Dios estaba orquestando magistralmente los acontecimientos políticos mundiales para lograr sus propósitos.
Corría el año 1274 a. C. Dependiendo de la cronología del Éxodo que utilicemos, los hebreos estaban a punto de salir de Egipto para establecerse en la tierra prometida (fecha tardía) o estaban en medio de la conquista de Canaán (fecha temprana).
Pero, ¿qué estaba sucediendo en el resto del mundo? A veces ahondamos tan profundamente en la narrativa bíblica que perdemos la perspectiva de lo que estaba sucediendo en el mundo.
Esto es algo que nos sigue pasando hoy en día. Nos centramos tanto en los detalles de nuestra propia historia que perdemos la perspectiva de lo que Dios está haciendo en nuestro mundo; de cómo dirige la historia para lograr sus propósitos.
A mediados del siglo XIII a. C., los hititas (en el norte) y los egipcios (en el sur) eran dos de las superpotencias mundiales. Ambos querían tomar el control de la región que hoy conocemos como Palestina y Siria.
La razón era simple: poder expandirse y controlar importantes rutas comerciales. Ramsés II representaba a los egipcios, mientras que los hititas estaban liderados por Mutawalli II. Ambas potencias se enfrentaron en una batalla feroz en Kadesh, una región que limita con lo que hoy es Líbano y Siria.
Fue la mayor batalla que el mundo había visto hasta la fecha. Aproximadamente 50.000 hombres y 6.000 carros se enfrentaron entre sí.
La batalla fue un tira y afloja. Ambos contrincantes intentaron dominar a su oponente, pero ninguno lo consiguió, y la batalla llegó a un punto muerto. En 1259, Ramsés II y Hattusili III firmaron un tratado de paz que acordaba la retirada de las fuerzas hititas y egipcias de la región del Levante. El tratado fue escrito en lenguaje acadio, la lengua franca de la época.
En 1906, Hugo Winckler descubrió la versión hitita del tratado, que está expuesta en el Museo Arqueológico de Estambul. El tratado se encontró en el archivo de la antigua capital hitita, Hattusha.
El tratado de paz de Kadesh es conocido como el tratado de la paz más antiguo de la historia. Debido a su importancia, también se puede ver una réplica del tratado en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.
A continuación se reproduce una traducción de algunas partes de este tratado:
"Se concluye que Ramsés, el Gran Rey, el rey (de la tierra de Egipto) con Hattusili, el Gran Rey, el rey de la tierra de Hatti, su hermano, para la tierra de Egipto y la tierra de Hatti, con el fin de establecer una paz buena y una buena fraternidad para siempre entre ellos (...).
Así habla a Ramsés a Hattusili, hijo de Mursil. Mira, he establecido una buena fraternidad y una paz buena ahora para siempre entre nosotros, con el fin de establecer así para siempre una buena paz y una buena fraternidad entre la tierra de Egipto y la tierra de Hatti (...)".
El Tratado concluye con una serie de cláusulas para exiliados políticos. Los presos hititas que escaparan a Egipto debían ser devueltos a los hititas sin castigo. Asimismo, los presos egipcios que huyeran a tierras hititas deberían ser devueltos a Egipto sin castigo.
Tras la salida de dos superpotencias de la región del Levante, se creó un vacío de poder. Canaán fue abandonada, atrayendo al que quisiera conquistarla. Podemos encontrar numerosas menciones a los “hapiru” en documentos antiguos entre el XIV y el siglo XIII a. C., en la época en la que Egipto estaba en conflicto bélico con los hititas.
La palabra “hapiru” no se relaciona etimológicamente con la palabra “hebreo”. Se utilizaba para referirse a gente desplazada, seminómada deambulante. Personas que habían dejado las ciudades en busca de una vida mejor. Las ciudades-estado cananeas eran prácticamente oligarquías en las que las clases más bajas estaban bajo opresión.
Ante esta situación, muchos eligieron salir y probar suerte en otros lugares. Sin embargo, esta palabra podría haberse utilizado para el pueblo hebreo.
Como aprendemos en las cartas de Amarna del siglo XIV, numerosas ciudades-estado cananeas comenzaron a ser atacadas simultáneamente por un grupo organizado de “hapiru” que comenzaron a conquistarlas una por una.
A pesar de que varios vasallos cananeos escribieron cartas a su soberano, el faraón egipcio, nunca obtuvieron una respuesta.
Egipto atravesaba un período político turbulento, debido tanto a la revolución monoteísta de Akenatón del siglo XIV como a los conflictos posteriores de Ramsés con el imperio hitita en el siglo XIII.
Para mí, el tratado de Kadesh es un símbolo de la soberanía de Dios. Dios estaba orquestando magistralmente los acontecimientos políticos mundiales para lograr sus propósitos. Retiró dos superpotencias mundiales para facilitarle a los hebreos la conquista de Canaán.
Pero, más importante aún, este tratado es un símbolo de la gracia de Dios. Todo esto ocurría en un momento en el que los hebreos pecaban una y otra vez. Dios se mantenía fiel a su promesa del pacto a pesar de las carencias y los pecados de Su pueblo.
Dios no estaba actuando de acuerdo a lo que el pueblo merecía, sino que estaba siendo bueno con ellos a pesar de su falta de fe. En resumen, ver la perspectiva global marca la diferencia.
Marc Madrigal es pastor de la Fundación Iglesia Protestante de Estambul en Turquía.
BIBLIOGRAFÍA
Clyde E. Fant; Mitchell G. Reddish. Lost Treasures of the Bible: Understanding the Bible through Archaeological Artifacts in World Museums (Kindle Location 934-942). Edición Kindle.
Pasinli, Alpay. Museos Arqueológicos de Estambul. A Turizm Yayinlari. Estambul, 2012.
El tratado de paz entre Ramsés II y Hattusili III.
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