Sostenible con los que se pretende erradicar la pobreza en todas sus formas en el mundo en 2030.



En una Europa que ha sido cuna del cristianismo, no podemos olvidarnos de sus principios y enseñanzas más elementales contenidos en las Escrituras, que son como un recordatorio constante. Y para reforzarlo, Jesús, dice: “Y cualquiera que recibe en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe”.



Muchas gracias a las ONGs, entidades diversas, asociaciones de vecinos, iglesias o personas individuales que colaboran con los gobiernos o realizan las labores que estos descuidan en cualquier parte del orbe. Su labor es muy valiosa. También merecen nuestro aplauso.


 

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COMENTARIOS

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Marcelo
14/06/2020
11:37 h
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Bendiciones, el trabajo infantil en esta epoca se a intensificado por eso se debe seguir trabajando desde el núcleo familiar ya que muchos de los niños, especialmente los de la fotowye de paso le comento que es de la Plaza Grande ubicada en Quito, Ecuador, llevan el sustento a sus padres que en algunos casos son alcohólicos y el dinero familiar se distribuye mas en eso, quedando lo poco que recogen los niños para comida y otros gastos, muchos de ellos también son abusados viven en la calle.
 



 
 
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