Cuando Jesús vino presentando una visión de Dios que no encajaba con sus expectativas, estos líderes determinaron que Él no era auténtico.
Los relatos de los testigos presenciales en el Nuevo Testamento muestran que los espectadores de Jesús del primer siglo buscaban a un Mesías que cumpliera con lo que los profetas del Antiguo Testamento habían predicho.
Esperaban que Él les librara de sus enemigos. También creían que Él mostraría el carácter y el poder del Dios de Israel.
Sin embargo, también había algunas cosas que no estaban buscando. No esperaban que su largamente esperado Libertador avergonzaría y enfurecería a un gran número de sus líderes religiosos. Tampoco esperaban que Él les mostrara cuánto malinterpretaban a su Dios y su actitud hacia la ley moral.
El Antiguo Testamento tenía mucho que decir acerca del Siervo venidero del Señor que expresaría el sentir y el poder de Dios. De hecho, uno de los pasajes clave del Antiguo Testamento que describe la misión del Mesías prometido era un texto que Jesús reclamó como suyo cuando predicó en la sinagoga de su pueblo natal, Nazaret. Lucas lo describió de esta manera:
Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El espíritu del Señor está sobre mí por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros (Lucas 4:16-21; compárese con Isaías 61:1-2).
Luego dijo Lucas: «Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca» (v. 22). En los días que siguieron, aquellos que escucharon a Jesús siguieron percibiendo la verdad que Él les enseñaba (Lucas 20:21).
En las aguas de Galilea, le vieron calmar una rugiente tormenta de tal modo que «temieron con gran temor y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?» (Marcos 4:41).
Cuando la gente le vio dominar a demonios, «se maravillaba, y decía: Nunca se ha visto cosa semejante en Israel» (Mateo 9:33).
Las multitudes vieron a un hombre que respaldó sus palabras con el poder y la autoridad de Dios. Mateo escribió:
Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo (Mateo 4:23).
De muchas maneras, las personas que vieron a Jesús presenciaron lo que debieron haber estado esperando del Mesías:
El Antiguo Testamento había hablado claramente al pueblo de Dios acerca de su carácter y su poder -y el Jesús que el pueblo vio mostró verdad y poder de maneras tan irrefutables que las personas se maravillaban ante lo que Él hacía y decía. Lo que vieron y escucharon les debía hacer pensar intensamente en aquello que entendían que debía esperarse de Dios y su Mesías.
Así que, si Jesús les mostró lo que estaban buscando, ¿por qué no le reconocieron? ¿Acaso fue tan solo porque Él les dijo que no estaba listo para librarles de la opresión política de sus enemigos? ¿Acaso fue porque les dijo que tenía que sufrir y morir por sus pecados? ¿O acaso se debió más a su propia ceguera?
3. Por qué no podían ver
El Antiguo Testamento le había dado al pueblo judío abundante información para prepararlo para la llegada del Mesías. Así que, ¿por qué no le vieron claramente?
La razón para su falta de conexión puede servir como una advertencia para todos nosotros. Sospecho que el problema no era simplemente de perspectiva sino de presuposiciones. La realidad es que en la mayoría de los casos no comenzamos con una hoja de papel en blanco. Llegamos al momento de tratar un asunto con toda una vida de ideas acumuladas a partir de nuestra experiencia, nuestra cultura, nuestros orígenes y nuestra formación, que desarrollan prejuicios en nuestro pensamiento y limitan nuestra visión.
Claramente, este problema causó un gran impacto en la capacidad de los líderes religiosos del primer siglo de modo que no reconocieron que Jesús era su Mesías. A pesar de las enseñanzas inalterables de Moisés y los profetas, lentamente habían añadido una complicada tradición oral a lo que en realidad decían las Escrituras. Muchas de estas añadiduras a la ley parecían, a simple vista, dar honra a las Escrituras. Pero demasiado a menudo los cambios se centraban más en aspectos de conformidad externa que en el corazón y espíritu de la ley.
El resultado fue que los líderes religiosos de Israel encontraron maneras de excusar sus propios motivos equivocados centrándose más en lo ritual que en lo espiritual. Muchos gradualmente asumieron que podrían estar bien con Dios bajo sus propios términos y con sus propias fuerzas.
Este tipo de pensamiento está vivo y coleando hoy en día. Lo que vemos está de muchas maneras predispuesto por lo que queremos ver. El resultado de esos supuestos es predecible y podría expresarse por medio del «principio de la cercanía». Este principio establece que, cuanto más cerca estemos de Dios, tanto más conscientes estaremos de nuestro propio pecado, debilidad y flaqueza. Sin embargo, de manera inversa, cuánto más lejos estamos de Dios, tanto más claramente vemos el pecado, la debilidad, y la flaqueza de los demás.
Vemos un ejemplo de este principio en el rechazo a Jesús por parte de los líderes religiosos. Con repercusiones que ellos mismos no veían…
Cuando Cristo vino como el Rescatador, ellos no vieron la necesidad de ningún tipo de rescate personal. De hecho, no estaban buscando perdón personal ni misericordia. Querían a un Mesías que les confirmara e hiciera cumplir las normas que ellos erróneamente pensaban que podían alcanzar.
Cuando Jesús vino presentando una visión de Dios que no encajaba con sus expectativas, estos líderes determinaron que Él no era auténtico.
Como resultado de ello, cuando Jesús vino presentando una visión de Dios que no encajaba con sus expectativas, estos líderes determinaron que Él no era auténtico. Trágicamente, sus suposiciones carecían de toda base desde una perspectiva eterna.
En su papel como «la imagen del Dios invisible» (Colosenses 1:15), Jesús presentó una visión del Padre que no era sino lo que las Escrituras les enseñaban a los israelitas de lo que habían de esperar. Y, sin embargo, lo que vieron les sorprendió. Era una perspectiva que continuamente desconcertaba a la gente -y sigue haciéndolo hoy. ¿Por qué? Porque Jesús no solo reveló el carácter y el poder de Dios, les reveló a los judíos (y a nosotros) el corazón de Dios. Él vino para proveer el perfecto equilibrio entre la gracia y la verdad a una generación que erróneamente pensaba que podía manejar la verdad y que no necesitaba la gracia de Dios. Es por eso que lo que vieron en Cristo les causó semejante sorpresa.
(Continuaremos en próximos artículos.)
(Artículos extraídos y adaptados del librito El lado sorprendente de Dios, escrito por Bill Crowder y publicado por Ministerios Nuestro Pan Diario en su serie Tiempo de Buscar. Puedes encontrar este y otros libritos sobre diferentes temas en: http://nuestropandiario.org/2009/09/serie-tiempo-de-buscar/
El link para la descarga de este librito en concreto es: http://d254u7jd4zosxo.cloudfront.net/files/2011/01/G2254_Surprising_ESP.pdf?7489a8
Si deseas más información, puedes escribirnos a [email protected].
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