Se ama cuando se construye la vida en la solidaridad, el respeto, el servicio, el trabajo, la confianza, la justicia, la sencillez.
Llevo varios meses tratando el tema de “La Reforma”, en clases de Escuela Dominical, en programas de Radio, en mensajes sobre los pilares de la Reforma, y en la preparación de uno especial para emitir radiofónicamente: “la Reforma y la Música”, centré la investigación en la genial figura de Johann Sebastián BACH, el genio del que uno de sus muchos biógrafos, Albert SCHWEITZER, escribió: “para Bach, la música era un servicio divino… su obra, una ofrenda musical sólo para honrar al Altísimo y para instruir con ella al prójimo” y yo, este ‘aprendiz de escribidor’, leyendo y escuchando de su música, ante la estatura de tal genio, me he sentido pigmeo, me he visto trivial, insustancial contemplando su hondura.
Y ha sido trabajando para un monográfico programa musical sobre BACH, que “Desde el Corazón” debo confesar algo nuevo: si mi admiración era grande por su colosal obra, en estos días le he admirado aún más por su mujer, por el maravilloso don de haber sido querido por alguien como Ana Magdalena BACH.
La investigación me llevó a leer un libro verdaderamente bello, no por su calidad literaria, sino por el río de amor que arrastra cada una de sus páginas: La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach, de la que sólo conocía que era la segunda esposa del privilegiado músico.
Es un libro supersencillo. Una mujer hogareña, no excepcionalmente culta, habla con el tono de una niña adorante, del hombre que llenó su vida. Lo hace cuando él ya ha muerto, cuando incluso muchos ya empezaron a olvidarlo, cuando vive en la pobreza porque su marido no pudo ahorrar y le ha sido necesario malvender los pocos recuerdos que de él quedaban. Cuando ya sólo queda el amor o el recuerdo infinitamente dulce de aquel amor.
En un mundo de tanto desamor, es refrescante descubrir un cariño tan tierno, tan intenso, tan desinteresado, tan verdadero, tan duradero y, leyendo esas emociones, puedo comprender mejor aquel universo de música que Johann Sebastián pudo escribir envuelto en aquel océano de amor.
Hay páginas en las que uno no sabe si conmoverse o sonreír con el alma ante la adoración con que Ana Magdalena habla de Sebastián. Recojo unas pocas frases que marcan el tono del libro entero:
“cada vez que le veía mi corazón empezaba a latir con tal fuerza que me impedía hablar”…
“en mi corazón estaba siempre viva la sensación de que él era el más grande de los reyes”…
Sobre María Bárbara, dice, aludiendo a la primera mujer de Bach, sin sentir los menores celos de ella: “se derramó la bendición de su amor. Aunque a veces pienso, con una sonrisa, que a mí me quiso más que a ella, o al menos por más tiempo”…
“vivir con él y verle día a día era una felicidad que no hubiera podido merecer, ni he merecido nunca. Durante mucho tiempo viví en un estado de asombro, como en un sueño, y algunas veces cuando estaba fuera de casa, se apoderaba de mí una sombra de temor de que pudiera despertar de ese sueño y volver a ser la niña Ana Magdalena Wülken en lugar de ser la esposa del maestro de capilla Bach”…
“A nosotros nos dejaba mirar su corazón, que era el más hermoso que ha latido en este mundo… ya no tengo –dice en las últimas páginas del libro- ningún motivo para vivir, mi verdadero destino llegó a su fin el día en que se apagó la vida de Sebastián, y pido diariamente a Dios en mis oraciones la gracia de que me lleve de este lugar de sombras y me vuelva a reunir con el que, desde el primer momento en que le vi, lo fue todo para mí”.
Tendré que volver a escribir sobre este tema, dada la hermosa cantidad de citas que, cual fragancias de amor, destila el libro. Debiendo señalar que no son palabras de coba aduladoras, ni son los elogios fúnebres dichos en la gloria del recién muerto. “Desde el Corazón” es fácil ver que un amor así, una devoción así, son el mejor premio que un hombre puede conquistar en este mundo. Como también “Desde el Corazón” he pensado muchas veces que el corazón no es sólo el órgano del amor, sino que puede ser también el órgano del conocimiento. Que no sólo se entiende con la razón, que hay campos humanos en los que el corazón tiene razones con las que no cuenta la inteligencia. ¡Cuántas parejas no se entienden porque no se aman!; ¡cuántas cosas inteligibles empiezan a clarificarse cuando se miran con un nuevo amor!. Ana Magdalena amaba sin esperar nada a cambio, y en ese amar se veía la mujer más feliz de todas. A quienes aman así pueden adueñarse de la vida del otro, si esto fuera así las sanguijuelas estarían de acuerdo. Uno no ama cuando vive su vida haciendo exclusivamente lo que es grato a sus sentidos. Se ama cuando se construye la vida en la solidaridad, el respeto, el servicio, el trabajo, la confianza, la justicia, la sencillez; como manifiesta su vivir Ana Magdalena Bach. Si el mundo viviera así, sería diferente. Comenzaría a romperse esa soledad que nos agarrota, e ingresaríamos en el ambiente común de la felicidad.
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