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Maná para el peregrino XXI
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La explotación infantil: la eterna protagonista

¿Cómo van a preparar a la siguiente generación si ellos no han tenido esa oportunidad? Los niños no son futuro, son presente.

MUY PERSONAL AUTOR Jacqueline Alencar 09 DE JUNIO DE 2018 11:00 h
Un niño trabajando en Bolivia (2011). / Jacqueline Alencar

"Dejad que los niños se acerquen a mí…". Eso lo dijo Jesús. Y lo dijo sin ambigüedades, sin metáforas… Son los mimados de Dios; privilegiados que atraen todos sus cuidados. Él mismo eligió venir al mundo siendo un niño. Y dice que Dios quiso mostrar la grandeza a través de lo pequeño, poniéndolo todo al revés de lo que nosotros pensamos y creemos. Jesús tuvo que empadronarse como cualquier ciudadano de a pie; de niño pasó a ser un adolescente que se perdió, pero que fue encontrado por sus padres que lo buscaban como locos. ¿Te parece cercana esa historia? Huyó a Egipto como tantos que huyen de los conflictos y persecuciones de toda índole. Significa que él se hizo como uno de nosotros. Se hizo pequeño para dar ejemplo. “El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió”. Es como si dijera que el que recibe, ama, acoge, educa, enseña, escucha, consuela, da de comer, discipula, busca a uno de ellos… por Él lo hace



Nos gustaría leer informes donde se diga que estos niños solo tienen que estudiar, jugar, relacionarse, prepararse para ser hombres y mujeres de bien; no obstante, nos encontramos que su juego es hacer de adultos y ser explotados para ganarse un miserable pan de cada día. Diariamente se habla de lucha contra las desigualdades, la violencia, la explotación laboral, etc., pero ellos son los eternos olvidados en nuestras reivindicaciones y en los programas electorales de todo el mundo. Como también lo son en las grandes manifestaciones en defensa de la vida, la dignidad, los derechos humanos.



En tal sentido, hoy continuamos hablando de pobreza y de explotación infantil. Por ello la OIT propuso en el año 2002, un día contra el trabajo infantil, “para concienciar acerca de la magnitud de este problema y aunar esfuerzos para erradicar esta realidad. El 12 de junio de cada año tenemos la oportunidad de fomentar y coordinar las iniciativas de los gobiernos, las patronales y sindicatos, la sociedad civil, los medios de comunicación y muchos otros actores locales, como escuelas y ayuntamientos, en la lucha contra el trabajo infantil”.



Dice la OIT: “En este Día mundial exhortamos a la ratificación universal de los Convenios de la OIT sobre el trabajo infantil (así como del resto de los Convenios fundamentales de la OIT). -La adopción de políticas y programas nacionales que garanticen un progreso efectivo en la lucha contra el trabajo infantil. -La puesta en marcha de iniciativas para ampliar el movimiento mundial contra el trabajo infantil”.



 



Un niño trabajando en Bolivia (2007). / J. Alencar



Por ejemplo, según UNICEF: “El trabajo infantil prohibido en el derecho internacional queda comprendido en tres categorías, a saber:





  1. Las formas incuestionablemente peores de trabajo infantil, que internacionalmente se definen como esclavitud, trata de personas, servidumbre por deudas y otras formas de trabajo forzoso, reclutamiento forzoso de niños para utilizarlos en conflictos armados, prostitución y pornografía, y otras actividades ilícitas.




  2. Un trabajo realizado por un niño que no alcanza la edad mínima especificada para ese tipo de trabajo (según determine la legislación nacional, de acuerdo con normas internacionalmente aceptadas), y que, por consiguiente, impida probablemente la educación y el pleno desarrollo del niño.




  3. Un trabajo que ponga en peligro el bienestar físico, mental o moral del niño, ya sea por su propia naturaleza o por las condiciones en que se realiza, y que se denomina ‘trabajo peligroso”.





Cuando en 1919 se fundó la OIT, abolir el trabajo infantil era una de sus prioridades, y el medio fundamental para alcanzar este fin ha sido “la adopción y la supervisión de los estándares laborales en los que se aborda el concepto de edad mínima de admisión al empleo o al trabajo”. Y añade UNICEF: “desde 1919, el principio de que las normas relativas a la edad mínima deberían ir asociadas a la escolarización ha formado parte de la tradición normativa de la OIT en esa esfera. En el Convenio núm. 138 se establece que la edad mínima de admisión al empleo no deberá ser inferior a la edad en que cesa la obligación escolar. La adopción por la OIT diez años después del Convenio núm. 182 consolidó el consenso que existía a escala mundial en torno a la eliminación del trabajo infantil. Este instrumento estableció los objetivos más concretos que tanto se necesitaban, sin abandonar el objetivo general expresado en el Convenio núm. 138 de la abolición efectiva del trabajo infantil. (…)”.



 



Niños trabajadores de la calle en Ecuador (2011). / J.Alencar



No olvidamos que la labor de organizaciones que luchan contra esta lacra contribuye a mermar, aunque sea lentamente, el número de niños trabajadores, pero aun en este siglo XXI continuamos señalando asombrados que unos 168 millones de niños son víctimas de la explotación laboral; por lo tanto, abandonan sus actividades escolares, no reciben atención sanitaria ni una alimentación adecuada. No juegan, carecen de todo tipo de afectos, no son niños. Según informes serios como los de UNICEF, afirman que más de la mitad de esa cifra mencionada “están expuestos a las peores formas de trabajo infantil como trabajo en ambientes peligrosos, esclavitud, y otras formas de trabajo forzoso, actividades ilícitas incluyendo el tráfico de drogas y prostitución, así como su participación involuntaria en los conflictos armados”.



Estos niños, víctimas de la explotación laboral, también están sujetos a todo tipo de maltrato y vejaciones, además, sometidos a trabajos considerados de alto riesgo; en muchos casos llevando una doble carga: la de estudiar y trabajar al mismo tiempo. Igual de extrema es la explotación infantil en los países que viven azotados por los desastres naturales y los conflictos. Se dice que unos doscientos millones de personas se encuentran en países afectados por los desastres naturales, lo cual implica hambre y vulnerabilidad. Los niños constituyen un tercio de este contingente; además, gran parte de los 168 millones de los que son víctimas del trabajo infantil se encuentran en esas zonas, siendo ‘carne de cañón’ para la trata y el trabajo infantil.



En el año 2011, pude conocer de cerca a algunos adolescentes que trabajan en la calle en Huaraz, Perú, país en el que aproximadamente unos tres millones de niños y adolescentes trabajan. Y también fui testigo de los esfuerzos que hacen las organizaciones no gubernamentales para ayudar a este colectivo, como el que realiza la ONG cristiana Turmanyé, apoyada desde España por Alianza Solidaria. No obstante, queda mucho por hacer; por eso os animamos a que juntos continuemos colaborando con nuestros pequeños granitos de arena. Desde Salamanca, las mujeres de la iglesia evangélica del Pº de la Estación cada año organizan un mercadillo solidario destinado a apoyarles; constituyen una de las tantas agrupaciones que se solidarizan con los más necesitados de todos los puntos del orbe. Y que animan a otros a subirse a este carro de la solidaridad.



Pues bien, toda esta información y mucha más que, desde los distintos organismos internacionales abocados a la infancia se nos presenta, debería servir para justificar la continuación de una lucha que no tiene visos de agotarse. Contamos con normas, objetivos, políticas, proyectos destinados a minimizar la incidencia de la conculcación de los más elementales derechos de los niños. Incluso en los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que han sustituido a los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), la Meta 7 tiene como fin: asegurar la prohibición y eliminación de las peores formas de trabajo infantil, incluidos el reclutamiento y la utilización de niños soldados, y, a más tardar, en 2025, poner fin al trabajo infantil en todas sus formas”.



Muchas buenas intenciones que esperamos se concreticen de forma más acelerada. Continuamos insistiendo en que el trabajo infantil viola el derecho internacional y todas las leyes nacionales, pero aun así no se nota un compromiso pleno a nivel mundial, ni nacional.



¿Y a nivel de países? Hoy me hago esta pregunta mientras leo un artículo en el diario El País (4 de junio de 2018), escrito por Gustavo Suárez Pertierra, presidente de UNICEF Comité Español, quien aborda el tema de esa decisión del nuevo Gobierno de crear un Alto Comisionado de Lucha contra la Pobreza Infantil, dependiente de la misma Presidencia. Y hace referencia a los beneficiarios de esas medidas, en caso de que se materialicen, que son los niños, ese 18 % de la población del país, casi un tercio de ésta. “Los mismos que en el reciente V Encuentro Estatal de Consejos de Participación Infantil han emplazado a los políticos a intentar vivir con un sueldo de 900 euros al mes”, añade.



 



Niños trabajadores en Bolivia (2011). / J.Alencar



Comenta que “la pobreza infantil afecta directamente a los derechos de los niños, pone en peligro el bienestar de todo el hogar, quebranta la igualdad de oportunidades y arriesga el desarrollo social y económico de toda una sociedad. España es el tercer país de la Unión Europea en tasa de riesgo de pobreza, un 29,7% de sus niños se encuentran en esta situación, casi dos millones y medio. También es el tercer país que menos gasto público dedica a la protección social de familias e infancia en porcentaje del PIB (un 0,7% respecto a la media de un 1,7%, según la UE)”. Y que ambas cifras están estrechamente relacionadas: los países que invierten poco suelen reducir poco la pobreza infantil.



Se señala, además, que no se trata solo de mirar hacia el empleo, sino también de introducir políticas sociales y educativas con miras hacia el presente y el futuro. Y que hay que invertir, pero se debe hacer donde es más prioritario, pues la desigualdad entre los propios niños es mayor que la desigualdad entre los adultos. Y que no se puede dejar a un tercio de los hogares que acogen a los más jóvenes sin el apoyo necesario. Pregunto: ¿queremos que los niños de este país engrosen esa cifra de 168 millones que, actualmente, trabajan en el mundo?



Como hemos podido percibir, los que trabajan a favor de la infancia ven un atisbo de luz en estas promesas. Los demás también, porque queremos creer a pesar de haber visto desvanecerse tantos sueños en el pasado… Sin embargo, necesitamos ver desde ya algún indicio de que estamos ante una gran verdad que se va a ir revelando en plazos que no se alargan en el tiempo, ya que el rubro de los niños siempre tiende a relegarse, pues no votan ni salen a las calles. Es un asunto humanitario; se trata de personas, no de objetos.



Los niños de todo el mundo claman por techo, comida, salud, agua; por tener acceso a una educación y a poder prepararse para acceder a trabajos que le aseguren una vida digna. Porque ellos son los futuros adultos que continuarán con la comisión de construir un mundo cada vez mejor. ¿Cómo van a preparar a la siguiente generación si ellos no han tenido esa oportunidad? Los niños no son futuro, son presente.



Gobiernos, patronales y sindicatos, sociedad civil, medios de comunicación, escuelas, ayuntamientos, uníos a la lucha contra el trabajo infantil.



Que Dios guíe todos estos planes. No es tarea fácil.


 

 


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COMENTARIOS

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Respondiendo a

Mindundy
12/06/2018
12:57 h
1
 
Si los millones de cristianos que se movilizan por los no-nacidos mostrasen el mismo activismo por los ya nacidos Latinoamérica sería otra cosa. Mejor.
 



 
 
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