Hoy quiero rescatar la labor difusora de la palabra que se hace a través de las revistas, entre ellas, Vínculo.
Hoy quiero rescatar la labor difusora de la palabra que se hace a través de las revistas. Por ello voy a un apartado de nuestra humilde Biblioteca para extraer con nostalgia algunos números de la revista Vínculo, fundada en 1986 por Juan Antonio Monroy y sostenida por algunos donativos y un puñado de suscriptores, quienes, aunque no lo sepan, se convierten en valiosos mecenas para los que se atreven a realizar estas proezas; nunca mejor dicho. Y aclaro que nadie se embarca en ello buscando éxitos personales, o el sobresalir sobre los demás, ya que la mayor parte de las veces se pierde materialmente, pero la ganancia que no se ve, que es leve, muy leve, tiene un eterno peso de gloria.
Si rebuscamos un poco más, descubrimos que además de Vínculo, Monroy también fue Fundador y Director de las revistas LUZ Y VERDAD (Tánger, Marruecos), desde enero de 1956 a abril de 1959; de la revista RESTAURACIÓN (Madrid), desde enero de 1966 a diciembre de 1985; de la revista infantil PRIMERA LUZ (Madrid), desde enero de 1972 a diciembre de 1991; de la revista en inglés EUROPEAN CHALLENGE (Madrid), desde enero de 1988 a diciembre de 1989; de la revista ALTERNATIVA 2000 (Madrid), desde enero 1990 a diciembre de 1999; además, fue Presidente de la revista digital IMAGEN Y COMUNICACIÓN PROTESTANTE (Madrid).
Recuerdo que hace unos buenos años atrás, un hermano de mi iglesia, llamado Antonio, de los más veteranos, y un lector empedernido, me prestó un número de Vínculo al preguntarle sobre su director. Al ojear las páginas de la misma me parecieron interesantes los artículos por la variedad de temas y la abundante información acerca de nuestro entorno evangélico, de mucha actualidad. Y más me impactó ver imágines sobre la amplia obra social que Monroy estaba desarrollando en algunos países de Centroamérica y Asia. Así que los de mi casa nos suscribimos con mucho placer, tanto por la lectura de la publicación como por apoyar la labor de otros. Aunque sea por un tiempo.
Vínculo, revista de religión, literatura y sociedad, contaba con excelentes plumas como la de Manuel de León, José María Martínez, Isabel Pavón, Pedro Tarquis, José Grau, Carlos de la Vega, Juan A. Monroy, Antonio Cruz, Manuel López, Plutarco Bonilla, José Manuel González Campa, entre otros. Recuerdo secciones como la de Héroes de la fe, a cargo de Félix Benlliure, que me permitieron conocer a hermanos que mucho habían tenido que ver con la siembra del evangelio en España y en otras latitudes. Sí, se nos informaba sobre las personalidades de la España evangélica, sobre los últimos libros publicados, así como sobre la existencia y el trabajo que realizan en nuestro país las Escuelas Bíblicas, Institutos, Seminarios y otras instituciones evangélicas dedicadas a la enseñanza de la Biblia y a la formación de pastores. En otra sección llamada "españa evangélica", leí la noticia sobre aquel VII Congreso Evangélico Español", llevado a cabo en 2007, y sobre la exposición fotográfica de Manuel López Rodríguez, realizada en la Casa de Galicia en Madrid. Por Vínculo me informé de una noticia que decía que "El ministro de Justicia se pronuncia sobre la futura ley de Libertad Religiosa". O sobre "Cómo son los evangélicos que vienen a España", o sobre las "Razones del crecimiento protestante". O acerca de un "Homenaje de Nicolás Sarkozy a los protestantes franceses"; sobre la expulsión de misioneras españolas en Marruecos. Sobre un premio literario que recibió Isabel Pavón en Málaga... Por Vínculo supe de la muerte de Loida Vangioni, Elena Acevedo, Dolores Montes, Matilde Tarquis, Antonia Canesa, María Luisa Hidalgo... Y de tantas noticias más relacionadas con la crisis, violencia de género, de eventos evangélicos, obra social, etc. O un interesante artículo titulado "Lutero en España".
A medida que los precios de los alimentos subían, el coste de las suscripciones se mantenían intactas. Todo para que las economías de los lectores no se vieran afectadas. Mientras tanto, seguro que el déficit iba en aumento. Así que un día tuvimos la triste noticia del cese de la revista. Pero lo sembrado queda y de lo demás se encarga nuestro Dios. Sólo Él sabe de los pormenores. Porque quien difunde las buenas noticias no piensa en rentabilidades, incluso puede parecer que está rayando la locura...
Así decía en la contraportada del número 25 de la revista sobre el apoyo a la prensa evangélica:
"Si usted hecha una ojeada al artículo de fondo en este número, el que trata de la llamada guerra de los autobuses, vaya hasta el punto final, denominado UN NUEVO FRENTE ATEO. Allí leerá acerca del promotor de la campaña en el Reino Unido. Cuando a Richard Dawkins, escritor ateo muy conocido en Europa, se le ocurrió contratar el primer autobús, se le planteó el problema del coste. Para el anuncio de un mes necesitaba el equivalente a 6.500 euros. En sólo dos horas recaudó el dinero. Dos días después ya había recibido de los donantes 58.900. Y un mes más tarde le habían mandado 143.000 euros. Al señor Dawkins le sobra el dinero. ¿Se da usted cuenta de lo que hacen los ateos para predicar su incredulidad? Mucho más de lo que hacemos los cristianos evangélicos para transmitir el mensaje de Cristo al mundo. En conversación con editores de revistas evangélicas hemos coincidido, con pena, en el poco apoyo que tiene nuestra literatura. Pastores y otros líderes son quienes menos importancia dan a la página impresa. Y es una lástima. Puede que ellos tengan facilidad para conectarse a Internet, pero miles de miembros de las iglesias carecen de esa posibilidad. VÍNCULO intenta convertirse en una gran revista, que dignifique nuestras creencias y que mantenga informados a los miembros de las iglesias. Pero necesitamos ayuda. La ayuda de usted".
No obstante, he podido comprobar que el final de la publicación de una revista no es una catástrofe y motivo de frustración o desánimo o parálisis, es solo un puente hacia otras formas de seguir sembrando nuestra fe; el germen de nuevas publicaciones, artículos. Temas para hablarles a otros de nuestro Dios. Estímulo para seguir escribiendo. Ánimo para que nos apoyemos los unos a los otros. Ya que solo estamos de paso por este mundo. ¿Acaso no decimos los cristianos que la muerte es el puente de una vida a otra vida mejor?
Recuerdo que dos veces la revista "Sembradoras", que coordino, tuvo un lugar de honor en Vínculo. Dos excelentes reseñas que permitieron recibir alguna llamada pidiendo ejemplares y comunicando que nos incluían en sus oraciones. Una revista hablando generosamente de otra revista, para promocionarla, hacerla conocer. Todo ese compromiso y pasión por el trabajo en la empresa de Dios se contagia. Aun cuando se diga que trabajamos porque no tenemos nada mejor que hacer o para llenar vacíos existenciales. Y la siembra continúa. Y hay vida y más vida.
Y de vida hablaba un editorial de uno de los números de Vínculo, que hoy rescato para que tengáis ocasión de leer, justo en estos días en que se habla de la muerte de Cristo y muchos se entristecen. Y no es para menos. Pero también tenemos motivos para celebración ya que Cristo resucitó, venció a la muerte y nos hizo partícipes de todo ello.
Aquí va el texto:
"LA CULTURA DE LA MUERTE
La vida y la muerte no son dos polos opuestos, sino dos estados conexos. Tiene poco sentido festejar el nacimiento y romperse de dolor por dentro cuando llega la hora del desnacimiento, sea en el tiempo y de la manera que sea. Entre los horrores que la ignorancia impone a los seres humanos, los comportamientos que suelan darse ante la muerte pueden ser contados entre los más sólidos y profundos. Porque la muerte no tiene nada de terrible. Al lado de todos los males que nos flagelan, la muerte es buena. Para el descreído todo acaba a unos metros de profundidad. Para el creyente todo comienza allí. Estar muerto es ser todopoderoso.
En la Biblia la muerte escapa a toda hipérbole sentimental. Es siempre descrita en términos de esperanza: "Yo sé que mi redentor vive, y después de deshecha esta mi piel he de ver en mi carne a Dios" (Job). "El que cree en mí, aunque esté muerto vivirá" (Jesús). "¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?" (Pablo)
La cultura bíblica de la muerte no es pesimista, no es una cultura de punto final, tétrica y desesperanzada. El Nuevo Testamento no contempla la muerte como un fenómeno antinatural al que hay que resignarse sin más remedio como ante lo fatal.
Esta es la impresión que han dado todos los medios de comunicación en el tratamiento a las víctimas del avión siniestrado el 20 de agosto. Televisión, radio y periódicos han insistido una vez y otra, hasta la saciedad, sobre los muertos y las causas de la muerte. Ni este bombardeo mediático ni la comparecencia de los políticos, encabezados por el rey, a los actos de duelo sirven para nada. El muerto va al lugar que Dios le tiene destinado y el vivo queda a solas con su dolor. Toda esta parafernalia fúnebre aparta el alma de las grandes preguntas: ¿Qué es morir? ¿Por qué morimos? ¿Quién ha marcado en nuestra frente la cruz de la muerte? ¿Es la muerte el final de la existencia? ¿Hay vida celestial después de la muerte terrena?
Una sociedad católica, como se supone que sea la española, no está educada para aceptar la muerte con naturalidad. ¿A qué tantos funerales llamados de Estado? ¿A qué tantas misas de difuntos? ¿A qué tanta ropa negra, tantos velos, tanto luto? ¿A qué tantos rostros cicatrizados por el llanto? ¿Sólo hay paraísos terrenales? ¿Y el Edén de Dios, la morada del Dios eterno, donde suben las almas sobre nubes azules y entre cánticos de alegría?
Hay que educar a esta sociedad española, supuestamente católica y como tal desinformada, que la muerte es sólo una partida, un paso del alma desde este lugar a otro. La luz de Cristo expresa la esperanza de la inmortalidad. El alma se libera del cuerpo como esas alas de mariposas que salen de la crisálida para ir a unos retiros misteriosos.
La cultura bíblica de la muerte enseña que Cristo la venció, salvando al mundo al morir Él. La muerte cristiana es conmovedora de grandeza y hermosura. Dios no puede asistir a ninguna muerte humana sin revivir la muerte de Cristo. Después de la muerte de nada valen los duelos, los funerales ni las misas de difuntos. Los que mueren en Cristo son acompañados por Él hasta el mismo umbral de la eternidad".
Espero no olvidar nada de esto cuando haya que pasar por las etapas normales de todo ser humano. Pero con la tranquilidad de aquel que tiene vida eterna. Del que se lo ha creído. Todo un reto.
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