Como canuto, tengo una ilusión, que no es quimera inalcanzable sino algo que días más días menos, será una realidad.
El sábado desayunamos con los Chalchaleros. Y mientras le entrábamos con furia al café con leche y al pan con mantequilla, nuestros queridos trovadores argentinos nos brindaban, de entrada, su famosa e inmortal samba, “Sapo cancionero”.
La hemos escuchado cientos de veces pero no nos cansamos de oírla. Y se nos ha quedado pegado en la retina mental aquel verso, tremendo en contenido emocional e incluso espiritual: (*)
Sapo cancionero
Canta tu canción
Que la vida es triste
Si no la vivimos con una ilusión.
Hay diferencia entre ilusión y quimera. Ilusión es “esperanza, con o sin fundamento real, de lograr o de que suceda algo que se anhela o se persigue y cuya consecución parece especialmente atractiva”. Quimera, en cambio, es “sueño producto de la imaginación y que se anhela y se persigue pese a ser muy improbable que se realice”.
Un día de estos tuve que contestar un cuestionario que incluía la pregunta: “Si usted tuviera un día libre, ¿qué le gustaría hacer?” Mi respuesta instantánea fue: “Iría en un viaje de ida y vuelta a las estepas del Asia Central” (Alexander Borodin, otro genio al que espero encontrar en el cielo). Lo primero es una quimera; lo segundo, es una ilusión.
¿Recuerdan uno de mis primeros escritos que titulé: “El canuto Orellana”? Siempre me he sentido honrado de que se me identifique como canuto. (**)
Pues, como canuto, tengo una ilusión, que no es quimera inalcanzable sino algo que días más días menos, será una realidad.
Jesús dijo: “No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar. Y, si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté. Ustedes ya conocen el camino para ir adonde yo voy”.
Creer esto es una ilusión con la que viviendo día y noche, se derrota la tristeza.
“Ustedes ya conocen el camino” dijo Jesús. Todos conocemos el camino solo que algunos hemos entrado a él y otros se resisten a hacerlo. Los primeros viven con una ilusión; los segundos, con una quimera.
(*) Bart Campolo, en el libro que escribió con su padre, Tony Campolo y que pronto estará en el mercado, dice que una de las recomendaciones que se les hacía a los jóvenes del grupo cristiano al que pertenecía tocante a la música que escucharan era que debía tener que ver con Dios. Hay música que sin ser religiosa, tiene que ver con Dios (el “Sapo cancionero” por ejemplo); y hay música que —sin proclamarlo explícitamente— tiene que ver con Satanás.
(**) Lo de “canuto” en el sentido que le estamos dando aquí solo lo pueden entender los chilenos. Fue un mote despectivo que nos endilgaron los catolicorromanos, allá por mediados del siglo diecinueve. Por esos entonces se apareció por las calles de Chile un ciudadano español de nombre Juan Bautista Canut de Bon. Fogoso predicador callejero cuyo mensaje era la salvación mediante la fe en Jesucristo. No predicaba contra la Iglesia Católica, aunque indirectamente sí lo hacía. A los católicos chilenos, con fuerte influencia española, no les causó ninguna gracia que este Canut de Bon —que como buen español “tenía” que ser católico— le estuviera haciendo la competencia. Y, como era de esperar, trató de acallarlo, lo que lejos de conseguirlo, lo transformó en todo un personaje nacional. Esto, más el éxito que fue consiguiendo con su prédica, hizo que muchos chilenos abandonaran el catolicismo y se empezaran a agrupar en congregaciones evangélicas. A estos seguidores de Canut de Bon se les empezó a llamar canutos, mote que –si bien ha permanecido hasta ahora--- en el camino perdió su tinte despectivo transformándose con el tiempo en una especie de «sello de autenticidad» en cuestiones de fe y práctica. Cuando yo llegué al mundo, ya pocos se sentían molestos por el sobrenombre. Hoy día, menos aún. De ahí que mi “canutismo” sea algo que me honra. Canut de Bon había nacido en Valencia, España, el 30 de septiembre de 1846 y murió en Santiago de Chile el 9 de noviembre de 1896. (Wikipedia).
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