Reena es una hermana india de solo 19 años que, desde su niñez, ha crecido rodeada de persecución.
El próximo 11 de noviembre, en el IX Encuentro de Oración por la Iglesia Perseguida al cual, si vives en España, estás más que invitado a venir, apartaremos un tiempo para orar por Reena y por cristianos de la India que han pasado y están pasando por circunstancias similares. Y, dirás, ¿quién es Reena?
Reena es una hermana india de solo 19 años que, desde su niñez, ha crecido rodeada de persecución. Es más, casi muere por ello. Sus padres son cristianos de trasfondo hindú que se convirtieron a Cristo cuando ella era muy niña. Siempre supo que la persecución era parte natural de la vida cristiana, pero nunca se imaginó que ella misma la sufriría de una manera tan cruel.
Reena es bajita y tímida, demasiado tímida. Sus respuestas a preguntas sencillas se componen de sólo una, dos o tres palabras. Pero, aun así, comparte su testimonio con mucho gusto. No está nerviosa. Sus manos están entrelazadas. Simplemente es difícil hacer que hable.
—¿Cómo fue crecer en una familia cristiana dentro un pueblo hindú? —le pregunta nuestro compañero de Puertas Abiertas.
—A veces difícil. No estaba con ellos (con la comunidad) —responde.
—¿Cómo te veían tus amigos en clase?
—Normal
—¿No había discriminación?
—Bueno, para ellos yo era diferente porque no participaba en sus rituales hindús
—¿Decían algo?
—Como no quería participar en sus festivales hindúes, se metían conmigo.
Sorprende lo natural que le parece que se metieran con ella por su fe. Hasta después de varias preguntas, Reena no se ve capaz de abrirse, pero, una vez roto el hielo, nos detalla su vida, y se parece a un tríptico. A la izquierda tenemos su niñez: una niña amable y solitaria. “Nadie quería jugar conmigo porque ellos eran hindúes y yo no. Después de la escuela solía volver a casa y jugaba sola”, dice. A la derecha vemos a sus padres: tienen prohibido sacar agua del pozo del pueblo. “Mis padres tenían que caminar unos cuantos kilómetros para traer agua del río”. En la parte central del tríptico tenemos la adolescencia de Reena: iba a una escuela en otro pueblo distinto y vivía en una pensión. Allí no experimentó persecución.
Pero eso no duraría mucho tiempo. Quizá Reena era más consciente que nadie al respecto, sus padres la habían educado para afrontar la persecución, según narra: “Me explicaron que la persecución viene siempre cuando eres cristiano. Y no tenía envidia de los hindúes, porque Jesus me llenaba de gozo”.
Drogada y secuestrada
Cuando el dinero para continuar estudiando se acabó, Reena tuvo que buscar trabajo como profesora en una escuela, y lo encontró. “Me prometieron un sueldo de 1.500 rupias (unos 20€ al mes). Los dos primeros meses sólo recibí 500. Después, ni siquiera eso. Así que dejé el trabajo a los seis meses”. Eso fue en septiembre de 2016.
Unos días después, otra escuela le ofreció trabajo. El director la invitó a una reunión de profesores. Durante la reunión, le ofreció unos dulces indios, los cuales se comió sin sospechar nada. No recordaría nada más hasta varios días después. Había sido drogada y secuestrada.
Cuando nuestro compañero le pregunta qué es lo que sucedió, dice que estuvo inconsciente todos esos días. Puede que esto que cuenta, en parte, sea verdad. Pero también existe la posibilidad de que resultase una experiencia tan terrible que no quiere hablar al respecto o que su subconsciente se niega a recordar.
Lo que sí sabemos es que, después de haber tenido el móvil apagado varias horas, llamó a sus padres y les dijo que estaba retenida en un lugar horrible. Sus padres avisaron a la policía, pero durante tres días no hicieron nada. Más tarde, los mandos superiores de la policía se enteraron de todo y dieron la orden de arresto al director y al personal de la escuela, aunque al final todos acabaron siendo puestos en libertad.
Mientras tanto, Reena despertó en un tren rodeada de chicas adolescentes. “Me dijeron que me ayudarían y me pidieron ir con ellas. Yo casi ni podía andar. Pero me pude levantar y abandonar el tren. Las chicas me seguían. Les dije que se fueran o llamaría a la policía. Me dejaron en paz. Todavía sigo pensando que tenían algo que ver con mi secuestro”.
Al principio, no tenía ni idea de dónde se encontraba. Entonces vio el nombre de la estación de tren y se dio cuenta de que estaba en una ciudad a catorce horas de su pueblo. La policía estaba cerca, pero se sentía muy débil para caminar hasta allí. Con las pocas rupias que conservaba en su bolsillo, llamó a una conocida de esa ciudad: “Era una amiga y vino a recogerme con sus padres. Yo estaba muy confundida; no recuerdo bien, pero creo que le pedí que no llamara a mis padres. En un par de días, cogí el tren de regreso a casa y mi amiga llamó a mi familia para decirles en qué tren iba”.
Sus padres la llevaron al hospital y, poco a poco, fue saliendo de su estado de shock. Cuando comenzó a pensar en lo que había sucedido, el miedo comenzó a controlarla más y más. “Tenía todas estas preguntas: ¿Por qué pasó esto? ¿Por qué yo, de entre toda la gente?” Se sentía presionada en su espíritu y no veía razón para seguir viviendo. Contempló la posibilidad de suicidarse. “Oré: Dios, te conozco. Pero todo esto me ha sucedido a mí. ¿Por qué? Me siento destrozada”, se preguntaba.
El toque de Dios y el resurgir de Reena
Poco tiempo después, Reena asistió a una reunión cristiana. Cuando el pastor oró desde el púlpito, la luz de Dios se abrió paso entre la oscuridad. El dolor físico y la depresión fueron menguando. Reena pudo restablecer su relación con Dios. “Fui realmente tocada por Dios. Cuando llegué a casa, estaba muy alegre y lo compartí con mis ‘amigos’. ¿Qué amigos? Los hindúes, claro. Quería que vinieran a una reunión así y experimentaran también el poder sanador de Dios en sus vidas”.
Durante ese tiempo, Reena estuvo leyendo la Biblia. Los Salmos le dieron mucho ánimo. Especialmente el Salmo 25, versos 4 y 5, así como Apocalipsis 3:20. “Me di cuenta de que, si yo abría la puerta de mi corazón, Jesús entraría y cenaría conmigo. Por ello me rendí a ÉL y comprendí que era Satanás el que quería destruir mi vida, pero que Dios me ama”, dice al reflexionar en el pasaje de la Escritura.
—¿Cómo ves tu futuro? —retoma la conversación nuestro compañero
—Lo veo brillante. Llevaré el Evangelio a los no creyentes —contesta decidida esta tímida, pero vital jovencita llamada Reena.
La persecución sigue siendo parte de su día a día. “El director dijo que está metido en problemas por culpa de ella… Quiere venganza y puede hacerle daño otra vez”, dice su hermano, también presente en la entrevista
En Puertas Abiertas damos gracias a Dios porque nos ha permitido formar parte de la vida de Reena. La hemos ayudado con asistencia médica y nuestros compañeros le han dado mucho ánimo cuando lo ha necesitado. Queremos que tu también seas parte de su vida. Como te he dicho al principio, estás más que invitado al IX Encuentro de Oración por la Iglesia Perseguida para orar por ella y por hermanos y hermanas como ella.
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