Un largo año de valentía y muros para hablar de Ti

Señor: Ha sido un largo viaje; con imprevistos, cambios de última hora, rectificaciones, dudas, incertidumbre, de verlo todo negro muchas veces, de pérdidas, de dolor... Un largo viaje con encuentros y desencuentros, de llegadas y despedidas, de dar y recibir, de perdonar y ser perdonados, de risas y de llantos, de salud y enfermedad, de alegrías y tristezas, de abrazos y rechazos, de acuerdos y desacuerdos, de trabajar y descansar, de gratitudes e ingratitudes, de escribir y borrar, de correr y de nadar a contracorriente, de aclarar y también de no poder aclarar nada, de informar y desinformar, de libertades y censuras... Pero también de sentir tu roce, tu calor, tu misericordia, tu perdón, tus promesas, tu inyección de Amor que nos inundaba para después dejarlo aflorar por los poros de nuestra piel hasta alcanzar al que está próximo a nosotros.

Gracias porque estamos dentro de Tus planes. Porque la luz llegó a nuestros ojos. Por saber para qué nacimos, que no hay casualidades. Gracias por el ancla del alma que le pone pasión para mantenernos firmes y nos acompaña mientras luchamos por salir del salero. Gracias porque llamaste diciendo a dónde ir, dejando señales para no perdernos por los recovecos y los esconderijos preparados por las manos invisibles. Gracias por el pan y el vino que nos sustenta y recuerda, justo cuando empezamos a dormitar pues la espera se alarga y las provisiones empiezan a escasear. Pero gracias porque el recuerdo de tus huellas y el contenido de tu alforja de andariego incansable y fundante, repleta de compasión, de panes y peces que se multiplican no nos dejan desmayar.

Gracias por los cariñosos empujones mientras mantenemos ese ‘rifirrafe’ en el que Tú dices fuera y nosotros, dentro. Y sigues diciendo fuera y nosotros: dentro. Fuera/dentro. Fuera/dentro. Fuera/dentro. Fuera/dentro… y así hasta que nos haces entender tu voluntad pionera.

Gracias por tu paciencia y provisión cuando ¡ay miserable de mí! no veo el gozo que tengo por delante y siento que la cruz pesa demasiado. Me olvido de los débiles y menesterosos. Me siento un gusanito. Y busco esa nube… y no veo nada; solo nubarrones oscuros y estruendosos… Quiero escuchar tu amorosa voz llamándome por mi nombre cual Buen Pastor que pastorea entre los verdes pastos. El que hace que no me aneguen los ríos cuando tenga que cruzarlos, o no me queme cuando pase por el fuego. Quiero escuchar tu voz que dice ‘mi siervo eres tú… ¡no temas! ¡No desmayes! ¡Yo soy el que abre estanques en el desierto… El que hace crecer cedros, arrayanes en la estepa…’. Entonces, así veo la seguridad que solo Tú garantizas… Porque en ningún otro hay seguridad, ¡oh grande y maravillosos Dios de todos los tiempos y creador de todas las cosas!

Entonces, gracias por este país. Por el mundo que clama por voces proféticas que llaman a la justicia y la paz, pidiendo que se besen. Por el reino de los cielos que se extiende para darnos cobijo. Por tu palabra que nos sacude para no volver vacía, en esa desesperación de llenar los huecos sin nada, a causa de tu ausencia.

Sé nuestro Guía para que este Nuevo Año sea un año de comunión, de amistad, de tolerancia, de verdad, de no censuras, de unidad, de cumplir tus propósitos, de saber esperar y renovar fuerzas, de remontar el vuelo, de ser buenos administradores de tu multiforme gracia... Un año de valentía y de fuerza para hablar de ti sin avergonzarnos, de ir hasta el fin de la tierra... De orar y apoyar a los perseguidos. De tener visión y misión. De ser una lámpara que alumbre toda la ciudad. Amén