Un viaje largo

Un viaje largo... otra vez. Otro año que pasa con sus logros, sus desaciertos. Organizado, desorganizado. Alargado, recortado. Libertario, censurado. Alegre, triste. Amando, desamando. Compartiendo, escondiendo. Escribiendo, borrando. Difundiendo, guardando. Dando la cara, avergonzándose... Eligiendo blanco para luego decir que es negro... Pero Tú el fiel estabas ahí para decir: "Yo soy; el principio y el fin, el que envía, el que da las palabras y guarda del mal; el que santifica en Su verdad; el que hace de todos uno para ser ejemplo, y nada puede ensombrecerme de variación. Mis días no pasan, yo soy el sempiterno. Yo soy tu Hacedor. El único que puedo hermosearte con mi salvación. ¡Regocíjate!". Y eso hacía que nos levantáramos cada mañana para agradecerte por permitirnos ser tus pies y manos para llevar las Buenas Nuevas a toda criatura que se cruzaba en nuestro camino. Ser tú en las calles, en las casas, en los parques... Tus manos repartiendo ternura, Palabra embadurnada con miel o resguardada en un cántaro, verso, imagen. Tus manos para distribuir panes y peces entre los necesitados de pan y de espíritu. Y Tú diciendo esfuérzate y sé valiente como Josué ante el temor de la tierra extraña con sus sorpresas; como Moisés ante un Faraón con poder finito. Y temprano salíamos llevando un mensaje de esperanza. 

El letargo era vencido ante tu estruendo en nuestros oídos. Y de pronto nuestras voces se oían en los recintos públicos alabándote, ¡oh Dios, Grande y Todopoderoso! Recordamos al mundo la llegada del Príncipe de paz que ya fue y ya es otra vez por los siglos de los siglos para quien vaya abriendo la puerta de los corazones palpitantes. Y oímos que los que no hablaban hablaron para anunciar que hay morada eterna para recibirnos en ese segundo encuentro. Y que nunca más cenaremos solos porque Tú eres el que llamas e invitas. El que hace las cosas nuevas, dejando las viejas atrás, y así poder proseguir al blanco, a pesar del desgaste, porque hay un señuelo que huele a eterno peso de gloria.

El viaje ha sido largo; mares rojos han demorado la caminata; hemos atravesado desiertos con escasez de agua, donde sólo las de Mara se nos ofrecían. Pero gracias porque así, sólo así, nuestros ojos veían con claridad ese Elim refrescante. Y dijimos: “Tú eres nuestra esperanza. Y nuestra porción en la tierra de los vivientes. ¿Dejaremos que el azote de los vientos, tribulación o angustia detenga la travesía? Pues va a ser que no. Si Tú eres por nosotros, ¿quién contra nosotros? Lo demostraste bajando en forma del Hijo. Entregándote sin escatimar nada. Un regalo, lo sabemos, pero que no fue barato”.

¿Qué, pues diremos ante esto?: Que en ti hemos confiado. Y así empezamos otro año, tu Año agradable. Iniciamos nuestro ministerio público, otra vez.

"Enséñanos a hacer tu voluntad, porque Tú eres nuestro Dios; Tu buen espíritu nos guíe a tierra de rectitud..." (Salmo 143. 10).