¿Quién lleva la razón? ¿Roma o Wittenberg?
La reforma protestante surgió debido a la doctrina de la justificación. Martín Lutero se dio cuenta de que el pecador es justificado solo por la fe en Cristo, en contraste con la perspectiva católico-romana, la cual convirtió la justificación en un asunto de fe, buenas obras, y sacramentos.
A pesar de que el Vaticano haya pretendido consolidar su enseñanza a lo largo de los últimos cinco siglos en el Concilio de Trento (1545-63), el primer y el segundo Concilio Vaticano (1869-70 y 1962-65, respectivamente) y en la “Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación” entre la Federación Luterana Mundial y la Iglesia Católica Romana en 1999, la enseñanza católica con respecto a la justificación no ha cambiado en lo más mínimo.
Hasta el día de hoy, Roma sigue sosteniendo una visión defectuosa de esta doctrina.
Examinemos diez enseñanzas que el Vaticano continúa promoviendo en el “Catecismo de la Iglesia Católica”, para poner de manifiesto que los protestantes y los católicos no pueden estar de acuerdo respecto a la justificación.
1. “La justificación es la santificación y la renovación del hombre interior”
Artículo 1989. El mayor error que enseña el Catecismo sobre la justificación es la idea de que la justificación tiene que ver con el aspecto interior del hombre, es decir, “la santificación y la renovación”.
La justificación no tiene relación alguna con la vida interior del creyente, sino que se trata de una declaración externa de parte del Altísimo. La justificación es cuando Dios dice al impío: “¡No te declaro culpable sino justo!”.
La justificación siempre surge extra-nos, esto es, ‘fuera de nosotros’ o ‘más allá de nosotros’.
2. “La justificación arranca al hombre del pecado que contradice el amor de Dios”
Artículo 1990. Dado que la justificación es un decreto legal de Dios, de ninguna manera “arranca al hombre del pecado”. En la justificación, el pecador es considerado como justo y libre del castigo del pecado porque Dios le ve vestido de la perfecta justicia del Hijo.
Los pecadores no llegan a ser intrínsecamente justos por medio de la justificación, simplemente son contados como justos por causa de Cristo.
Esta interpretación errónea implica que el hombre se tiene que justificar a sí mismo mediante sus buenas obras, amor, y mérito humano.
Tal mensaje no es el evangelio del Nuevo Testamento, ya que esclaviza al hombre. Es más bien una maldición que una bendición.
3. “La justificación purifica el corazón del pecado”
Artículo 1990. Puesto que la justificación es una declaración forense externa anunciada por el mismísimo Dios, no puede “purificar el corazón del pecado”.
Esta forma de ver las cosas confunde lo que sucede ‘fuera’ de nosotros con lo que acontece ‘dentro’. La justificación no es purificación. La purificación pertenece a una categoría que la dogmática protestante designa como ‘santificación’.
La medida de santificación en la vida de un creyente puede aumentar o disminuir, pero no su justificación. O uno es justificado o no lo es.
4. “La justificación libera de la servidumbre del pecado y sana”
Artículo 1990. En un sentido, el Catolicismo tiene razón al estipular que la justificación “libera de la servidumbre del pecado”. Todo depende de cómo se interpreta semejante aseveración.
Por un lado es correcta, porque los justificados por el decreto externo de Dios se encuentran libres de la tiranía de la condenación del pecado.
Por otro lado es incorrecta, porque una vez más Roma interpreta “la servidumbre del pecado” como un asunto que se da en el interior del hombre. Su idea de justificación es que “sana” el corazón.
De nuevo, esto mezcla la justificación con la santificación y lleva a las personas a basar su justificación en sus obras.
5. “La justificación es acogida de la rectitud del amor divino”
Artículo 1991. La justificación no es la “acogida” humana de la rectitud del amor divino, sino la acogida divina del hombre. Dios imputa la perfecta justifica de su Hijo a los impíos y los declara “¡no culpables!”.
Hay que resaltar que la justificación es siempre la obra de Dios, nunca la del hombre. El Catolicismo nunca ha sido capaz de librarse de la creencia antibíblica de que la justificación es un proceso interior que hace que el hombre sea cada vez más justo a través de su acogida del amor divino.
La justificación no es un proceso humano sino un evento concreto que se da una vez y para siempre por decreto divino.
6. “La justificación es concedido por el bautismo”
Artículo 1992. La justificación no es concedida por el bautismo. No se puede conceder la justificación hasta que haya fe en el alma del pecador.
Una persona que ha sido bautizada en agua sin fe en Cristo no ha sido justificada delante de Dios. Una persona que cree en Cristo y no ha sido bautizada todavía es completamente justificada, aunque no haya pasado por las aguas del bautismo.
7. “La justificación nos hace interiormente justos por el poder de su misericordia”
Artículo 1992. Una vez más, la justificación no tiene nada que ver con la vida interior. Es una declaración legal externa pronunciada por el Dios del evangelio.
Aquí se confunden las categorías. La justificación no es santificación, la santificación no es justificación. El creyente no es hecho “interiormente justo” porque la justicia de Cristo no se infunde en él sino que se pone en su cuenta.
El impío es contado y considerado como si fuera justo. Tiene que ver con el estado del hombre delante de Dios, no con su naturaleza interior.
8. “La justificación establece la colaboración entre la gracia de Dios y la libertad del hombre”
Artículo 1993. La justificación no establece ninguna clase de colaboración entre la gracia de Dios y la libertad del hombre; es enteramente la obra de Dios.
Los reformadores predicaron que la justificación es por la sola fe. No es una obra sinergista en la cual cooperan el hombre y Dios. La salvación es únicamente del Señor.
De hecho, es Dios quien obra fe en el corazón del incrédulo para que este pueda ser justificado por el decreto real de Dios.
En palabras del Dr. Gregg Allison, “La salvación entendida como una aventura sinergista, colaborativa entre la gracia y la naturaleza, entre Dios y el ser humano, está mal fundamentada.
Además, si la gracia divina imputa la justicia como un regalo,entonces la misma noción de regalo expulsa cualquier idea de que aquel que recibe el regalo contribuye o colabora con el dador”.
9. “La justificación hace nacer al hombre interior”
Artículo 1995. La justificación no hace nacer al hombre interior. Así se confunde la justificación con la regeneración.
La regeneración –es decir, el nuevo nacimiento— es cuando Dios le concede al hombre un nuevo corazón para que crea el evangelio y se arrepienta del pecado.
Una vez que se coloca fe en la obra impecable de Emanuel, Dios justifica aquél alma libremente por su declaración externa. Sin embargo, habría que recalcar que el que coloca fe en el corazón es el mismo Dios y lo hace por medio de la regeneración.
Como explica Alister McGrath, “La justificación cambia el estado del pecado delante de Dios mientras que la regeneración altera su naturaleza interior”.
10. “La justificación implica la santificación de todo el ser”
Artículo 1995. De nuevo el Catolicismo confunde la justificación con la santificación. Esta confusión es peligrosa, porque significa que la salvación depende de las buenas obras del hombre.
Ahora bien, es cierto que la doctrina de la santificación quiere decir que el hombre puede cooperar con Dios y andar en obediencia delante de Él.
No obstante, la salvación del creyente no se fundamenta en la santificación sino en la justificación. La justificación sucede una vez y para siempre. No puede aumentar ni disminuir.
La santificación, sin embargo, sí puede crecer y decrecer. La justificación no es santificación. Son dos obras distintas y separadas.
La justificación es el decreto legal de Dios. La santificación es nuestro andar en obediencia delante del Señor.
Mutuamente excluyentes
En suma, el error que está omnipresente en la enseñanza de la Iglesia Católica sobre la doctrina de la justificación es que se trata de un proceso interior, en vez de una declaración de parte de Dios.
El Catolicismo mezcla la justificación con la santificación, la regeneración, e incluso el bautismo, negando el mensaje protestante de que el justo es justificado solo por la fe.
Roma cree que la justicia de Cristo nos es infundida, mientras que los protestantes dicen que nos es imputada.
Debido a lo que ya hemos visto, no es teológicamente sensato el intentar sintetizar estas dos posturas. Al hablar de justificación, Católicos y Evangélicos hablamos de dos conceptos totalmente diferentes.
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