Los talentos

En la parábola de los talentos vemos cómo un hombre dota de unos bienes (talentos) a cada uno de sus siervos, según la capacidad de cada uno. Y así es Dios; no te va a pedir más de lo que tienes pues conoce tus límites. Dos de estos siervos no esconden sus talentos, sino que los invierten para obtener rentabilidad. El tercer siervo tiene miedo y por ello lo esconde para no perderlo. Eso nos puede pasar a ti y a mí con nuestros talentos. A veces el miedo a perder, hacer el ridículo, parecer orgullosos, nos hace desistir, paralizarnos… La verdad es que de nada sirve un talento si no es para hacer bien. Si no va acompañado de pasión, de espíritu de lucha, de perseverancia, de agilidad. 

Muchas veces, Dios no medirá nuestros logros en productividad, mas sí en fidelidad. Y nos dirá que en lo mucho o en lo poco hemos sido fieles o infieles.  Diligentes o negligentes en el día a día de nuestra vida en Su Reino, que ya está aquí y ahora y que luego será en toda su plenitud. Y mientras esperamos, Dios nos llama a servirle. ¡Qué privilegio y honor! No hemos hecho nada para merecer este regalo pero Él nos valora.

¿Cuál es nuestra respuesta a tanta consideración? ¿Somos diligentes al servirle? ¿Lo hago buscando la excelencia haciendo todo como para Él y no para los hombres?

Empecemos el curso reflexionando cómo estamos ejerciendo nuestros respectivos ministerios, dentro o fuera de la iglesia. Si hemos caído en la rutina, el cansancio. Si hemos perdido la pasión.  Reflexionemos…  Tal vez estamos malgastando nuestros talentos o los estamos invirtiendo en el lugar equivocado y no vivimos con gozo el desempeñar nuestro papel en el Reino. Hace poco alguien me recordó que el Espíritu es el que nos da el entendimiento para captar la verdad del Evangelio, y el que convence de pecado, de justicia y de verdad.  Además,  es el que interviene en el proceso de santificación del creyente. Éste recibe el regalo de los dones para crecer en el amor de Dios y en la unidad. 

Como dice en 1 Co. 12. 7, "a cada uno le es dada manifestación del Espíritu para provecho". Con certeza Dios espera que le demos lo mejor de nuestros dones en el desarrollo de nuestro servicio para Él. Debemos ser los Arquipos a quienes el apóstol Pablo dice: Mira que cumplas el ministerio que has recibido del Señor.  Como si estuviésemos cumpliendo con nuestro servicio secular en una empresa, en el Ayuntamiento, en un colegio, una guardería, en El Corte Inglés, o en  la Universidad... La recompensa será infinita, por toda la eternidad.

En estos días he estado reflexionando que todo lo que tecleo lo he ido aprendiendo con la práctica; no sé si ha sido lo correcto pero se me presentó así, a pesar de los fallos que tiene esto. Mirando desde abajo me he respondido mejor a la pregunta de por qué Jesús bajó a la tierra como uno más, se encarnó. Porque algo que he aprendido es que Dios trastoca mis planes cuando lo considera pertinente. 

Sobre ello he leído unas líneas en el libro Vida en comunidad de D. Bonhoeffer, quien dice: "... Debemos estar siempre dispuestos a aceptar que Dios venga a interrumpirnos. Repetidamente, incluso a diario, se cruzará en nuestro camino y trastocará nuestros proyectos humanos con sus propias exigencias. Absortos en nuestras importantes ocupaciones diarias podemos pasar de largo como hizo el sacerdote ante el hombre que había caído en manos de los ladrones... quizás también enfrascados en la lectura de la Biblia. De este modo pasamos de largo  ante el signo que Dios ha erigido bien visible en nuestra vida para mostrarnos que lo que cuenta no es nuestro camino sino el suyo". 

A veces, cuando pensamos prepararnos para algo que nos consideramos aptos, de pronto te encuentras siendo un parche o un sustituto hasta que llegue el titular, o sembrando algo para luego dejar la cosecha en manos de otros. Justo cuando piensas extender tu tienda y clavar muy bien las estacas, toca despedirse y enrumbar hacia otros lares. Tus planes no eran Sus planes. Así es el camino.

Ahora me toca reforzar la teoría. Quizá por eso en el camino encontré un letrero que decía: "Stop, cambia de carril". Eso digo yo. Pero siempre atenta por si hay una contraorden.

Os dejo otras palabras escritas por  Bonhoeffer en el libro arriba citado: "La comunidad no necesita de personalidades brillantes sino de fieles servidores de Jesucristo y de sus hermanos: y no está falta de los primeros sino de los segundos. Por tanto ella no entregará su confianza más que a aquel que quiere ser un simple servidor de la palabra de Jesús...". Me lo pone re-difícil.