Hemos perdido nuestro entendimiento básico sobre lo que está bien y lo que está mal.
Desde mi punto de vista “Desde el Corazón”, nuestro mundo moderno parece el más amplio y abundante de los mundos. Los viajes en trenes de “Alta Velocidad” y los aviones, han eliminado prácticamente las distancias. La Radio y la Televisión han ampliado nuestros ojos y oídos. Las redes sociales con su impresionante tecnología, nos permiten ver y oír cosas que ocurren al otro lado del mundo en cuestión de segundos.
Los periódicos, revistas, libros repletos de información, saturan todas las librerías tanto de las ciudades como de los centros comerciales de Aeropuertos o Estaciones. Cursos rápidos de educación científica se dan en todos los Colegios, Institutos y la amplia proliferación de Universidades Internacionales. Conferenciantes, predicadores, charlatanes y visionarios, los vemos a centenas. Los lugares de diversión forman legión “porque tú te lo mereces”. Lugares donde gastar dinero y pasar una rato de ocio y alegre, superabundan.
La vida del hombre común parece hoy la más rica, la más próspera, la más dichosa que haya conocido la Humanidad. Sin embargo, es posible ver tintes sombríos en éste, al parecer, luminoso cuadro.
“Desde el Corazón” veo que hay muchos profetas de lo sombrío, y yo sería uno de ellos si no creyera prácticamente en Dios. Hace más de 50 años, casi todo el mundo tenía en los labios la palabra “progreso”. Ahora, casi todos hablan de “corrupción” de “bombas” de guerras próximas o lejanas, de terrorismo. Anualmente, cerca de 800.000 personas se quitan la vida y muchas más intentan hacerlo. Siendo en 2015, la segunda causa principal de defunción en el grupo etario de 15 a 29 años en todo el mundo, y paradójicamente en los Países más adelantados y ricos. Personas con perturbaciones mentales, necesitadas de tratamiento psiquiátrico, se encuentran en la proporción de tres de cada cinco. Divorcios, abandonos, adulterios e infidelidades, destruyen dos de cada tres matrimonios.
Y hay una impresionante cacofonía a la violencia, al terrorismo, a las amenazas de guerras tecnológicas: jackers, espionaje, filtraciones de secretos, de colapso económico, de hambre mundial, de virus incontrolables malos para la salud humana y malos para los cuerpos informáticos. Rodeado de innumerables actividades sociales y políticas, el hombre moderno occidental, especialmente el habitante de las grandes ciudades, ve secarse su alma y empobrecerse su corazón. Se siente penetrado por una especie de petrificación.
Dependiendo de la edad de los lectores de este “aprendiz de escribidor” tal vez algunos puedan recordar la época en que se podía comprender claramente la diferencia entre lo bueno y lo malo. Incluso quienes cometían actos criminales lo hacían a pesar de saber que estaba mal. Hasta mediados del siglo pasado, la historia humana se había caracterizado –mal siempre ha habido y tristemente seguirá habiéndolo por un entendimiento claro de los absolutos morales. Desde el código de Hammurabi hasta la ética judeocristiana, cada cultura identificaba ciertos comportamientos como erróneos y malos.
En nuestro contexto occidental los estándares de ética y conducta tenían su fuente primordial en los “Diez Mandamientos”, las enseñanzas de Cristo y los escritos de los Evangelios. Independientemente de las pretensiones políticas, de las razas o del estatus socioeconómico, la sociedad aún mantenía un consenso sobre valores centrales y absolutos: el valor de la vida humana, la lealtad, el respeto, la fidelidad, el compromiso con la familia y el matrimonio, la responsabilidad, la amabilidad, la generosidad, el perdón y el amor.
Pero las cosas han cambiado. Como la proliferación de los “Bazares de todo a cien”.
Está de moda el “vivir barato”; “la vida no vale nada”, se jactaba uno de los seis de una pandilla de violadores (de entre 14 y 18 años) tras haber violado todo el grupo a dos jovencitas y asesinado, y ante las cámaras de televisión divertirse contando tan macabro relato. Los telediarios están llenos de historias terribles cada día sobre políticos prominentes, atletas profesionales, ídolos de juventud, líderes empresariales que arruinan populares Bancos y se indemnizan con decenas de millones, mientras dejan a sus empleados sin empleo y con acciones que pensaron eran futuro, y se quedan sin valor alguno e incluso religiosos, todos involucrados en trampas, engaños, corrupciones, sexo ilícito, violencia doméstica. ¿Qué ha pasado?; que hemos perdido nuestro entendimiento básico sobre lo que está bien y lo que está mal.
Hoy tenemos abundante comida, hay abundante bebida, hay abundancia de dinero, de productos de la tecnología, de viajes, de fiestas, de negocios. Lo que nos falta es abundante vida espiritual interior. Vida que sepa distinguir el alto precio que se paga por vivir barato.
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