Hubo épocas en que misión y misionero eran una sola cosa. Hoy no se enseñan profesiones para servir hasta dar la vida por los demás. Eso queda para quienes no resisten el llamado de Cristo.
He admirado siempre a los misioneros que envejecían conservando la juventud del primer amor. Doy gracias a Dios por esos hombres y esas mujeres de temple a los que no vi quejarse mientras servían. Siento una gran deuda por lo que significaron y aún significan para mí. No hay sistema que pueda encasillarlos. Hoy por hoy, todo lo que se hace ‘responsablemente’ es a base de fríos cálculos, científicos planes y costosos proyectos. El sistema llega a imponerse a la improvisación; pero, puede matar la creatividad. Nacemos dentro de un sistema, crecemos limitados en él; el primero de todos: la escuela. Y no todo sistema es garantía de equidad, eficiencia y eficacia.
Leía mucho en mi niñez historietas de cowboys, pieles rojas o sioux. Los cowboys sobrevivían en las peleas. Ese era el sistema impuesto por Hollywood. Las películas en blanco y negro del Far-West (Lejano Oeste) estaban entre mis preferidas. Por eso, la historia de este muchacho del Cercano Este no me cerraba. Para ser un héroe, no tenía que morir. Y si lo hacía, tenía que morir de viejo. Pero David Brainerd ¡murió a los 29 años de edad! 1
Del libro ‘David Brainerd, El joven que nunca dejaba de orar’ de Gabriel Edgardo LLugdar 2, adapto algunas selectas partes para continuar esta serie sobre el pensamiento cristiano.
Sexto hijo, de nueve, David tendrá poco que gozar en su infancia; pues cuando tiene solo nueve años queda huérfano de padre, y a los catorce queda huérfano de madre. Su hermana Jerusha, que estaba casada, lo lleva a vivir con ella. Pero, también morirá joven, a los treinta y cuatro años de edad. Lo que se dice, una muy precaria expectativa de vida la suya.
En ese contexto, a los veinte años, David crece en hambre y sed de Dios, lee la Biblia entera dos veces y ella le convence de su pecado y de su necesidad de Dios. Hay en él una consciente incapacidad para acercarse a Dios por sus propios medios; ora, pero no siente esa liberación del alma. Así transcurre esa lucha, hasta que una tarde, el 12 de julio de 1739, caminado y meditando entre una arboleda espesa, una gloria inefable pareció abrirse ante su vista y dentro de su alma. De su diario leemos la descripción de ese sublime momento:
“Era una nueva aprehensión o vista interna que tenia de Dios, como nunca la había tenido antes, y que no era como nada de lo que tuviera el más mínimo recuerdo. Así que me detuve y me quedé de pie, maravillado y admirado. Y mi alma se regocijó con un gozo inefable de ver a un Dios así, un ser divino tan glorioso, y me sentí interiormente complacido y satisfecho de que El fuera Dios sobre todas las cosas para siempre.
Mi alma estaba tan cautivada y complacida con la excelencia, el encanto, la grandeza y las demás perfecciones de Dios, que hasta sentí que era absorbido en Él, al menos al punto de que no pensaba, como recordé al principio, acerca de mi propia salvación, o apenas, que existiera esa criatura que era yo. Así el Señor, yo confío, me llevó a un anhelo de exaltarlo, de ponerlo en el trono y de buscar primero su Reino.” 3
El débil reconoce la fortaleza
Después de esta experiencia, de esta verdadera conversión, David decide entregar su vida al servicio de Dios y entra en el colegio de Yale, a fin de capacitarse para el ministerio. Pero, nunca tuvo una salud robusta, y en el primer año de instituto contrae sarampión, ya para el segundo año da síntomas de tuberculosis. Además de todo esto era muy propenso a la depresión.
"Poco después, en el mes de agosto, me sentí tan débil y enfermo como resultado de un exceso de estudio, que el director del colegio me aconsejó que volviese a mi casa. Estaba tan flaco que hasta tuve algunas hemorragias. Me sentí muy cerca de la muerte, pero Dios renovó en mí el reconocimiento y el gusto por las cosas divinas. Anhelaba tanto la presencia de Dios, así como liberarme del pecado, que al mejorar, prefería morir a tener que volver al colegio y alejarme de Dios.
¡Oh, una hora con Dios excede infinitamente a todos los placeres del mundo!"
En aquella época, uno de los más grandes avivamientos que han existido y al que se le conoce como el Gran Despertar estaba en plena acción. John Wesley en Inglaterra, Jonathan Edwards en Nueva Inglaterra (Norte América) y George Whitefield en ambos continentes, eran los máximos instrumentos de Dios en ese despertar.
El mismo George Whitefield había pasado predicando por Yale, y a su paso había dejado muchos corazones encendidos con el fuego de Dios y con anhelos de una vida espiritualmente profunda. Pero como todo avivamiento trae consigo reforma y división, esta vez hubo partidarios y detractores. Al parecer la mayoría de la dirección del colegio tomó partido por los detractores del avivamiento, al que solo consideraban un “entusiasmo” pasajero.
David Brainerd fue expulsado del colegio. Pasó por momentos de angustiosa melancolía, en donde le era imposible sentir la presencia de Dios, o alentar esperanza alguna de cambio.
Increíblemente esta condición anímica fue usada por Dios para convertir a David, en uno de los héroes de la fe que ha inspirado a miles y miles a través de los siglos porque demuestra la gloriosa verdad de que el poder de Dios se perfecciona en nuestra debilidad, y que cuando nosotros somos débiles, entonces Él es fuerte 4.
Saliendo a servir en total debilidad
Uno de esos terribles momentos de depresión, le sucedió cuando estaba partiendo como misionero hacia los pueblos nativos. Parecía que una vez más el fracaso se ensañaba con él:
“Me sentí como si fuese un criminal ante el tribunal, en espera por su sentencia, con la excepción de que me preocupaba muy poco el camino que tomara mi caso, porque me había sido quitado el temor del infierno casi por completo, si no enteramente. De hecho, prefería ser o sufrir lo que fuera, antes que volver a mi curso anterior de descuido. Toda mi alma estaba indeciblemente desconcertada y perdida en mí mismo, y no conocía nada que pareciera adecuado para hacerme feliz, en caso de que hubiera podido obtener con la mayor facilidad el mejor bien que se me pudiera ocurrir. Y estando tan perdido, me convertí en objeto adecuado para que la compasión de Jesucristo se fijara en mí, puesto que Él vino a buscar y a Salvar lo que se había perdido.” 5
Las anotaciones de su extenso diario dan prueba de la incesante lucha interior de este muchacho que, habiendo puesto la mano en el arado, nunca volvería atrás 6.
Predicase u orase, Brainerd siempre hacía un examen de conciencia:
“Prediqué con alguna dulzura sobre Mateo 6:33. Hubo mucha emoción en la asamblea. Este ha sido un domingo dulce para mi, y, ¡bendito sea Dios!, tengo razones para creer que mi vida se va refinando y haciendo más espiritual por medio de mis últimos conflictos internos.” (12/12/1742)
Su obra misionera
“Cabalgué más de veinticinco kilómetros hasta Montauk, y tuve una sensación de dulzura interior en el camino, pero algo de abatimiento y mortandad después de estar allí y ver a los indios. Me retiré y traté de orar, pero me encontré terriblemente abandonado y me fui, y tuve una dolorosa sensación de mi vileza y mi ruindad” (9/3/1743)
El 1º de abril de 1743, David llega en pobres condiciones anímicas al poblado de los indios Housatonic de Kaunaumeek. Allí permanecerá un año y predicará mediante un intérprete.
“Me levanté temprano por la mañana, salí y pasé un rato considerable en oración y meditación por el bosque. Prediqué a los indios, tanto por la mañana como por la tarde; en particular dos o tres parecían estar preocupados; hablé con ellos en privado; uno me dijo que su corazón había llorado por primera vez desde que me había oído predicar.” (10/4/1743)
¡Oh, si Dios quisiera capacitarme para vivir para su gloria en el futuro!” (20/4/1743)
“La presencia de Dios es lo que quiero. Vivo con un pobre escocés; su esposa apenas puede hablar inglés. ¡Oh, cómo anhelaba que algún amado cristiano conociera mi angustia! Mi comida consiste en su mayor parte en budín, maíz hervido y pan cocido sobre las cenizas, y algunas veces algo de carne y mantequilla. Mi cama es un montón de paja puesto sobre unas tablas, algo por encima del suelo. Mi trabajo es duro y difícil en extremo, viajo a pie una milla y media por caminos pésimos, casi diariamente y otra vez de vuelta; porque vivo a esta distancia de mis indios. No he visto una persona inglesa en todo el mes. Esas cosas y otras circunstancias distintas, no menos incómodas, son todo lo que me rodea.
En cuanto a frutos de mi trabajo aquí, no puedo decir mucho todavía tengo poca experiencia en cuanto a lo que es el éxito para que me sienta consolado. Los indios parecen amables en general y bien dispuestos hacia mí y están muy atentos a mis instrucciones, y parecen deseosos de que se les enseñen más cosas. Supongo que dos o tres están bajo alguna forma de convicción; pero parece que hay poca obra especial del Espíritu divino entre ellos todavía, lo cual me produce muchas horas de desmayo en el corazón.
Algunas veces creo que Dios tiene preparadas abundantes bendiciones para ellos y para mi, pero otras veces me siento completamente abrumado por la angustia.” (30/4/1743)
“Mis circunstancias son tales que no tengo consolación de ninguna clase, excepto la de Dios.
La mayor parte de las conversaciones que oigo son en escocés de los Highlands, o en idioma indio. No tengo a otros cristianos en los cuales desahogarme, o para compartir mis aflicciones espirituales, o para poder tener dulce consejo en conversación sobre las cosas celestiales y unirme en oración conjunta.
Los indios no tienen tierra en que vivir excepto la que los holandeses han reclamado; y estos han amenazado echarlos. No tienen consideración alguna para las almas de estos pobres indios; y por lo que he podido averiguar, los holandeses me aborrecen porque he ido a predicar a los indios.” (18/5/1743)
“Pasé la mayor parte del día trabajando para procurarme algo con que alimentar al caballo durante el invierno. Me veo forzado a ir a buscar el pan que como, hasta diez o quince millas, o enviarlo a buscar; y algunas veces es agrio y mohoso antes de que pueda comerlo, pues debo comprarlo por cantidad. Y luego no tengo ninguno durante días, por falta de oportunidad para enviarlo a buscar, o no puedo encontrar mi caballo en el bosque para ir yo mismo; y éste fue el caso de hoy; pero, por la bondad divina obtuve algo de harina de maíz, con lo que me hice tortas y las freí. Con todo me sentí contento de mis circunstancias y totalmente rendido al Señor. En oración gocé de gran libertad, y bendije a Dios por mis circunstancias presentes, como si hubiera sido un rey; y pensé que me siento dispuesto a estar contento en cualquier circunstancia. ¡Bendito sea Dios!”
(15/8/1743)
“Estuve muy perplejo con algunos holandeses irreligiosos. Toda su conversación se refirió a las cosas del mundo, lo cual era muy fatigoso para mi alma. ¡Oh que infierno sería el pasar una eternidad con hombres así! ¡Oh, cuánto deseo la santidad de ese otro mundo! ¡Dios me prepare para él!” (28/8/1743)
“Pensé regresar al poblado indio, pero hacia la noche sentí un dolor fuerte en los dientes y escalofríos; no pude calentarme ni sentirme confortable en toda la noche que siguió. Seguí con mucho dolor toda la noche, y por la mañana tenía mucha fiebre y dolores por todo el cuerpo. Tuve el sentimiento de la bondad divina, al hacer que este fuera el lugar de mi enfermedad, entre amigos, los cuales fueron muy amables conmigo. Probablemente habría perecido allí, si hubiera regresado antes a mí propia casa en los bosques, vi que había misericordia en medio de la aflicción. Seguí de esta manera, casi siempre confinado en la cama, hasta el viernes por la noche, con fuertes dolores en todo momento, pero, por la bondad divina sin temer a la muerte. Entonces se me hizo clara la extrema locura de los que aplazan el entregarse a Dios hasta hallarse en un lecho de enfermedad, sin duda, este no es un momento para prepararse para la eternidad. Por la tarde del viernes los dolores desaparecieron súbitamente. Estaba débil en extremo, y casi me desmayé pero me sentí confortable la noche que siguió.
“Estas palabras ‘No moriré sino que viviré’ 7 pasaron por mi mente con frecuencia, y pensé que había que celebrar la continuación en la vida sólo en el caso de que pudiera mostrar la bondad y la gracia de Dios.” (20/9/1743)
“Por la mañana tuve un poco de consolación, que vino de la esperanza de ver días gloriosos en la Iglesia de Dios; y pude orar con alguna fuerza y ánimo de esperanza por este día glorioso. Antes del mediodía prediqué de las glorias del cielo; por la tarde, de las miserias del infierno y del peligro de ir allá.” (23/10/1743)
“Después leí la historia de Elías el profeta. Mi alma entonces, exclamó con Eliseo:
‘¿Dónde está el Dios de Elías?’ 8 ¡Oh, anhelaba tener más fe! Mi alma suspiraba por Dios, y le imploré que una porción doble del espíritu que fue dado a Elías pudiera descansar sobre mí. 9
Y lo que constituyó un refrigerio y corroboración divina para mi alma fue ver que Dios era el mismo de los días de Elías.
Nada me parecía demasiado difícil para que Dios no pudiera hacerlo; nada demasiado grande para mí que yo no pudiera hacerlo por Él. Había perdido durante muchos meses toda esperanza de ser un instrumento para hacer algún servicio especial para Dios en el mundo; me parecía totalmente imposible que alguien tan vil pudiera ser empleado en esto por Dios. Pero en aquel momento Dios tuvo a bien reavivar esta esperanza. Y sentí más deseos de ver el poder de Dios en la conversión de almas de lo que había sentido desde hacía ya mucho tiempo. ¡Bendito sea Dios por esta sesión de ayuno y oración! ¡Que su bondad permanezca siempre conmigo y atraiga mi alma hacía él!” (3/11/1743)
En marzo de 1744 la iglesia de Millington, cerca de Haddam, su pueblo natal, le llama para el ministerio, pero él rechazó la propuesta. También la iglesia de East Hampton, en Long Island, una iglesia grande y rica, le hizo una oferta para ejercer el ministerio allí, a la que también rechazó; su vocación misionera podía más que toda oferta de comodidad.
“Me desperté esta mañana en el temor de Dios. Después de levantarme pasé un rato leyendo la Palabra de Dios y en oración. Clamé a Dios bajo el sentimiento de mi gran indigencia. El año pasado deseaba estar preparado para un mundo de gloria y a partir pronto de este mundo, pero últimamente toda mi preocupación, casi es para la conversión de los paganos, y para este fin deseo vivir.
Pero, ¡bendito sea Dios! No tengo deseo de vivir para ninguno de los placeres del mundo que he tenido alguna vez. Anhelo y quiero ser un peregrino, y deseo gracia para imitar la vida, labores y sufrimientos de San Pablo entre los paganos. Y cuando ahora anhelo la santidad, no es ya para mí mismo, como antes, sino más bien para que con ella pueda llegar a ser un ministro competente del Nuevo Pacto 10, especialmente entre los gentiles.” (6/7/1744)
Después de esta síntesis que revela la lucha interior de un joven por ser un siervo útil del Señor, no puedo dejar de hacer esta oración: Padre nuestro, ayúdanos a vivir en Cristo para servir por amor a nuestros semejantes allí donde nos hayas puesto, aún desde la juventud. Amén.
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Notas
Ilustración: una pintura clásica del joven misionero elegido por Dios para darle sentido eterno a su corta vida.
01. Nació en Connecticut, EE.UU. el 20 de abril de 1718 y murió en 1747.
02. www.diariosdeavivamientos.wordpress.com (Todas las negritas son énfasis de este autor)
03. Mateo 6:33.
04. 2ª Corintios 12:9.
05. Lucas 19:10.
06. Ibíd. 9:62.
07. Salmos 118:17
08. 2ª Reyes 2:14.
09. Ibíd 2:9.
10. Romanos 15:16; 2ª Corintios 3:6; Efesios 3:7; Colosenses 1:23-25.
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