La adoración en comunión con nuestros hermanos es algo que produce una alegría indescriptible.
Tenemos motivos suficientes para con la mayor frecuencia posible congregarnos en la casa de Dios para adorarle y compartir con nuestros hermanos las bendiciones que Él nos da. Salmo 133 dice: “Mirad cuán bueno y cuan delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía... Porqué allí envía Jehová bendición y vida eterna”.
La adoración en comunión con nuestros hermanos es algo que produce una alegría indescriptible. ¡Qué grato es encontrarse con los hermanos, un día cualquiera de la semana, especialmente un domingo en la mañana, para alabar a Dios, celebrar su grandeza, darle gracias y compartir su Palabra!
Bien dijo el salmista “Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos” (Salmos 122:1). Encaminar los pasos a la casa de Dios es algo que produce gozo. El escritor del Salmo 84 dice que era mejor para él pasar un día en la casa de Dios, que estar mil fuera de ella. Dijo más: “Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad” (Salmos 84:10).
“¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová”, exclama el alma sedienta que escribió los versos de este Salmo ochenta y cuatro.
Hay creyentes que han perdido la bendición de adorar a Dios en comunión con sus hermanos. Los afanes cotidianos los mantienen apartados de la congregación. Otros han sido arrastrados por el liberalismo y las corrientes individualistas en boga, influenciados por la tendencia de la práctica cristiana como una oferta ligera que entraña pocos compromisos y formalidades. Muchos cristianos hoy viven desvinculados de una congregación específica.
Es una nueva ola de cristianos que frecuentan mucho en los conciertos, eventos muy publicitados, congresos y actividades diversas, pero son inconsistentes en las visitas regulares a su congregación. Son una especie de cristianos flotantes. Asisten a su congregación de acuerdo al programa en oferta y viven su fe sin relaciones cercanas y significativas con sus hermanos. Lo recomendable es estar vinculado lo más estrechamente posible a una congregación local, que es el espacio apropiado para desarrollar compromisos cristianos concretos que dan cuenta de nuestro crecimiento en el Señor.
De alguna manera estos hermanos escurridizos son parte del rebaño, pero no disfrutan del cuidado y mimo que el pastor reparte entre las ovejas que están en su cercanía. Pierden el calor y la protección que se crea en el ambiente colectivo de adoración, a la atención de apoyo solidario que en las diversas situaciones que se nos presentan en la vida estamos llamados a desarrollar desde nuestra congregación. Son la ovejita resentida que sigue al rebaño en la distancia.
La Biblia nos enseña que debemos congregarnos. En la carta a los Hebreos, en el capítulo 10:23-25, se nos dice: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”.
Otros se quedan en su casa y justifican su ausencia por que se sienten integrados a la fe por medio de la radio o la televisión. Algunos más avanzados, ya lo están haciendo a través de Internet. Son los cibercristianos o los cristianos cibernéticos, productos del avance tecnológico sin par que vivimos hoy.
En la actualidad se percibe un aumento de cristianos desubicados, sin referencia y sin compromiso. Esta no es una condición saludable para el creyente que quiere permanecer en la fe. Lo mejor es un vínculo firme y adecuado con una congregación específica. Es bueno estar integrado y en comunión con un grupo de creyentes que nos sirva de referencia, que nos dé apoyo, nos ayude a crecer y nos irradie el calor necesario para que la llama de nuestra fe se mantenga ardiendo.
Las diversas actividades cristianas que se presentan hoy día y los medios de comunicación cristianos constituyen un complemento importante para la vida de los creyentes, pero de ninguna manera pueden sustituir la adoración edificante y el crecimiento firme y saludable que se experimenta en la comunión congregacional con los hermanos y con Dios.
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