El nombre de Dios no está escrito, pero sus huellas están por todas partes.
Hace unos días, en una iglesia de Salamanca, escuché acerca de ejercitar la memoria, y también acerca de las llamadas de Dios a su pueblo, allá por los principios de la Historia, para que no olvidara sus mandatos; como aquellos recordatorios: 'No olvides'... 'recuerda', 'átalas a tu cuello'... Tal reflexión me llevó a sacar mis pensamientos del fondo de un baúl que tengo, pues 'recordé' que la palabra contenida en ellos son intemporales. Ya lo decía Juan Mackay: "El camino del mañana pasa por el de ayer".
Y extraje de ese baúl otras páginas amarillentas tecleadas en el año 2004, que versaban sobre un libro de la Biblia dedicado a una mujer: Ester. En esas páginas que pergeñé modestamente, intenté recordar esa mano invisible de Dios guiándolo todo, esta vez a través de una mujer que actuó acertadamente, en un momento como el actual, sin separar lo sagrado de lo secular, siendo usada por Dios y logrando impactar en su entorno.
En otra de las reuniones para mujeres, que forman parte de gratos recuerdos y en las que tanto aprendí, tuve la oportunidad, a pesar de que hablar en público me costaba y me cuesta, de expresar estos pensamientos, que, seguro, iban dirigidos primeramente a mí. No es casualidad introducirme casi con desesperación en este relato bíblico para resaltar, ayudada como siempre por palabras tejidas en otros tiempos, un pequeño aspecto del mismo, redescubriendo que Dios fue, es y será por los siglos de los siglos. Ahí va:
ESTER
¿Estamos seguros de la presencia de Dios en nuestras vidas? La respuesta es afirmativa porque la vemos con los ojos de la fe. ¿Lo vemos así siempre, incluso en los momentos de mayor oscuridad de nuestras vidas? En el Libro de Ester podemos ver que la mano de Dios opera constantemente, aun cuando creemos que él nos ha abandonado. Gran error por nuestra parte: ayer, hoy, eternamente, Él nos vigila: Vemos en Éxodo 2. 23-24: "Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto. Los hijos de Israel, que gemían a causa de la servidumbre, clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos desde lo profundo de su servidumbre. Dios oyó el gemido de ellos y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob". Y, más adelante, en Éxodo 3.12: "Dios le respondió (a Moisés): Yo estaré contigo...".
El relato se desarrolla en un reino secular, el de la antigua Persia, pero los creyentes percibirán constantemente la influencia divina. El nombre de Dios no está escrito, pero sus huellas están por todas partes. Como se puede observar, Él no abandona a su pueblo, es por su misericordia que tenemos nuevas oportunidades como hijos pródigos. ¿Me abandonará? No, si sigo volviéndome constantemente a él, a pesar de mis errores. Su mano invisible nos guía. Él no duerme y hace las cosas bien en su tiempo. Sin embargo, nuestras decisiones también son importantes, aunque cuando Ester y Mardoqueo tomaron una postura que no era agradable ante los ojos de Dios, de ellas Él sacó algo bueno.
Todo esto es así porque para Él no somos una casualidad. Pensó de antemano los días de nuestra vida, todo por amor. Mucho antes de la fundación del mundo Él ya nos había incluido dentro de sus planes.
En Isaías 44.2 leemos esta contundente afirmación: "Así dice Jehová, Hacedor tuyo y el que te formó desde el vientre, el cual te ayudará: No temas, siervo mío Jacob, tú Jesurún, a quien yo escogí". Entonces podemos decir que no fue por casualidad el nacimiento de Ester, el lugar donde vio la luz por vez primera, su raza, su orfandad, su posición... Y, a pesar de los errores en sus años jóvenes, el Señor tenía un propósito para ella, y un papel fundamental para la liberación de su pueblo. ¿Sucumbió o no Ester a algunas de las costumbres de la sociedad donde estaba inserta? Era una mujer con los pies de barro como nosotras, falible... Lo importante es que supo elegir el camino agradable a Dios. Ser una mujer conforme a Su corazón.
En ese momento Ester vivía en un mundo semejante al nuestro, decadente, donde gran parte de la gente buscaba unos valores que no tenían sentido: riqueza, poder, diversión, belleza, el orgullo, el individualismo, la eterna juventud... Te imaginas que era muy difícil estar ahí y no dejarse arrastrar por toda esa espiral de desenfreno, lo cual implica tener los ojos fijos en lo visible y descreer de lo invisible. Por ello debemos estar firmes en el Señor, en su Palabra. Debemos aprender a confiar en Dios y en sus promesas.
Debemos sentirnos elegidas (Ester 2.2-4). Debemos pensar que Dios nos ha escogido, conscientes de haber sido electas y llamadas por Él, aunque a veces nos sintamos como unas pequeñas e impotentes Ester, en sus inicios. A veces queremos realizar las obras de Dios a nuestra manera, dentro de la normalidad de nuestros días. Por eso Él dice: "Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; no añadirás a ello ni de ello quitarás". Y aquí nos preguntamos: ¿Hicieron lo correcto Ester y Mardoqueo? Algunos comentan que es fácil confundirnos, como el caso de los padres de Moisés, o de Rahab, a quienes debemos juzgar por su fe, pues arriesgaron sus vidas por los desamparados. Proverbios 24.11-12: "Libra a los que son llevados a la muerte; salva a los que tienen su vida en peligro. Porque si dices: 'Lo cierto es que no lo supimos', ¿acaso no lo considerará el que pesa los corazones? El que mira por tu alma, él lo conocerá, y él pagará al hombre según sus obras". Ester y Mardoqueo no sabían que algunos años después de las decisiones que habían tomado, se iba a promulgar un edicto para un holocausto. ¿Se puede pasar por alto cualquier error inicial teniendo en cuenta que al final los resultados han sido satisfactorios? Lo que sabemos con certeza es que Dios lo reconduce todo. Es Dios el que sacó algo bueno de los errores de estas personas. Él hace que en lugar de la ortiga crezca arrayán.
Debemos sensibilizarnos y comprometernos por aquellos que están en situación de peligro. En el caso de Ester, ésta tiene una misión a favor de su pueblo; es testigo de un decreto de exterminio del pueblo judío (Ester 3:7 ss.). Ella había sido llamada a interceder por los suyos (Ester 4:7-8). Sin embargo, tiene temor, como nosotras, muchas veces en situaciones de oscuridad y apremio, no vemos la mano de Dios. A pesar de la elección nos sentimos débiles e impotentes. ¿Cómo una insignificante criatura puede hacer algo por todo un pueblo?, se preguntaría, nuevamente, Ester. Tener que dar la cara, ¡tener que identificarse como judía! Y en ese momento recibe un empujón a través de las palabras de Mardoqueo: (Ester 4:13-14) "No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier otro judío. Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; más tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?".
Esto lo dice Mardoqueo teniendo en cuenta que Ester estaba en una situación de privilegio. En nuestro caso, debemos utilizar dichos privilegios para mejorar la situación de las personas que están a nuestro alrededor. Si por tu comodidad y tu seguridad decides no ayudar a miles de personas, no estarás más segura que los que se encuentran fuera de la burbuja. Porque Dios puede despojarnos de estos privilegios y dárselos a otros que sí pueden utilizarlos. Somos libres para rechazar, pero con ello perdemos. Por ejemplo, el Señor quitó el poder a Saúl para dárselo a David. Todo lo que nos dio, nos lo dio por gracia, no lo compramos. Como la recibí, la debo dar. Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de Él.
Con relación a esto, no debe desanimarnos cuando sentimos que nadie aprecia lo que hacemos, ya sea en casa, en el trabajo o en la Iglesia, porque hay Uno al que nada le pasa desapercibido: "Con el tiempo cosecharemos, si no desmayamos". Debemos ponernos la armadura de Dios, por ello Ester no huyó ni se quedó de brazos cruzados. Se refugió en el Señor, presa de una inmensa angustia. Se entregó a la oración, renunciando a su seguridad e intercediendo por los suyos. Ester lleva a la práctica lo que nos dice Efesios 5.1: "Sed pues imitadores de Dios, como hijos amados". "Y andad en amor como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante" (Efesios 5.2).
¿Cómo administramos nuestro tiempo? ¿Hemos considerado el llamamiento de Dios en nuestras vidas? ¿Qué talentos nos ha dado? ¿Qué estoy haciendo aquí y ahora? Isaías 61.1-3 nos lleva a la practicidad: "El espíritu de Jehová, el Señor, está sobre mí, porque me ha ungido Jehová. Me ha enviado a predicar buenas noticias a los pobres, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos y a los prisioneros apertura de la cárcel...".
A pesar de la elección constatamos nuestra impotencia y debilidad. ¿Cómo puedo yo, una frágil mujer, solucionar esta dramática situación?, pensaría Ester, sin más armas que la oración y unión con el Dios todopoderoso, junto con el ayuno y sacrificio que, sin embargo, tienen un poder inmenso, fundamentado en la gran confianza en Dios. Decidida, planifica e inicia la puesta en marcha, cuando le dice a Mardoqueo, apoyados en un trabajo conjunto: "Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, ayunad por mí y no comáis ni bebáis durante tres días y tres noches. También yo y mis doncellas ayunaremos, y entonces entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley y; si perezco, que perezca" (4.16).
Años antes Ester tenía miedo de posicionarse, pero llegado el tiempo, se preparó para lo que iba a ser. Primero había luchado sola, ahora, decide convocar a sus doncellas y al pueblo de Dios para ayunar con ella.
El rey Asuero era cruel, orgulloso, déspota; sin embargo, Ester resuelve decirle todo lo que le había ocultado y pedirle que revocara ese terrible decreto que había firmado. Si las cosas no salían bien, ella y su pueblo perecerían, pero invocaron al Señor y él oyó su clamor. Había peligro, pero lo importante es que sabían que estaban haciendo lo correcto. Debemos tener en cuenta lo que Dios nos dices a través de las Escrituras: "Clama a mí y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces".
Ester comprendió que Dios envía bendición allí donde hay unidad: ¿Cómo podré yo ver el mal que alcanzará a mi pueblo? ¿Cómo podré ver la destrucción de mi nación? (8.6). Entiende que el verdadero gozo estaba en la presencia de Dios. Él nos da banquetes en medio del dolor: "... aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores...". No debemos olvidar que Él es poderoso y peleará por nosotros.
Y surge una Ester que está dispuesta a poner su fe en acción; comprometida, solidaria, resuelta a arriesgar su vida por los demás.“Y si perezco, que perezca”, dijo, decidida a darlo todo. Y los demás interceden por ella con ayuno y oración. Unidos. Compartiendo entre ellos y repartiendo a los necesitados.
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