Adoptamos lo más cómodo del tratamiento: tirar la toalla, abandonar la lucha, darle al palique, decirle a otros que sólo nos fiamos de los síntomas que hemos manipulado.
Una de las cosas que menos me gustan y consideradas por el “CARISMA COMPLEX BIBLICUS” aún menos, en nuestro tiempo, es la tendencia a confundir el diagnóstico con el tratamiento. Hablas con la gente y, quien más, quien menos, todos saben perfectamente qué tripa se le ha roto a nuestro mundo, otros a su Iglesia y te dicen con exactitud cuál es tu enfermedad. Claro, que a estas alturas, pido al Médico Divino que me libre de aplicar el tratamiento que te recetan.
Voy a ver si algo aclara el prospecto antes de empezar a tomar el medicamento. Los farmacéuticos, que son algo así como la quinta esencia de la consejería médica, recomiendan no hacer caso de los “chismes destructivos de la salud” de los inventores de soluciones que ofertan ciertas redes sociales, de vecindarios, de los que hablan pero no saben ni hacen. Hay cotilleos que han herido comunidades, creado toxicidades. El chisme es como un virus, si no lo atajas al primer brote, mejor no escuches. Muchos no repiten los chismes que oyen; algunos los amplían. Algunos psicólogos, tratando de suavizar el acoso sexual tan popular cada día, incluso en fiestas en nombres de santos, dicen: como españoles hemos padecido años de represión sexual. Y un poco, posiblemente, aciertan. Pero lo malo, es que para tratarlo dicen: “hay que dar ahora sexo a manta” ¿y cuál es el resultado? que quitan a los españoles el valor del autocontrol y lo sustituyen por la obsesión por el sexo. Algo así como si el médico dijera: “voy a cambiarle a usted ese horrible dolor de cabeza por un precioso dolor de muelas” o como si te quitaran un catarro inyectándote virus de sarampión. Les suena: “te digo esto, porque lo sé de buena tinta”, no se envenenen, desintoxíquense. Las personas que son capaces de sonreír y expandir lo que creen es una anomalía, son las que ya han pensado a quién echarle la culpa.
Eso ocurre en muchísimos campos de la vida. Un día un joven dice: “me siento mal, mis padres no me entienden”; su diagnóstico, su tratamiento: “me voy de casa”. Un creyente le dice a otro: “yo en la Iglesia me aburro”, su diagnóstico, su tratamiento: “la dejo”. Un feligrés comenta con otro: “mis líderes me han decepcionado”, su diagnóstico, su solución: “me inhibo de todo lo común, lo social, lo proyectado”. Un adolescente arguye: “el futuro está muy difícil para los jóvenes”, su diagnóstico, su solución: “no estudio ¿para qué?”.
En todos estos casos y más, el tratamiento CARISMA COMPLEX BÍBLICUS es lo contrario: si algo va mal, tendré que tomar la medicación adecuada, tendré que trabajar más, intentarlo otra vez. Pero adoptamos lo más cómodo del tratamiento: tirar la toalla, abandonar la lucha, darle al palique, decirle a otros que sólo nos fiamos de los síntomas que hemos manipulado.
El problema se complica cuando no reconocemos los efectos adversos, cuando confundimos la naturaleza humana con sus enfermedades, sus desviaciones. El CARISMA COMPLEX BÍBLICUS distingue muy bien entre naturaleza humana y enfermedades, y su tratamiento va en línea de salvación y salud. Siendo que el hombre moderno es incapaz de entender el sobrenatural, esa sí que es una enfermedad de muerte, por lo que la base del proyecto de salud integral, está definido en el plan del Médico Divino: “buscar y salvar” para que una vez encontrado no se deteriore más”. A un hombre no se le puede pedir que vuele, porque eso va contra su naturaleza. Pero a un hombre con el alma dormida lo que tenemos que hacer es despertársela, porque ese sueño del alma es un vicio y no un fallo de su naturaleza.
Por eso, porque existe una buena medicación en el COMPLEX BÍBLICUS no me resigno cuando alguien me dice: “mira, yo nací vago, agresivo verbal, o huraño, o envidioso, o chismoso, o inestable”; entonces, para hacer un buen diagnóstico, término que está formado por el prefijo diag- que significa “a través de”; la palabra gnosis que es un sinónimo de “conocimiento”, y finalmente el sufijo –tico que se define como “relativo a”, le pregunto: ¿estás seguro, de que todo eso es parte de tu naturaleza nativa?; ¿no será más bien una desviación surgida de tu egoísmo o tu comodidad o tu desnutrición del ser interior?
No es difícil hacer el diagnóstico de lo que pasa en el mundo o a nuestra alma. Pero en lo que hay que acertar es en el tratamiento, en los remedios que hay que aplicar. Decir “es que yo soy así”, es un mecanismo defensivo muy conformista, pasivo-agresivo, justificativo de lo mal hecho, de resistencia al cambio, egoísta, y rebelde a la sanidad. Contrarrestarlo no es una tarea fácil, pues en cada interpretación, análisis o confrontación, la persona puede defenderse mediante dicha afirmación. Y el primero de todos los tratamientos siempre es el mismo, hacer caso del Médico, tomar la medicación apropiada: luchar y no resignarse a una supuesta naturaleza desviada.
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