Este papa innovador pidió perdón por los crímenes de su Iglesia a los cristianos valdenses mil años después de Pedro Valdo. Esta actitud no es correspondida por todos los católicos romanos.
El líder del Estado del Vaticano cree haber dado un importante paso hacia la tan ansiada ‘unidad cristiana’, el 22 de junio de 2015 (01).
Su gesto para con los valdenses fue felicitado por el movimiento ecumenista iniciado por la ICAR, y adherido por varias denominaciones históricas reformadas. El mundo se enteró de esta disculpa generalizada en declaraciones oficiales y visitas protocolares del Papado difundidas por los multimedios. La falta de detalles presume que el mundo conoce las razones históricas que condujeron al papa Francisco I a decidir tamaña decisión.
Miles de valdenses fieles al Evangelio de Jesucristo fueron ejecutados como herejes por el poder religioso terrenal de entonces.
El autor de esta serie iniciada el 01/10/16 (02) comparte el pensamiento de aquellos que ven la existencia de cristianos reformados por el Espíritu de Dios, mucho antes de Lutero. Se oponían a las falsas doctrinas y prácticas corruptas impuestas por la institución nacida bajo el Imperio Romano, y fortalecida durante el Sacro Imperio Romano Germánico.
Se vuelve incomprensible que en el tercer milenio haya amantes y defensores de la Tradición Católica que no imiten a la autoridad que ellos reverencian como ‘garante de su fe’. Su actual garante pidió perdón en nombre de sus crueles predecesores. ¿No es una incongruencia que haya aún hoy personas que atacan a los protestantes mientras su líder marca el camino del arrepentimiento? ¿Qué valor dan esas personas a la autocrítica?
No hay peor cosa que prejuzgar a otro tildándolo de prejuicioso; pues la autoridad moral de un cristiano genuino viene de su fidelidad a Jesucristo, la Verdad. Los que están en Él y guardan su Palabra tienen un hablar y un obrar coincidentes: buscan agradar a Dios, no a los hombres.
La persecución histórica de genuinos cristianos es producto de negar el arrepentimiento que el Espíritu Santo obra en los pecadores. Como consecuencia, los que no han aprendido lo que significa ser un genuino cristiano usan textos sacados de la Biblia para enrostrárselos a otros, sin primero haber comprobado su virtud en sí mismos. Esta es una forma de persecución por motivos de pensar o actuar de manera diferente; y no es patrimonio exclusivo de una denominación cristiana respecto de otra. Pasa entre los miembros de una misma denominación, sea la que fuere. Nadie está exento de este pecado común a toda la especie humana (03).
En este – y ningún otro contexto – invito a considerar hoy la vida de Pedro Valdo (04), a quien se atribuye ser iniciador del movimiento valdense. Leyenda para unos, historia real para otros, su nombre figura en los anales históricos tanto de católicos romanos como de evangélicos.
Pedro Valdo
Nacido en un hogar afluente, de joven se dedicó a los negocios adquiriendo una gran fortuna. “Entregado por completo a las especulaciones comerciales, vio prosperar sus negocios, a tal punto que al cabo de los años era uno de los grandes ricachos de la comercial ciudad. Era casado, tenía dos hijas, y las atenciones domésticas y comerciales ocupaban todo su tiempo” – narra Varetto (05).
“En el año 1160, un amigo íntimo, con quien estaba conversando, cayó muerto repentinamente, y este incidente produjo en él una impresión tal, que desde aquel momento, dejando a un lado sus febriles ocupaciones comerciales, se puso a pensar seriamente en su salvación.
El conocimiento limitado que tenía de las cosas religiosas no lograba darle aquella paz y seguridad que satisfacen el alma ansiosa. Sus anhelos se hacían cada vez más intensos, y en busca de luz fue a uno de los sacerdotes de la ciudad, preguntándole cuál era el camino seguro para llegar al cielo.” Este le respondió que era el de “poner en práctica las palabras del Señor al joven rico cuando le dijo: ‘Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo’. (06)
Se cree que el cura le contestó así con algo de ironía, sabiendo que Valdo era hombre de gran fortuna, pero seguramente no esperaba que esas palabras iban a encontrar tanto eco en el corazón del rico negociante.
Valdo creyó oír un mandamiento de Dios dirigido a él personalmente, y resolvió deshacerse de sus bienes terrenales empleándolos para aliviar las necesidades de los pobres. Hizo esto no bajo el impulso de un falso entusiasmo, sino deliberadamente, con calma y con buen acierto, para que el sacrificio que se imponía fuese realmente útil a sus semejantes. Dio a su esposa e hijas lo que necesitaban, y el resto, parte fue distribuyendo entre los más necesitados de la ciudad, y parte destinaba a emplear personas que hiciesen traducciones y copias de las Sagradas Escrituras. Encargó a dos eclesiásticos que vertiesen el Nuevo Testamento del latín a la lengua vulgar.
Uno de ellos fue Esteban de Ansa, hombre muy versado en las cuestiones filológicas, y otro Bernardo Ydros, hábil escribiente que trasladaba al pergamino lo que su compañero le dictaba. Valdo se puso a leer con gran interés estos maravillosos escritos que eran agua viva para su alma sedienta, y pan para su corazón hambriento. Esta lectura le confirmaba más y más en la noble resolución que había tomado. Quería imitar a los apóstoles, y vivir no más consagrado a los negocios de esta vida pasajera, sino para ser rico en aquellas riquezas que no se corrompen y que los ladrones no hurtan.
No quiso tampoco poner la luz debajo del almud (07), sino que mandó hacer muchas copias del evangelio para que su lectura fuese causa de bendiciones a otros. El número de personas que tomaban interés en esta lectura era cada vez mayor, y sin pensar en separarse de la Iglesia de Roma, se reunían para leer juntos y celebrar cultos espirituales. Se apoderó de ellos un fuerte espíritu de propaganda y toda la ciudad y sus alrededores se llenaron del conocimiento del evangelio.
Sin buscarlo, vino inevitable el choque con la iglesia papal, dentro de cuyo seno aun permanecían Valdo y sus adeptos. El contraste entre el cristianismo del Nuevo Testamento y el de la iglesia papal, era demasiado pronunciado para que fuera posible un acuerdo. El clero empezó a mirar con recelo a estos hombres humildes que de dos en dos, descalzos y pobremente vestidos iban por todas partes predicando la palabra.
El arzobispo Guichard (08) concluyó por citarlos, y creyendo que de un solo golpe podía sofocar el movimiento, les prohibió predicar. Valdo entonces apeló al papa, esperando, como más tarde Lutero, que la justicia de su causa sería reconocida.
En Roma compareció junto con uno de sus colaboradores ante el concilio de Letrán, en marzo de 1179. El papa Alejandro III los trató amablemente y se interesó en la obra que hacían, tal vez abrigando el pensamiento de que los pobres de Lyón, como los llamaban, podrían permanecer dentro del seno de la Iglesia y quedar convertidos en algo parecido a una orden monástica. Pero los padres que componían el concilio les fueron hostiles y rehusaron acordarles la autorización de predicar.
Gualterio Mapes, un fraile franciscano inglés, que se hallaba presente, escribió un relato acerca de la petición de estos valdenses: ‘No tienen - dice - residencia fija. Andan por todas partes descalzos, de dos en dos, vestidos con ropa de lana, no poseen bienes; pero, como los apóstoles, tienen todas las cosas en común; siguiendo a aquel que no tuvo dónde reclinar la cabeza’.(09)
El concilio nombró una comisión para que examinase el caso. El franciscano mencionado era miembro de esta comisión. Dice que procuró saber cuáles eran sus conocimientos y su ortodoxia, y los halló sumamente ignorantes, y halló extraño que el concilio les prestase atención. Pero el hecho es que en lugar de examinar a los valdenses sobre la Palabra de Dios y las doctrinas vitales del cristianismo, los examinadores les hicieron una serie de preguntas escolásticas sobre el uso de ciertos términos y frases del lenguaje eclesiástico, conduciéndolos por las sendas intrincadas de las especulaciones trinitarias. Los valdenses, felizmente, nunca habían aprendido estas cosas inútiles, y de ahí la comisión resolvió expedirse aconsejando que se les prohibiese predicar.
Vueltos a Lyón, los hermanos tuvieron que resolver qué actitud asumirían, y hallando que es menester obedecer antes a Dios que a los hombres (10), resolvieron seguir predicando aún a despecho de las prohibiciones del arzobispo y del papa. Convencidos de que nada podían esperar de este mundo, resolvieron romper definitivamente los vínculos que aun los ligaban al romanismo, y empezaron aún bajo la persecución, a sentir los beneficios de la libertad cristiana.
En el año 1181 fue lanzada contra ellos la definitiva excomunión papal, pero durante algunos años pudieron eludir sus consecuencias, gracias a las poderosas amistades que tenían en la ciudad, donde Valdo era generalmente estimado. Pero después de la promulgación del Canon del Concilio de Verona, en el año 1184, que condenaba a los pobres de Lyón, se vieron en la necesidad de salir de la ciudad y esparcirse por toda Europa, lo que hacían sembrando la simiente santa del evangelio por todas partes, como en siglos anteriores lo había hecho la Iglesia de Jerusalén al ser perseguida por Herodes (11).
Pedro Valdo, huyendo de la intolerancia y del despotismo clerical llegó hasta Bohemia, donde terminó sus días en el año 1207”, después de varias décadas de servicio al Señor Jesucristo.
Hasta aquí podemos entender algunas de las razones por las cuales Francisco I pidió perdón a los cristianos valdenses. Pero hay más; en los próximos artículos veremos hasta dónde llegó la crueldad de los papas de la Iglesia vaticana contra los valdenses que siguieron la obra de su iniciador. De la maldad de ellos también se hizo cargo Francisco I en nombre de su iglesia.
Quiera el Señor que los que ven la unidad de su Iglesia como el logro de uno o más hombres, asuman lo que Francisco I declaró públicamente: “Yo soy un pecador a quien el Señor miró con misericordia, soy un hombre perdonado.” (12) Que, frente a esta declaración, de cuya sinceridad no se debiera dudar, consideren ellos a Jesucristo, el Hijo de Dios, cuando a los defensores de la tradición judía que estaban a punto de apedrear a la mujer acusada de adulterio, les dijo:
“El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. (13)
Entonces, para evitar caer en engaños e hipocresías condenatorias, pidamos todos a nuestro Padre Dios que nos de amor y celo por su Santa Palabra, para estudiarla y ponerla en práctica:
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.
Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión.
Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (14)
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Notas
Ilustración: Estatua de Pedro Valdo en el memorial de Lutero en Worms, Alemania.
01. Ver en PD: http://protestantedigital.com/sociedad/36566/francisco_pide_perdon_a_la_iglesia_valdense
02. Este es artículo número 50 de la serie. Se puede comenzar a leer clicando en:
http://protestantedigital.com/magacin/40402/Jesucristo_el_primer_reformador
03. En Romanos 3 el apóstol Pablo demuestra la naturaleza pecaminosa del hombre que le lleva a pecar y estar
destituido de la gloria de Dios. Todos pecamos, porque somos pecadores (no su inversa). Nadie está excluido.
04. Entre muchas y contradictorias versiones, las más difundidas coinciden en que nació en 1140 y murió en 1207.
05. ‘La Marcha del Cristianismo’, J.C. Varetto, páginas 259 a 262.
06. Marcos 10:212; Lucas 18:22.
07. Mateo 5:15; Marcos 4:21; Lucas 11:33.
08. Fue arzobispo de Lyón en los años que coinciden con la conversión de Pedro Valdo y su posterior excomunión.
09. Mateo 8:20.
10. Hechos 4:19; 5:29.
11. Este Herodes es mencionado nueve veces en el libro de los Hechos. Fue el primer perseguidor de los cristianos.
12. http://razonesparacreer.com/francisco-soy-un-pecador-a-quien-el-senor-miro-con-misericordia/
13. Juan 8:7.
14. Hebreos 4:12-16.
Importante: todas las citas y negritas son responsabilidad de este autor.
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