Usoz era un liberal que tenía pasión por la tolerancia, la libertad, la cultura. Pero, sobre todo, un cristiano que amaba la libertad.
Hace unos días tuvimos el privilegio de asistir a la entrega del ‘Premio Unamuno, Amigo de los Protestantes’, convocado por Protestante Digital y apoyado por la Fundación RZ para el diálogo entre fe y cultura, que este año ha sido otorgado a José Luis Villacañas, escritor y catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid. Merecido reconocimiento llevado a cabo en un emotivo y entrañable acto. En el excelente discurso que pronunció el premiado (que ha sido publicado en P+D), me llamó la atención, entre otras muchas cosas, que dijo que “sería innumerable la lista de todos los españoles importantes de cada generación amigos de los protestantes. Si este humilde título que hoy nos reúne se diera con carácter retroactivo, muchos merecerían estar hoy con nosotros. No cabrían aquí y tendríamos que recibir a muchos que pasan, y quizá con razón, por buenos católicos. Tendríamos que seguir la pista de los discípulos de Luis Vives que atraviesan el siglo XVI y llegan al XVII y al XVIII. Si llegáramos al siglo XIX, serían legión. Desde Blanco White a Larra, desde Fernando Garrido a Unamuno, no sería posible hacer una historia de la intelectualidad española sin destacar el profundo sentimiento de admiración hacia el protestantismo y los beneficiosos efectos de modernidad que trajo al mundo […]”.
Y entre ellos, mencionó a Luis de Usoz y Río, lo cual me animó a publicar nuevamente un texto que apareció en este mismo medio, donde como una simple entusiasta por la labor de este hermano del XIX, garabateé algunas líneas que hoy se reafirman.
La semana pasada comenté acerca de la colaboración de Luis Usoz y Río con la labor de Borrow, por ello hoy quiero trazar unas pinceladas recordándolo como uno de los que invirtieron tiempo y hacienda en la tarea de divulgar la Palabra, así como rescatar a otros del olvido. No soy especialista en la materia, y, además, tenemos connotadas plumas que ya han versado sobre este tema, así que solo quiero esbozar un sencillo recordatorio, desde el corazón.
Luis de Usoz nació en Chuquisaca, provincia de Charcas (lo que ahora es Bolivia), en el Virreinato de Perú, en 1805. Un hermano suyo, Santiago Usoz, fue catedrático de griego nada menos que en Salamanca. Se dice que su madre fue una mujer letrada que tradujo obras del francés, y que su padre fue Oidor Decano de la Audiencia y Chancillería Real de la Corona de España, lo cual podría dar lugar a una vida cómoda para la familia, sin embargo, con las revueltas independentistas y de la descomposición del régimen borbónico, su padre fue acusado de tendencias indigenistas, siendo desterrado por este motivo. Es así, que la familia deambuló por el Alto Perú durante seis años, hasta que, finalmente, obtienen el permiso para regresar a España. Así relata Usoz estos hechos en una carta dirigida a Benjamin B. Wiffen:
“Yo nací en Charcas o Chuquisaca, antigua Audiencia, cuando los españoles dominaban en la América meridional. Mi padre fue a Charcas de oidor, o magistrado o juez, y hasta el año de 1817-18, desde el año de 1807 que creo fue, estuvo en aquellas partes de América. Fue además Protector de indios, nombrado oficialmente. Era amigo de los jesuitas, es decir de sus doctrinas, porque era muy decidido católico romano, y había estado educándose en el seminario o Colegio de Nobles de Madrid. Nosotros (después de muerta mi madre en América) vinimos a España hacia el año 1819. El año 1820 murió mi padre. Por haberse metido a proteger (quizás con demasiado celo) a los naturales de América, contra la tiranía de los virreyes y demás autoridades militares, sufrió graves peligros y disgustos”.
Muertos los padres, Luis y sus hermanos quedan a cargo de un tío, cuya posición desahogada le permite tener una excelente educación.
Luis estudió Humanidades en la Universidad Central, y Leyes en Alcalá de Henares. Tuvo amplio interés por el estudio de las lenguas; entre otras, estudió el hebreo con el arcediano de Tortosa, Fco. Pascual Orchell y Ferrer, lo cual le permitió regentar la cátedra de esta lengua en la Universidad de Valladolid. En Bolonia afianzó sus conocimientos filológicos, gracias a su contacto con el políglota Giuseppe Mezzofanti (1774-1849). Escritor, lingüista, periodista, escribió en la prensa nacional y también de Valladolid y Sevilla.
En 1836 el escritor e hispanista George Borrow llega a España y conoce a Pascual de Gayangos (1809-1897) en la Biblioteca Nacional, y éste le presenta a Usoz. Ambos estaban convencidos que solo la lectura de la Biblia podría traer una firme libertad a España. Al poco tiempo de llegar Borrow a España, Usoz escribe un artículo decantándose por la libre circulación de las Escrituras y la fundación de una Sociedad Bíblica en España. De gran ayuda fue Usoz para Borrow en esos inicios y después, interesándose también por los estudios sobre el pueblo gitano que realizaba Borrow. Realmente fue una excelente fuente de información para los escritos del agente de la Sociedad Bíblica británica. Tenían una meta común, y eso era suficiente para apoyarse. Ambos deseaban apasionadamente que el Nuevo testamento en castellano se difundiera por la Península. En 1837 se casa con Dª María Sandalia del Acebal y Arratia. La fortuna de su esposa facilitó su vocación de bibliófilo.
Sus deseos de conocer la doctrina cuáquera le llevan a viajar a Londres en 1840, llevando una carta de recomendación de George Borrow para J. Forster, de la Sociedad de Amigos. Resulta que en el momento en que se encuentra en Londres tuvieron lugar, entre otros actos, la sesión ejecutiva del Comité central de la Sociedad Bíblica, la Asamblea Anual de los cuáqueros y la Convención General Antiesclavista. En esta oportunidad también traba amistad con el cuáquero Benjamín B. Wiffen, hermano de Jeremiah Holmes Wiffen, traductor de Garcilaso. Oportunidad para proponer a Wiffen embarcarse en la labor de editar una Colección de Reformistas Antiguos Españoles, con el fin de recuperar obras relevantes de los protestantes y disidentes de la fe católica en España. Era necesario tener colaboradores en el exterior, que rastrearan los libros por todos los rincones de Europa y crear mecanismos extraordinarios para introducirlos en España y también para enviar los recursos necesarios para sufragar los gastos de adquisición. Y no solo va a recuperar libros de doctrina y teología, sino que estará interesado en recuperar las grandes obras denostadas de la literatura hispana; de ahí el gran valor de su colección para la historia. Inicia su Biblioteca de reformadores con el Carrascón, en el que incluye un amplio prólogo que contiene sus opiniones religiosas. El caótico siglo XIX, azotado por la intolerancia, la persecución de ideas, no era atractivo para llevar a cabo una cruzada de esta envergadura; por ello tuvo que realizar un esfuerzo titánico para imprimir libros en la clandestinidad. Sin embargo, Usoz fue muy valiente y comprometido. Gracias a la colaboración de Wiffen y otros, pudo introducir y hacer circular en nuestro país libros prohibidos. Se puede decir que Usoz llevó a cabo una valiosa obra pionera de investigación y de enorme importancia para la cultura española. Hay que reconocer su enorme contribución a completar la historia de España, encontrando esa pieza que contenía todo el pensamiento no incluido en la Historia oficial. Es así que llegó a forjar una considerable colección de más de once mil volúmenes que, a su muerte, fue donada por su viuda a la Biblioteca Nacional de España; de la misma obtuvo provecho Marcelino Menéndez y Pelayo para elaborar su Historia de los heterodoxos españoles. Por ello, dicha colección se consideró como la más importante en lo que se refiere a los heterodoxos y libros prohibidos.
¿Qué sería de los que vamos detrás si algunos no se hubiesen arriesgado?
Podemos decir que Usoz fue un cristiano evangélico muy ligado a los cuáqueros, pero que no estaba afiliado a ninguna denominación. Él pensaba que el cristianismo significaba libertad. Decía: “Consiste el cristianismo no en una religión que ata y fuerza a seguir un sistema especial o que obliga a adoptar este o el otro credo, sino en creer y profesar todas aquellas palabras que tenemos en el Testamento Nuevo, como expresamente pronunciadas por Jesucristo mismo, y en seguir todo aquel conjunto de sus acciones y divina vida que nos dejó por ejemplo”.
Usoz era un liberal que tenía pasión por la tolerancia, la libertad, la cultura. Pero, sobre todo, un cristiano que amaba la libertad. Por ello, dejando todo atrás, iniciará la cruzada para salvar del olvido a aquellos que habían sido condenados por ser reformados. Diría que Usoz fue uno de esos espíritus que se embarcan en la lucha por una causa justa, en este caso por su deseo de regenerar España, ya que se había acercado a ella con espíritu abierto para convivir con la realidad de su tiempo, pero implicándose en la misma con un compromiso social desde una perspectiva cristiana. Haciendo uso del método encarnacional, se ve implicado, a mi modo de ver, en la lucha por la libertad de conciencia y de pensamiento, que propiciaría la libertad política, económica, social, intelectual. Sabemos que se implica también en la cruzada antiesclavista. Un Usoz animado por el espíritu de los reformadores del XVI decide tener por ‘basura’ lo anterior para iniciar una nueva andadura.
Aunque Usoz se paseó por los caminos de nuestro mundo mucho antes que el escocés Juan Mackay, coincidían ambos en tener memoria histórica y un espíritu de humanidad. Mackay diría que “El camino de mañana pasa por el de ayer”, pues, como cuando nos adentramos en el registro bíblico, Dios nos llega a la memoria en una acción retrospectiva. Allí se encuentran las huellas del Todopoderoso; para comprenderlo es necesario volver a andar con Él por las sendas del ayer. Para Mackay la palabra ‘recordar’ es la palabra clave de la religión cristiana; refiriéndose al mandato de Jesús: “Haced esto en memoria de mí”. Siguiendo esa línea de pensamiento similar, Usoz trae a su realidad a los hermanos del siglo XVI, con la intención de reandar sus pasos, todos juntos; rescatando su espiritualidad, de modo que su amada España la percibiera y pudiera aprovecharse de los beneficios que Cristo trae para las vidas que se aferran a él. Y esto traería la libertad.
De forma similar, Mackay, en su actitud, reflejaba una teología de compromiso y de participación; estaba siempre dispuesto a solidarizarse con los sufrientes de su entorno; practicó una Teología de compromiso social que reflejó en la búsqueda de la justicia social, la libertad religiosa, la separación entre iglesia y Estado, lo cual lo llevó a activarse más allá de lo que eran sus actividades pastorales. Se unió a colectivos que defendían los derechos humanos, a los marginados y sufrientes, la democracia... Como dice de él Paul Lehman: "John Mackay canalizó su celo protestante de proclamar el evangelio por el mundo por medio de una profunda pasión por la justicia social y lo hizo sin perder la perspectiva protestante".
En este sentido pienso que Usoz, y todos los que hasta hoy continúan su labor, quieren clamar por mantener esa libertad y esa justicia por la que tanto luchó y padeció Usoz. Que pagó con soledad, marginación, postergación, tardío reconocimiento. Podía haberse quedado cómodamente como espectador, pero vio la desolación de su amada España, la tiranía imperante de ese siglo convulso; vio a sus gentes descuidadas, en la miseria, clamando por los fusilamientos, la violencia, la injusticia social. Sabía que traer a la palestra un tema tabú tendría consecuencias negativas para él, pero decidió invertir para obtener una rentabilidad con eterno peso de gloria, considerando que todo lo que tendría que pasar se tornara una ‘leve tribulación’. Podía haber dedicado su fortuna y su tiempo a otras actividades más rentables y que le proporcionarían fama, pero no, buscó, comentó, reimprimió con integridad los libros prohibidos, sin que apareciera su nombre, pues lo que le interesaba era que pudieran circular para el bien a España. De antemano conocía las consecuencias de salir en defensa de los injustamente condenados por la sinrazón; había visto cómo su padre perdía todos los privilegios allá en el Virreinato del Perú, por el hecho de salir en defensa de los indios.
Usoz y Río no pudo culminar su tarea, pero no ha quedado inconclusa. Tenemos que agradecer y reconocer a los que han continuado con el trabajo iniciado por Usoz, principalmente a Emilio Monjo Bellido y Francisco Ruiz de Pablos, que desde el CIMPE (Centro de Investigación y Memoria del Protestantismo Español) realizan una encomiable labor de investigación, traducción y edición. No olvido los Congresos sobre la Reforma organizados por Monjo Bellido cada año en la Complutense, con la ayuda inestimable del profesor José Luis Villacañas a través del Grupo de Investigación de la Filosofía Española, que se encuentra en la Complutense. Todo realizado de forma altruista.
También recuerdo otros nombres: Gabino Fernández Campos, Manuel de León, Mario Escobar, David Estrada… Gratitudes a la Biblioteca Nacional de España. Y a tantos otros.
Esta cierta libertad religiosa que nos ha permitido salir de la clandestinidad, leer nuestras Biblias libremente, repartir folletos, realizar actividades evangelísticas al aire libre, hablar de nuestra fe en recintos universitarios (sé que falta mucho todavía), etc., tuvo un precio, no es barata, costó sangre muchas veces, cárcel, hoguera, persecución, miedos, tortura, mordazas en el XVI… A Usoz le costó el aislamiento, la omisión de nombre en la historiografía ochocentista española, pero hoy su nombre va resonando por los caminos de España gracias a los Usoz del siglo XX y por qué no, del XXI, que van tras sus pasos.
Costó en el siglo XVI, en el XIX, en el XX también, pues muchos de nuestros hermanos, hoy octogenarios, en su momento tomaron el relevo en esta tarea de alcanzar una libertad responsable, comprometida. Algunos continúan sin jubilarse de sus tareas, otros ya han partido con el Señor. Y están a punto de caer en el olvido como los del siglo XVI. ¿Saben de ellos las generaciones más jóvenes? ¿Qué hay que preservar lo conseguido y usarlo con sabiduría, compromiso y a veces bastante sacrificio?
Si hoy gozamos de cierta libertad, fue a costa de la suya. Es nuestro deber seguir rescatándolos, hombres y mujeres que, desde su fe, una fe resistente, solo querían el bien de su España.
¿Por qué esta mirada retrospectiva, este volver al pasado, si es algo que no está bien visto en esta nuestra época? ¿Quizá porque la realidad de Usoz es también nuestra realidad hoy? O, tal vez, porque nuestro deseo es el de traer el bien a España…
Gracias a todos los que se preocupan y dedican tiempo a esta tarea de mantener viva nuestra historia. “¿Acaso hay mayor inquisición que el olvido?”.
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