Solos no podemos soportarnos unos a otros en amor, un amor como el de Cristo.
Acaba de terminar la Semana Unida de Oración (SUO), dejándonos esa insistencia en mantener esa unidad que pidió Jesús, de forma tan contundente, antes de partir de esta tierra: “que todos sean uno, como tú, Padre, lo eres en mí, y yo en ti; que también ellos sean uno, en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17.21). Se lo pidió a su Padre, diría que casi desesperadamente porque sabía de antemano que no sería fácil. Ya había dicho en otra ocasión que en el mundo tendríamos aflicción, pero he aquí que él había vencido a ese mundo.
Me ha gustado esa insistencia en que la unidad sólo es posible si estamos en Cristo. Si los seguidores suyos tienen la mirada puesta en Él. Que no será posible si desviamos la mirada hacia las corrientes, doctrinas, ideas que puedan aparecer.
Diría que tenemos que tener claras sus directrices; las bases de su misión, que leyó en la sinagoga de Nazaret, al iniciar su ministerio público: “El espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor”.
Destaco como excelente esa insistencia en recalcar que solo hay un Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios… Y que, para hablar de unidad los unos con los otros, antes debe haber esa unidad con Cristo. Porque con un mismo Espíritu nos une a todos. Solo así habrá unidad en la Misión, en la Visión y podremos ser testigos suyos. Es necesario que por la fe habite en nosotros (Efesios 3.17). Solo así se verá que es el centro en todo aquello que pretendemos realizar. Solo así estaremos arraigados y cimentados en amor. Solo así miraremos a los demás con ese amor de Cristo que excede a todo conocimiento, sin hacer distinciones de color, raza, nacionalidad, sexo, ideas políticas, rangos sociales y económicos… Decía en el folleto orientativo Thomas Bucher, secretario de la Alianza Evangélica Europea: “Dejemos que esta semana de oración sea la plataforma para hacer visible la unidad en nuestras comunidades y mostrar al mundo que la diversidad significa enriquecerse como un cuerpo unido en Cristo. Oremos para poder descubrir la gran riqueza de la diversidad en formas que ayudarán a sumar y a construir nuestra unidad como nunca antes”. Retador.
Me ha impactado esa insistencia, en estos días de oración, en mantener la unidad de los cristianos aun teniendo que lidiar con la diversidad, tarea que es sumamente compleja. Solos no podemos. Con nuestras propias fuerzas, no podemos. Por eso quedó un paracleto para hacernos recordar, entender, tomar conciencia. Solos no podemos soportarnos unos a otros en amor, un amor como el de Cristo. Amor que va más allá de “un mero sentimiento egocéntrico que se da condicionalmente”.
Las pautas para esos días descritas en los textos elaborados por la Alianza Evangélica Española, han sido retadoras. Y nos han recordado ocho verdades:
1.- Unidad en amor
2.- Unidad en espíritu
3.- Unidad en la fe (credo)
4.- Unidad en el bautismo
5.- Unidad en un cuerpo
6.- Unidad en la misión
7.- Unidad en la visión
8.- Unidad en Cristo
Interesante fue que sugirieran que se invitara a todas las iglesias evangélicas que quisieran sumarse a este llamado a la oración; ir a diferentes lugares; incluir e incentivar a los jóvenes, en los mismos espacios, para fomentar la unidad intergeneracional; trabajo conjunto entre hombres y mujeres; llamar a nuestros amigos…
Ha sido importante recordar que todos los que hemos sido bautizados en Cristo estamos al mismo nivel, y ya no hay diferencias, ya no hay judío ni griego; esclavo ni libre; varón ni mujer... Aun cuando siguen existiendo diferencias entre personas de distintas culturas, y aun de la misma cultura. Aspecto que medianamente puede resolverse si Cristo mora en nuestras vidas. Y eso se notará, se señaló, en los frutos resultantes de nuestro trabajo en común. Se notará en nuestro carácter, en cómo usamos nuestros dones. En ponernos de acuerdo a la hora de trabajar en la Misión de Dios, donde somos privilegiados por formar parte de ella. ¿Ve el mundo esta unidad?
¿Nos sentimos animados por otros los que hemos aceptado a Jesús como Señor de nuestras vidas? ¿Soy yo tropiezo o ayuda para que los demás afiancen su fe, lean más la palabra, mediten en ella, la ejerciten en sus vidas? ¿Criticamos, confrontamos, pero al mismo tiempo animamos a seguir adelante porque hay esperanza?
Han sido muchos temas que nos dejan para reflexionar y poder actuar desde otra perspectiva.
Como comenta Israel Montes, presidente de la Comisión de Oración de la AEE, “¡qué la unidad prevalezca sobre la diversidad y se haga patente en la Iglesia de Dios en Europa y alrededor de toda la tierra!”.
En Salamanca las iglesias del Paseo de la Estación y de la Calle Volta, albergaron a persona que este año se sumaron a participar en estas jornadas de oración. Y con seguridad otros lo llevaron a cabo en sus casas, o donde les haya sido posible.
Que así sea para cada uno donde ha sido puesto para la extensión de Su reino.
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