Nunca creamos saberlo todo. Siempre alguien nos sorprenderá usando un vocablo de nuestro lenguaje cotidiano al que imprime un significado diferente y hasta opuesto al original.
Pocos ponen en duda ya que a pesar de los grandes avances tecnológicos logrados en los sistemas de comunicación los humanos estamos dando muestras de estar cada vez menos comunicados.
El mal empleo dado a los medios de comunicación (01), el abuso de las empresas que los explotan (02) o la merma de calidad que se observa en los niveles primario, secundario y universitario de la educación pública (03) producen la incomunicación entre humanos.
Si le sumamos a ello el irrefrenable afán del dinero resulta que estamos construyendo una bomba de tiempo que nadie pareciera intentar desactivar para evitar su eventual estallido.
El lenguaje que usamos para comunicarnos pasó a ser el gran damnificado. Tomemos por caso el término ‘apóstata’, que proviene del verbo ‘apostatar’ - sinónimo de ‘renegar’ – que significa abandonar una ideología o creencia por otra, generalmente muy diferente. Sinónimo de ‘desertor’ tiene raíces tanto griegas como latinas que le confieren el significado de ‘el que sale fuera de algo’, o ‘el que deja de estar con alguien’. Este ‘algo’ y este ‘alguien’ ahora quedan en la banda opuesta; allí están los que antes eran amigos y han pasado a ser enemigos.
Por lo general, es el grupo el que pone el mote de ‘apóstata’ a la persona que ha desertado.
Pero, las épocas cambian; la tendencia más reciente es la de la posverdad. Sus acólitos no pasan de ser minorías específicas que defienden cada una ‘su verdad’. Esta tendencia a la atomización que produjo la ‘globalización’ es astutamente usada por los políticos de turno que logran cubrir cargos públicos y viven holgadamente de nuestros impuestos. ¿De qué manera la usan? Pues usando los ‘derechos humanos’ a favor de las minorías ‘discriminadas’ por las mayorías.
Como consecuencia, se está legislando a favor de todo lo que ha dejado de ser indigno; ser un ‘apóstata’ ha pasado a ser algo honroso, solo de valientes.
Apóstatas y desertores están cada vez más protegidos por la ley, y quienes se animen a defender sus derechos en contra de esta arbitraria manera de hacer justicia, pasan a estar en el ojo de los jueces para ser denunciados y condenados.
Ya no se trata de que las mayorías pongan el gobierno de turno y respeten a las minorías; un propósito que nunca se cumplió de manera igualitaria con todas las minorías de una sociedad. Se trata de otra cosa. Porque se guardan tradiciones y costumbres que se ignora de dónde provienen y si aún tienen alguna razón de ser; no se piensa si realmente contribuyen a mejorar la calidad de vida. De hecho, no todo lo que en esta vida se acepta como lícito es por igual conveniente para todos (04).
Caímos en la paradoja de que un gobierno democrático puesto por la mayoría pasó a estar en manos de las minorías. Estas cambian las leyes para imponer ‘su’ modelo de libertad en la escuela pública.
Entré al blog ‘apostatar’ (05) y quedé asombrado. Lo encuentro como el mejor ejemplo de lo que venimos planteando en esta hora que se ensalza al contestatario. Después de analizarlo llego a la conclusión de que se impone revisar a fondo qué es ‘aquello’ de lo que un valiente ‘apóstata’ dice haber desertado.
Sobre esto trata este artículo.
Veamos qué cuenta sobre ‘Juliano, el Apóstata’ (06) J.C. Varetto en ‘La Marcha del Cristianismo’ (07):
“Los hijos de Constantino, al sucederle en el trono, continuaron la obra de su padre. Sin dar pruebas de conversión, y ejerciendo el más bárbaro despotismo con sus rivales, pretendían, sin embargo, implantar el cristianismo y hacerle de aceptación general a todos los súbditos. Constancio, al quedar como único dueño del Imperio, se esforzó en suprimir por la fuerza el paganismo, mostrando el mismo espíritu de intolerancia que los paganos anteriormente habían mostrado para con los cristianos. Confiscó los templos del viejo culto y el botín fue dado a las iglesias. Bajo pena de muerte prohibió los sacrificios públicos o privados, los que continuaron celebrándose a pesar de todo, porque los paganos eran aún numerosos. La profesión de cristianismo se hizo una necesidad a todas las personas que deseaban adelantar en la vida pública. Como su padre, intervenía en todos los asuntos eclesiásticos y doctrinales, y de hecho era él el obispo de los obispos.
Juliano, llamado el Apóstata, a causa de haber vuelto al paganismo, desechando la enseñanza cristiana que había recibido, subió al trono en el año 361, y su reinado fue corto, pues terminó el año 363. Desde su juventud había mostrado gran interés en la literatura y estudios filosóficos. Leyó con avidez los autores griegos, y su mente estuvo siempre llena de ideas mitológicas. También leyó con interés los anales del martirologio cristiano, y no sólo profesó el cristianismo, sino que llegó a desempeñar el cargo de lector en una iglesia; pero más tarde cayó bajo la influencia de varios maestros platónicos, y especialmente de un tal Máximo, que lo inició en todas las explicaciones místicas del panteísmo común en todas las escuelas de Asia. Desde este tiempo, Juliano se hizo un ardiente admirador de la vieja mitología, aunque por humana prudencia, continuaba profesando el cristianismo. Estando en Atenas completamente absorto en la literatura clásica de los antiguos autores griegos, y practicando los misterios de Eleusis, fue llamado para recibir el título de César. Desde entonces se sintió bastante fuerte, y resolvió arrojar la máscara, declarándose abiertamente partidario de la restauración del paganismo. Al pasar el emperador por Atenas, hizo abrir los templos de varias divinidades y restauró los ritos que habían sido suprimidos. Ocurrió entonces la muerte repentina del emperador, y Juliano quedó único señor del Imperio. Este alto favor lo atribuyó a los dioses, que admiraba y, en señal de gratitud, resolvió que sus primeros actos de gobierno tendrían por objeto la implantación del viejo culto de los dioses. Tomando el título de Pontifex, se proclamó guardián y protector del culto que habían tenido los antiguos romanos, al cual atribuía la grandeza del Imperio.
No era el intento de Juliano convertirse en un perseguidor. Sus primeras medidas consistieron en devolver a los paganos los templos que habían sido cedidos a las iglesias, y ordenar que en ellos se restableciesen los ritos que antes se habían practicado. Pero Juliano intentó elevar el paganismo, dándole un carácter más espiritual y práctico. Aspiraba a fundar iglesias paganas. El ritual fue purificado, estableciéndose oraciones y canto religioso, para que fuese parecido al culto cristiano. Fundó escuelas, hospitales, y colegios para sacerdotes. En los templos se ofrecían limosnas para el sostén de los pobres. Se estableció la costumbre de predicar sermones, cosa que los paganos nunca habían hecho. Se exigía a los sacerdotes una buena conducta con la esperanza que esto atraería las masas a los templos.
Pero fueron vanos esfuerzos. El árbol malo no puede dar buenos frutos (08). El paganismo estaba carcomido hasta las raíces, y sus ritos carecían de la savia necesaria a todo árbol del cual se esperan resultados halagüeños. El fracaso de su obra irritó a Juliano, a tal punto que se puso a pensar en medidas más severas contra los cristianos. Prohibió la celebración de bautismos; la predicación y el proselitismo se declararon actos ilegales; no se permitiría a los cristianos establecer escuelas de literatura y retórica; los cristianos no podrían ejercer cargos públicos ni ser oficiales del ejército; muchas veces se confiscaron los bienes de las iglesias, para que pudiesen mejor, decía sarcásticamente el emperador, ‘cumplir el precepto de su religión’. El pueblo y los sacerdotes, contando con el beneplácito de las autoridades, muchas veces levantaron tumultos que concluían dando muerte a algún cristiano eminente. Juliano no ordenaba, pero toleraba estos actos. Su arma favorita era la sátira, y éste es el estilo literario de un escrito anticristiano titulado
Misopogon.
En un viaje que efectuó a Antioquia, quedó muy disgustado al ver que el pueblo no concurrió a los festejos que había hecho preparar en los templos. Fue durante su estada en esta ciudad que se propuso hacer reedificar el templo de Jerusalén. No se sabe lo que le impulsó a tomar esta determinación, pero es seguro que lo hizo con la idea de mortificar a los cristianos. Cuando estaban ocupados en la tarea de remover los escombros que yacían amontonados desde los días de la destrucción de Jerusalén por Tito, grandes masas de fuego reventaron en el interior del templo, y los obreros que no perecieron tuvieron que abandonar la tarea dándola por irrealizable. Este incidente unos lo explican atribuyéndolo a causas naturales, pero otros creen que Dios intervino milagrosamente para que se cumpliesen las palabras profetices de Cristo sobre la destrucción del templo y la ciudad.
Volviendo de Antioquia y atravesando el Éufrates al frente de un ejército de sesenta y cinco mil hombres, llevó a cabo una brillante aunque ardua campaña. Traicionado y herido se retiró del campo de batalla, consciente de que había llegado al fin de su carrera. Un historiador pagano, Ammonio dice, que como Sócrates, murió rodeado de sus amigos, hablando con los filósofos sobre la grandeza del alma. Tenía treinta y dos años.” Hasta aquí Varetto.
Las Escrituras y la apostasía.
En la segunda parte de este artículo estudiaremos qué lugar tiene la apostasía en las Escrituras.
Como anticipo, diremos que desde el inicio de la iglesia de Dios que edifica Jesucristo ya había engañadores. Infiltrados de manera astuta enseñaban sobre la inminencia de la venida del Hijo de Dios para buscar a su iglesia. El Apóstol Pablo señaló algunas características clave de esta calaña al advertir a los cristianos que se congregaban en Tesalónica:
“Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.” (09)
Ante la voracidad del engañador que no cesa de acusar a los hermanos (10), ambición que pareciera no tener límites, dejo esta pregunta para tratar de responder próximamente:
¿Es posible que los genuinos hijos de Dios apostaten?
Hasta entonces, si el Señor lo permite.
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Notas
Ilustración: El emperador Juliano II, ‘el Apóstata’, es mostrado en esta reproducción después de la batalla que le costaría la vida cuando tenía solo 31 o 32 años de edad.
01. El uso indebido de la tecnología (selfies, por dar un solo ejemplo) ya ha cobrado víctimas fatales. Por su parte, diseñadores y planificadores urbanos ya diseñan cruces peatonales especiales para transeúntes que arriesgan la vida llevando audífonos y su vista clavada abajo en sus aparatejos.
02. Las multinacionales de telefonía son las causantes de mayores abusos sobre sus usuarios. La necesidad de dictar leyes y crear organismos de Defensa del Consumidor no hace más que demostrar la perversa ambición y avaricia de los poderosos. En Argentina, el gobierno montará una campaña para obligarles a disminuir drásticamente la publicidad engañosa, la captación de clientes de otras compañías mediante ardides corruptos y el doble mensaje transmitido: el marketing que promete lo que no se habrá de cumplir y el que se escuda en el ‘Servicio al Cliente’ (teléfonos que nunca son atendidos aunque insistamos día tras día).
03. En asiduo contacto con educadores de la enseñanza pública vamos conociendo el problema que significa para ellos el efecto en sus alumnos de la telefonía móvil e internet: ‘son nuestros peores enemigos’ es la frase en la que coinciden en su mayoría.
04. Dice el Apóstol Pablo: “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica.” 1ª Corintios 10:23.
05. https://apostatar.wordpress.com/
06. Flavio Claudio Juliano (331 o 332 - 363), conocido como Juliano II, o «el Apóstata» fue emperador de los romanos desde el 3 de noviembre de 361 hasta su muerte en el mes de junio del 363. Desechó la enseñanza cristiana recibida, reinó solo dos años hasta su muerte debida a una profunda herida en el campo de batalla. El pueblo y los sacerdotes, contando con el beneplácito de las autoridades, muchas veces levantaron tumultos que concluían dando muerte a algún cristiano eminente. Juliano toleraba esos actos, aunque no los ordenaba. Su arma favorita era la sátira, y éste es el estilo literario de un escrito anticristiano que tituló Misopogon.
07. Obra citada, páginas 165 a 168.
08. Mateo 7:17,18; 12:33,35.
09. 2ª Tesalonicenses 2:3,4.
10. Apocalipsis 12:10.
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