Cuando ves a demonios por todos lados.
En la iglesia contemporánea, existen dos tendencias con respecto a Satanás, el rey de las tinieblas.
Por un lado, están los saduceos, los teólogos liberales. No creen en la existencia literal del diablo. Dicen que el nombre ‘Satanás’ es un símbolo. Representa la maldad que hay en el mundo y en nosotros.
En realidad, los liberales opinan lo mismo sobre todos los asuntos sobrenaturales mencionados en la Biblia, por ejemplo, el nacimiento virginal de Cristo es un símbolo, sus milagros son símbolos, su resurrección y ascensión también.
Jesús, sin embargo, dijo, “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lucas 10:18). No estaba hablando en términos impersonales ni simbólicos sino en plan literal y personal.
Por el otro lado están los que sufren una enfermedad espiritual llamada el síndrome de omnisatanismo, es decir, ven a Satanás y a los demonios por todos lados. Cada vez que alguien estornuda, allí está el diablo.
Cada vez que aparece una sombra en la pared por la noche, hay que levantarse y ungir el cuarto con aceite de oliva.
Tristemente, tales creyentes dedican más atención al asunto de Satanás que al tema del Señor Jesucristo. Es una falsa espiritualidad que no descansa en la buena noticia del evangelio.
Sin querer entrar en demasiados detalles, he vivido de cerca este síndrome. He conocido a bastantes personas que, según me cuentan, ven al diablo cada dos por tres. Sin embargo, después de orar y reflexionar mucho al respecto, he llegado a las siguientes tres observaciones.
1.- La Biblia no da centralidad al diablo
La Biblia no da centralidad al diablo. Se habla muy poco sobre Satanás en las Escrituras. Si nos fijamos en la vida de Cristo, nuestro Señor se encontró con el diablo en momentos muy concretos de su vida y ministerio.
Y no nos enseñó prácticamente nada sobre los demonios. Cuando se manifestaba alguna presencia demoníaca, reprendió a los demonios con una palabra y punto. No montó ningún espectáculo para llamar la atención.
2.- Los omnisatanistas se glorían en su estado espiritual elevado
Por alguna razón extraña, la gente que ve al diablo por todos lados casi siempre tiene ganas de ir contando sus visiones a todo el mundo. La gente común y corriente se queda fascinada.
Algunos de los más exitosos de los omnisatanistas consiguen dar conferencias y publicar libros al respecto. Todos los testimonios se centran en lo mismo: ruidos extraños, sombras por la noche, piel de gallina, escalofríos.
Por cierto, es imposible que los que pertenecen a esta corriente te cuenten algo sobre Satanás sin mencionar el color negro.
La Escritura, sin embargo, nos dice que Satanás “se disfraza como ángel de luz” (2 Corintios 11:14). A lo mejor tendrían que pasar más tiempo metidos en la Palabra y menos tiempo viendo películas como El Sexto Sentido.
3.- Los efectos del omnisatanismo son nocivos
El fruto que produce el omnisatanismo deja mucho que desear.
Me acuerdo de una pareja que conocí hace más de diez años que tenía una libreta publicada por su iglesia local en la cual aparecían los nombres de los tres mil demonios más peligrosos en Latinoamérica.
La lista, además de dar sus nombres, explicaba en qué zonas geográficas se movían; con qué enfermedades y gestos corporales se asociaban; y luego daba algunas instrucciones en cuanto a cómo echarlos fuera.
En el día a día, aquellos hermanos no vivían en el gozo del Señor, sino totalmente esclavizados por un miedo paralizante. Vivían sumergidos en el temor al dios de este siglo.
Y cuando se dirigían a Dios en oración, casi siempre clamaban para que el Señor los librase del maligno, dedicando una buena parte del tiempo de la oración a dirigirse al diablo con palabras de reprensión.
Soltaban frases tales como: “Te atamos, Satanás; te reprendemos, Lucifer; declaramos tu derrota, Beelzebú”.
¿Cómo pueden semejantes oraciones glorificar a Dios?
4.- Conclusión
Como creyentes bíblicos, sabemos que la demonología es una cuestión importante porque sale nombrada en las Escrituras; pero hay que manejar el asunto con madurez y sobriedad.
Y sobre todo, hace falta estar convencidos de que nuestro Dios es infinitamente mayor que el poder combinado de todos los demonios.
Cristo es más poderoso que Satanás.
Cristo es más poderoso que una legión de demonios.
Hace falta, pues, menos omnisatanismo y más omnijesucristismo…
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