Un estudio novelado de Mateo 26: 6-13 y Marcos 14: 2-9.
Tendría unos treinta y pocos años. Caminaba rápidamente por esas tortuosas calles, cargando algo envuelto que cualquiera hubiera pensado era un bebé, por el cuidado con que lo llevaba.
El bulto iba cubierto con unas sábanas inmaculadas. En el pueblo muchos la conocían. Era una de esas personas llamadas de “buena familia”. Todavía vivía con un hermano y una hermana.
Al parecer, nunca había aceptado las tantas ofertas de matrimonio. Asidua concurrente a la sinagoga, era una de esas personas que buscan con profundidad el sentido de la vida.
A pesar de su religiosidad, sabía que le faltaba algo, hasta que poco tiempo atrás escuchó hablar a ese hombre llamado Jesús de Nazaret.
Esa tarde se dirigió a esa casa que estaba en el extremo del pueblo de calles polvorientas, techos blancos, paredes altas y ventanas pequeñas casi que tocando la azotea.
Esa vivienda era bien conocida por todos en el barrio. Si las paredes pudieran hablar nos contarían una historia casi inverosímil.
Hacía unos cuantos años vivía allí un buen hombre cuarentón, muy conocido y respetado en el barrio. Pero algo muy serio pasó.
El individuo se enfermó con unas manchas en la piel, y como era la costumbre y obligación en esos casos, fue a ver a un sacerdote en Jerusalén, quien confirmó lo que toda la familia temía: era lepra. La esposa y los hijos se fueron a vivir con unos parientes lejanos en otro pueblo distante.
Simón –que así se llamaba-, tuvo que irse de la ciudad y abandonar también a sus amigos, su casa y su trabajo. tenía ahora que arreglarse como podía; siempre huyendo de la gente y gritando cuando alguien se le acercaba: -¡Soy inmundo, soy inmundo!
Tanto miedo le tenían a esa casa que los vecinos cruzaban para la vereda de enfrente para estar seguros que no se iban a contaminar. Había quien decía que ni los buitres volaban por encima de esa morada.
Pero algo increíble un día sucedió. Se decía que Simón había sido curado por un predicador llamado Jesús de Nazaret.
Fué entonces que volvió a su casa y luego el resto de la familia se le unió. Por supuesto que todo esto sucedió después de cumplido el riguroso procedimiento determinado por la ley de Moisés.
Esto no fue fácil. El primer sacerdote se rehusó darlo por sanado porque a pesar que no había ninguna evidencia de la enfermedad él mismo nunca había viso un leproso curado.
Se lo mandó a que lo viera otro colega más veterano y de mayor experiencia. Este tampoco se animó a dar la aprobación y finalmente se lo pasó al decano de entre ellos, quien concluyó con que Simón estaba efectivamente curado.
Por supuesto que las explicaciones dadas por el otrora enfermo de cómo se dio el milagro resultaban increíbles. Que un desconocido procedente de Galilea pudiera tocarlo y sanarlo completamente era absolutamente imposible de aceptar.
En el barrio todos los vecinos lo siguieron conociendo por Simón el leproso. A él no le importaba, y con una sonrisa grande se remangaba sus ropas y les mostraba brazos y manos sin mancha alguna.
En la casa de Simón, ese día se daba una ocasión muy especial. Nada menos que el hombre considerado por algunos como el Mesías, estaba allí sentado a la mesa, acompañado por sus discípulos y muchos amigos de la casa.
El Maestro estaba hablando y todo el grupo lo escuchaba atentamente. De pronto aparece una mujer que tiene algo cubierto con lienzos bien limpios. Ante el estupor de los concurrentes saca de ese envoltorio un vaso de alabastro, lo rompe y el contenido lo vierte lentamente sobre la cabeza de Jesús de Nazaret.
Este no se resiente. No se enoja. No se altera. No dice todavía nada. Mira a la mujer con un gesto de aprobación y una sonrisa en sus labios. Simón, el dueño de casa, tampoco abre su boca.
La sala y toda la vivienda se ha llenado de un perfume delicado. Es el aroma que algunos conocen: la clase de fragancia que la gente “pudiente” usa para ungir el cuerpo sin vida del ser querido.
Algunos de los concurrentes empiezan a codearse y hacerse señas como que entienden. Comienzan a murmurar. Por fin uno se anima y opina:
-¡Qué lástima! Pensar que lo que costó tanto sacrificio comprarlo tan rápidamente se pierda.
-¡Qué desperdicio! -observa otro- Todo lo que se podría hacer vendiendo este perfume y darlo a los pobres. ¡Con todos los que tenemos en nuestro pueblo!
A todo esto la mujer se ha apartado a uno de los rincones de la sala y su rostro se ha enrojecido. Cruza por su mente la pregunta: -¿Será posible que me haya equivocado?
Cierto que le había costado mucho. Lo había comprado y guardado para el día de su propio entierro. La pobre mujer se encuentra como gato arrinconado por los perros.
Mira a la gente sentada en esa mesa, y quién más, quién menos, parece deplorar su error. El Mesías interrumpe los comentarios y dice:
-¿Por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho.
El rostro de la mujer se ilumina al escuchar estas palabras de gratitud de Jesucristo. Ella es de los pocos que intuyen que muy pronto el Buen Pastor va a dar “su vida por las ovejas” y abandonará este mundo.
Cuando Jesucristo pregunta “¿Por qué la molestáis?”, algunos se disculpan negando tal intención y otros hasta pasan a solidarizarse con ella.
Tras la respuesta del Señor no se requiere de más explicaciones. El rostro de la mujer ahora luce alborozado.
Entonces el Hijo de David agrega:
- Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis podréis hacerles bien, más a mí no siempre me tendréis. Esta ha hecho todo lo que podía, porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura.
Para muchos de ellos estas eran palabras carentes de sentido, pero luego de la crucifixión se acordaron y se dieron cuenta de todo el valor de este episodio.
Él está diciendo que esta mujer se ha anticipado a hacer algo en relación a su próxima muerte. ¿Qué fue lo que le hizo creer a esta mujer que este era el tiempo apropiado para hacer el sacrificio de su perfume tan costoso y tan bien guardado?
Una vez más el Nazareno habla:
-De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta he hecho, para memoria de ella.
La mujer no puede creer lo que acaba de escuchar. Jesucristo ha dicho que esta escena será perpetuada y todo el mundo la conocerá.
Simón se para, se remanga y con una gran sonrisa muestra a todos sus invitados sus brazos completamente limpios y exclama: ¡El Señor hizo un gran milagro en mí. Yo tenía una lepra muy avanzada en todo mi cuerpo y Jesucristo me limpió y sanó!
Lázaro de Betania aquel hombre que se sonreía muy poco le replica :
-¿Qué puede ser la curación de tu lepra al lado de haberme resucitado cuando ya llevaba yo cuatro días de muerto?
LA HISTORIA BÍBLICA Y NOSOTROS
Alguien ha dicho que para Judas Iscariote, el haber derramado un vaso de agua sobre la cabeza del Señor Jesús, ya eso fuera un desperdicio. A veces, aun inconscientemente tratamos de disminuir lo que alguien hace.
Si nos regalan una linda camisa, no faltará quien diga que tal diseño está pasado de moda. Si regalamos algo, alguien dirá que lo hacemos porque nos sobra o con intención de obtener algo a cambio.
Esta mujer tenía un discernimiento espiritual que le permitió presentir que muy pronto el Señor Jesús iba a dejar este mundo. Las palabras del Señor son contundentes: “Esta ha hecho lo que podía”.
La frase “a los pobres siempre los tendréis con vosotros” elimina la teoría que un sistema político va a solucionar en el futuro la problemática de la desigualdad económica.
La frase “cuando queráis les podréis hacer bien ” (Mar.14:7) enfatiza el contraste entre el tiempo en el que Él está presente en forma transitoria y limitada, y el tiempo donde la beneficencia se puede ejercer.
Por siglos los cristianos han fundado hospitales para los enfermos, orfanatorios para los huérfanos, asilos de ancianos para los necesitados. En los países “no cristianos” están instituciones no existieron hasta hace muy recientemente.
Esta mujer había ungido al Mesías con algo que era muy precioso para ella. Si bien este perfume era muy costoso, la mujer tampoco se excedió con ello.
Nada es desmedido cuando se ha captado la excelencia de la persona del Mesías.
Notemos la perfección de la respuesta del Señor a la crítica sobre el "desperdicio". Es una respuesta mesurada; ni débil ni insuficiente sino didáctica y correctiva: "¿Por qué la molestáis?”. Destaca lo positivo de tal acción: "Ella ha hecho lo que podía”.
¡Cuánto podríamos hacer nosotros para la obra de Dios y para la gente a nuestro alrededor si hiciéramos lo que podemos!
Repasemos lo que esta mujer hizo:
- Lo que trajo: Un perfume. En esa sociedad no era algo de todos los días.
- La clase de aroma: nardo. Algo sin duda muy exquisito.
- La "calidad": de alto precio. ¡Qué importante cuando traemos al Señor algo que nos sea de valor y no necesariamente en cuanto a dinero!
Notemos que Mateo nos dice (26:8) que los que se enojaron fueron los discípulos. Juan nos señala a Judas Iscariote como al querelloso (Jn 12:4-6). Probablemente él protestó y los demás concordaron.
Es interesante el anonimato en la narración de los dos primeros evangelios. Ni Judas quejándose, Marta sirviendo, ni María ante el Señor, se les menciona por nombre.
Es posible que los discípulos se pusieron a hacer señas como hacemos nosotros cuando no sabemos el significado de algo.
Parecería que al principio intercambiaron miradas de inteligencia y gesticularon, pero cuando Judas creyó tener suficiente apoyo se envalentonó fingiendo compasión por los pobres.
¡Cuántas veces insinuamos que sería mejor hacerlo de otro modo! Así, asumimos cierta superioridad , como que somos más sagaces o entendidos.
Parecería que ante la crítica María guarda silencio.
¿Se imaginan ustedes si María hubiera hablado cuánto podría decir? Podía haber agregado algo así: -¡Él se lo merece todo! Ha sido el mejor maestro e instructor espiritual que hemos tenido.
Luego, hubiera seguido contando la historia de su hermano muerto y resucitado:
-Mi corazón está desgarrado por el dolor, pues Él nos dijo que muy pronto lo van a matar.
Meditemos en el peso de estas palabras: "dondequiera sea predicado este evangelio"...
¿Qué es lo que tiene de particular este relato para que se conecte la predicación universal del evangelio con la hermana de Marta y Lázaro?
Creo que la respuesta está en la altísima apreciación y estima de esta mujer por la persona del Señor y también su entendimiento en cuanto a su muy próxima muerte como el Cordero de Dios.
María usó de la natural hermosura de sus cabellos para secar los pies del "señalado entre diez mil"(Cant.5:10).
María utilizó algo muy apreciado por ella que era ese unguento de gran precio que probablemente lo tenía guardado para el día de su propia sepultura. Para ella su Señor era digno de todo.
Simón puso su casa a la disposición del Señor. La misma que los vecinos antes evitaban se ha transformado en una casa de perfume exquisito.
La casa abandonada ahora es casa de encuentro y comunión.
La casa temida y esquivada ha cambiado por casa de adoración.
La casa declarada impura el Señor Jesús con su presencia la vuelve tierra santa.
Lo mismo sucede hoy cuando una familia se convierte al Señor.
No fue una casualidad esa visita a Betania seis días antes de la pascua. Todo estaba en el plan perfecto de Dios.
Personas que captaron la excelencia del Señor Jesús:
1) María cuando ungió al Señor.
2) El centurión que dijo "no soy digno que entres bajo mi techo" Mt.8:8
3) Juan el Bautista al confesar: "Yo no soy digno de desatar la correa de su calzado" (Lc 3:16).
4) Pedro al decir: "apártate de mí que soy hombre pecador" (Lc 5:8)
5) José de Arimatea que consideró que el cuerpo del Señor debía estrenar su sepulcro nuevo (Mt.27:60).
6) El centurión al lado de la cruz al glorificar a Dios testificando: “Verdaderamente este hombre era justo" (Lc.23:47).
Hay muchas maneras de dar lo mejor de nosotros al Señor.
Debemos orar y leer las Escrituras en lo posible en una hora del día que no estemos agotados sino con nuestra mente despierta y lúcida.
Nuestra oración debe ser que nuestras vidas sean una demostración viva de nuestra fe, como el Apóstol al exhortar:
"Hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestro cuerpo en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios que es vuestro culto racional (Ro 12:1).
¿Cómo podemos tener una apreciación más alta y real de las excelencias del Señor Jesús?
Leyendo la Palabra y libros que colocan al Señor Jesús en el lugar que le corresponde. Apartando tiempo para meditar en las Escrituras. Escuchando mensajes de enseñanza que son Cristo céntricos.
Aquí tenemos algunos de los muchos versículos que nos hablan de la majestad del Señor Jesús:
- El rey David en el Salmo 110:1: "Jehová dijo a mi Señor, siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies".
- El profeta Daniel 7:13,14: "...he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino”.
- El apóstol Pedro al escribir: “Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado en el cual tengo complacencia”(2Pe.2:17).
El autor del libro de Hebreos al decir "en estos postreros días nos ha habla por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo" (1:2).
El Apóstol Pablo al proclamar: "Y él es antes que todas las cosas y todas las cosas en él subsisten" (Col 1:17).
Juan el teólogo al describir esa maravillosa visión celestial "...millones y millones que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza" (Ap 5:11,12).
LA CASA DE SIMÓN ANTES Y DESPUÉS
La casa de Simón es un buen ejemplo de lo que sucede cuando el Señor Jesucristo entra en nuestras vidas como Salvador y Señor:
Antes
- Era de un leproso
- Era una casa abandonada
- Era una casa con “mal olor”
- Impura por el sacerdote
Después
- Es de uno limpio
- Hay encuentro y comunión
- Huele a perfume exquisito
- Pura con el Sumo Sacerdote
NOTAS TÉCNICAS
En aquella sociedad, cuando el sacerdote hacía el diagnóstico de lepra basándose en las instrucciones dadas en Levítico cap. 13, el enfermo era entonces declarado como "inmundo" o impuro. Sin duda que había casos que eran diagnosticados equivocadamente como lepra.
El leproso debía embozarse con un barbijo y gritar con voz fuerte “¡Inmundo, inmundo!”. Tenía que vivir solo, fuera del campamento (Lev. 13:46).
La mayoría de los sacerdotes nunca habría visto un caso de curación espontánea de lepra.
Algunas aparentes curaciones serían otras enfermedades pero no lepra. Sin duda que en todos los casos de curación de lepra que hizo el Señor Jesús el diagnóstico había sido correcto y muchos serían casos avanzados con deformidades significativas.
El episodio que se describe en Lucas 7:37-50 se asemeja al que hemos estudiado, pero la protagonista en vez de ser una mujer espiritual había sido pecadora, y unge sus pies y no su cabeza como en el otro caso.
Un buen argumento en cuanto a la posibilidad que fuesen dos las ocasiones en que se hiciera el derramamiento del perfume de gran precio, estaría en la “dificultad de creer que María de Betania fuese una pecadora, lo que sería casi increíble” (Plummer).
EL LIDER QUE HAY EN CADA UNO
Los expertos en griego dicen que la expresión “se enojaron” significa "mostrar un desagrado violento". Esto implicaría una actitud incorrecta luego de haber disfrutado de la generosidad de la comida.
Aún en nuestra sociedad actual sería descortés si estando invitado en la casa de un amigo, hiciera una crítica dura y violenta a uno de los concurrentes.
Simón, el ex leproso, muestra su liderazgo en primer lugar, en haber invitado a Jesucristo a quién él le está agradecido y tener un grupo de visitantes que lo aprecian lo suficiente para concurrir a la invitación.
Pero es de destacar esa aptitud de Simón, que pareciendo pasiva al no discutir si esta mujer está o no equivocada, prefiere guardar silencio.
Es probable que él sabe que Jesús de Nazaret contestará y no duda que su réplica será irrefutable.
TEMAS PARA DESARROLLAR EN GRUPOS DE ESTUDIO
1- ¿Cómo puedo darle lo mejor al Maestro?
2- ¿Qué significa que el Señor es digno de nuestra adoración y servicio?
3- El peligro de las sugerencias negativas.
4- ¿Por qué el Señor Jesús aceptó el perfume de alto precio?
5- ¿Qué significa que el Señor es digno de nuestra adoración y servicio?
Algunos ejemplos de personas a las que el Señor Jesús elogió:
1) La mujer que lo ungió con perfume (Mt 26:10)
2) Pedro al decir: "Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente" (Mt 16:16)
3) El siervo de la parábola "bien hecho siervo fiel" (Mat.25:21)
4) El centurión: "ni aún en Israel he hallado tanta fe" (Mat.8:10)
Tomado del libro en vías de publicación: Probados y Transformados del mismo autor (2018)
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