Una introducción al pensamiento del filósofo reformado.
El aclamado filósofo protestante Cornelius Van Til murió el 17 de abril 1987.
Lamentablemente, más de treinta años después de su muerte, no existe nada de Van Til publicado en castellano. Su nombre es prácticamente desconocido entre los evangélicos españoles.
Según el teólogo sistemático presbiteriano John Frame (1939-), Van Til “es el pensador cristiano más importante desde los días de Calvino” y su influencia en la apologética es comparable al impacto de Kant en la filosofía no cristiana.
Hoy, en honor a su legado, me gustaría resumir los grandes ejes de la teología del pensador reformado.
LA TEOLOGÍA DE VAN TIL
Podemos dividir el pensamiento del holandés en siete bloques.
1.- La Biblia
Van Til rehusó aceptar la división neo-kantiana entre historie (historia literal) y geschichte (la existencial) propagada por los discípulos de Adolfo von Harnack (1851-1930) y Wilhelm Hermann (1846-1922).
El holandés, como protestante histórico, se aferró a la inspiración plenaria del texto bíblico, convencido de que la Biblia se trata de la palabra escrita de Dios. Estaba tan firmemente anclado en esta creencia que se dio de baja como profesor de Princeton Seminary y se fue al recién fundado Westminster Theological Seminary con J. Gresham Machen (1881-1937).
De acuerdo con la tradición reformada, Van Til reconoció que nadie puede reconocer la autoridad divina de las Sagradas Escrituras a no ser que el Espíritu Santo le regenere.
2.- Dios
El Dios de Van Til es el Dios trino revelado en las Escrituras. “La Trinidad, escribió nuestro autor citando a Herman Bavinck (1854-1921), es el corazón del cristianismo”.
Dada la naturaleza trinitaria de Dios, Él es necesariamente un ser personal. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres personas divinas; no fuerzas abstractas e impersonales.
Este Dios personal posee atributos incomunicables (aseidad, inmutabilidad, infinitud, unidad) y comunicables (espiritualidad, invisibilidad, omnisciencia). Donde los incomunicables nos hablan de su trascendencia, los comunicables tienen que ver con su inmanencia.
Por lo tanto, los cristianos no son ni deístas ni panteístas. Gracias a su inmanencia, Dios puede relacionarse con su creación.
3.- El ser humano
Al ser creado a “imagen y semejanza de Dios”, el ser humano es personal y, en Adán, tenía conocimiento y santidad verdadera. No obstante, el primer hombre no compartió ninguno de los atributos incomunicables de Dios. Hubo y sigue habiendo una distinción cualitativa entre el Creador y su creación.
Dios entregó al varón tres oficios concretos: “Como profeta, el hombre tenía que interpretar este mundo. Como sacerdote, tenía que dedicar este mundo a Dios. Como rey, tenía que gobernar sobre el mundo para Dios”.
Tristemente, el hombre pecó contra su bondadoso Hacedor. El hombre, olvidándose de su deber como criatura, desobedeció el santo mandamiento de Dios. Al no querer aceptar la responsabilidad por su pecado, el hombre echó la culpa a sus circunstancias.
En términos filosóficos, confundió la ética (su deber moral) con la metafísica (la realidad que le rodea).
Hasta el día de hoy, todos los no regenerados siguen haciendo exactamente lo mismo, cosiendo para sí mismos hojas de higuera de auto-justica.
4.- Cristo
Cristo, según el Credo de Calcedonia, es la segunda persona de la bendita Trinidad. Sin esta presuposición, nos será imposible entender la persona y la obra del Hijo de Dios.
A diferencia de Adán, Cristo sí gozaba de los atributos incomunicables gracias a su naturaleza divina. Jesús es simultáneamente cien por cien Dios y cien por cien hombre.
Si negamos la divinidad del Hijo, nos hacemos ebionitas y arrianos. Si cuestionamos su humanidad, nos convertimos en docetas y gnósticos.
Cristo desempeño el munus triplex (los tres oficios) en perfecta obediencia al Padre, siendo nuestro profeta, sumo sacerdote y rey. Es por medio del reinado sacerdotal de Cristo en su corazón que el hombre pecador puede llegar a recuperar un conocimiento verdadero de Dios como en los días felices del Edén.
5.- Salvación
No es suficiente con que Cristo haya muerto por nosotros a nivel objetivo. Hace falta que la obra de Cristo sea aplicado al corazón del impío de modo subjetivo.
Van Til emplea el ejemplo de la poción de vida. Una poción milagrosa es inútil al lado de un cadáver. Alguien tiene que aplicar la poción al difunto para que sea eficaz. Ese alguien se llama el Espíritu Santo.
El Espíritu, pues, toma las cosas del Hijo y las revela y las aplica a los suyos. Solamente el Espíritu Santo puede hacer esta obra porque Él, como en el caso del Hijo, forma parte de la Trinidad. Fuera de Dios no hay quien salve.
Ya que la obra de la regeneración (nuevo nacimiento) es labrada en el alma por el Espíritu, la salvación no depende del pecador sino del Todopoderoso. Dios es el que da vida.
Si alguien dijese que Dios solamente salva a aquellos que cooperan con Él, estaríamos volviendo al redil de Roma con su antropología aristotélica-tomista.
De la misma manera que la ortodoxia rechaza cualquier “mezcla” de lo eterno con lo creado en la creación y en la encarnación, así también, una teología auténticamente protestante –mejor dicho, cristiana- se verá obligada a condenar cualquier intento de “fusionar” los elementos divino y humano en la salvación.
Negar que la salvación sea la obra de Dios abre la puerta para la autonomía greco-romana, la raíz de todas las herejías.
6.- Iglesia
Van Til hace hincapié en la necesidad de distinguir cuidadosamente entre lo divino y lo humano en la esfera de la eclesiología también. Define la iglesia en términos de la Confesión de Fe de Westminster (1647):
“La iglesia católica (o universal), que es invisible, se compone del número completo de los elegidos que han sido, son o serán reunidos en uno bajo Cristo, su cabeza; y es la esposa, el cuerpo, la plenitud de Aquel que llena todo en todos” (25.1).
La iglesia, entonces, no es la creación de ningún hombre sino del Dios Altísimo. La elección de Dios es el fundamento de la predicación o la evangelización de la iglesia cristiana puesto que por medio de ellas, Dios alcanza a sus ovejas perdidas.
Si el hombre está muerto en delitos y pecados, nuestra obra misionera no podrá ser eficaz a no ser que el Espíritu de Dios levante a los cadáveres a través de nuestra labor.
7.- Escatología
Van Til cree que la escatología nos enseña una lección apologética axiomática, a saber, que la interpretación precede a los hechos (y no al revés). El cristiano depende enteramente de la promesa de Dios y de su hermenéutica del futuro.
Creer en una deidad que no controla todas las cosas (el futuro incluido) es absurdo.
El dios tomista del catolicismo y el dios kantiano del protestantismo liberal siempre están bajo la amenaza del Todopoderoso Azar ya que existen esferas ‘autónomos’ e ‘independientes’ fuera de su control.
Tal ser, sin embargo, no es el Santo de Israel revelado en las páginas de la Sagrada Escritura.
A modo de aplicación, esto quiere decir que el creyente no puede aceptar la interpretación pagana de la historia o de la naturaleza ofrecida por los filósofos contemporáneos.
La única interpretación válida es aquélla dada por Dios en su palabra escrita. Un discípulo de Cristo, entonces, no es llamado a ser pluralista; sino teocéntrico, cristocéntrico y escrituracéntrico.
No hay tal cosa como una interpretación “neutral” de los hechos de la historia o de la naturaleza. O se interpretan según la revelación de Dios o conforme a la voz de aquél que dijo en el principio, “¿Con que Dios os ha dicho?”
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