Una crítica evangélica a la frase ‘Jesús es la verdad, no la Biblia’.
¿Qué es más fácil decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados” o decirle: “Levántate, toma tu lecho y anda”?
Respuesta: Sería más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados”.
¿Por qué?
Respuesta: Porque es una afirmación teológica no verificable, no demostrable.
Es mucho más difícil decirle: “Levántate, toma tu lecho y anda” porque la sanidad física del paralítico puede ser analizada empíricamente. Si Jesús no hubiese sanado al paralítico, sería facilismo demostrarlo. Los enemigos del Señor señalarían al paralítico diciendo: “Allí sigue en su lecho, no puede andar. ¿Veis? Jesús de Nazaret, el hijo del carpintero, es un impostor, un charlatán”.
Entonces, ¿qué hace Cristo?
¿Acaso Jesús anima a sus seguidores a creer en Él por medio de un salto ciego al abismo del irracionalismo? ¿Exige la fe cristiana una negación total de la esfera empírica como propuso nuestro querido hermano Kierkegaard? ¡De ninguna manera!
Jesús conecta su pretensión de verdad teológica (“Tus pecados te son perdonados”) con el mundo científico, empírico, verificable (“Levántate, toma tu lecho y anda”).
Demuestra el Señor que es digno de confianza en cuanto a sus afirmaciones religiosas por la sencilla razón de que exhibe su poder de forma poderosa en la historia literal. Puesto que Cristo sanó al paralítico, podemos creer lo que afirma acerca de sí mismo en la esfera teológica.
Así se cumple Marcos 2:10, “Pues, para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados, a ti te digo: Levántate, toma tu lecho y anda”. Sabemos que tiene poder para perdonar porque sanó al varón afligido.
Bibliología
Ahora bien, ¿qué tiene que ver este episodio con la bibliología contemporánea?
Una bibliología evangélica que divorcia lo subjetivo (las pretensiones teológicas) de lo objetivo (lo empíricamente demostrable) es necesariamente falsa. Se trata de la resurrección de las religiones esotéricas de Grecia y del lejano Oriente que dependen exclusivamente de pretensiones teológicas sin evidencias empíricas.
Este espíritu griego/ oriental –ajeno a la Biblia- se da a conocer mediante una frase empleada muy a menudo en nuestros días, a saber, “Jesús es la verdad, no la Biblia”.
A primera vista, la frase suena bastante evangélica y espiritual. No obstante, viola la cosmovisión del amado Hijo de Dios por ser más filosófica que teocéntrica. Esta aseveración subjetivista presupone que la verdad sea personal; no lingüística ni proposicional.
Antes que nada, es una frase errónea porque implica una falsa alternativa: o Jesús o la Biblia. El protestantismo ortodoxo contesta afirmando que tanto Jesús, la Palabra encarnada de Dios como las Escrituras, la Palabra escrita de Dios, son ambos verdaderos. La veracidad de Jesús no le quita credibilidad a la Biblia.
Segundo, ¿cómo saben quién es Jesús sino es a través de las proposiciones lingüísticas inerrantes de las Sagradas Escrituras? De nuevo, el que afirma que Jesús es la verdad se ve obligado a presuponer la veracidad de la Biblia.
En tercer lugar (y ligado al segundo punto) habría que preguntar a los que sueltan esta frase “Jesús es la verdad, no la Biblia”, ¿por qué hacen caso a lo que dice la Biblia? ¿Se puede creer en una fuente no fiable?
Cuarto, la misma afirmación “Jesús es la verdad” es una proposición lingüística y el que emplea esta frase está convencido de su inerrancia. ¡Menuda contradicción! Y encima, creen que “Jesús es la verdad” porque lo dice así Juan 14:6. Así que creen, por lo menos, en la inerrancia de un solo versículo bíblico. ¡Algo aquí no cuadra!
En último lugar, y de manera bastante irónica, esta escuela se olvida de que el Jesús que se da a conocer en la Escritura creía cien por cien en la inerrancia del texto bíblico.
El Señor afirmó que la Escritura no puede ser quebrantada y que hasta las jotas y tildes importan, es decir, Jesús exaltó la veracidad de las proposiciones lingüísticas del texto bíblico.
Conclusión
Para desarrollar, pues, una auténtica epistemología bíblica; no podemos abrazar esta división contemporánea entre lo subjetivo y lo objetivo. ¿Acaso no nos recordó Kuyper que el Señor Jesús es Rey sobre todas las esferas?
Un cristianismo basado en las nubes de la subjetividad humana comete el antiguo error del docetismo, exaltando la divinidad de Jesús a expensas de su humanidad. Y como bien dice el apóstol Juan: “Todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios” (1 Juan 4:1).
Haríamos bien en aplicar este mismo principio a la bibliología contemporánea.
La Biblia no nos permite separar lo histórico de lo teológico. Así que, cuando las Escrituras nos hablan sobre la historia, son plenamente inspiradas por Dios. Y cuando las Escrituras nos hablan sobre la teología, son plenamente inspiradas por Dios.
Al fin y al cabo, si producimos una dicotomía anti-escritural entre lo empírico y lo subjetivo, el pobre paralítico se queda paralítico…
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