El fanatismo religioso es el pecado más difícil de reconocer. Más cuando esta oficializado por el poder político. ¿Es bíblico obedecer a todo lo que mandan los ‘líderes’ eclesiales, solo por serlo?
Al buscarle título a este artículo recordaba los juegos de palabras que hacíamos en nuestra temprana juventud. En una ocasión un grupo juvenil de la iglesia local íbamos pasando frente a uno de los típicos edificios religiosos de los denominados ‘Santos de los últimos días’1. En medio del diálogo ruidoso uno de los más pillos del grupo exclamó:
‘En realidad, estos son los últimos días de los santos’.
Tras un enorme e incómodo silencio de pocos segundos todos estallamos de risa. Sin embargo, poco a poco volvimos en sí y reflexionamos sobre el asunto.
Ya por entonces percibíamos el abismo que existe entre la santidad de Dios y el uso que de ella hacemos los humanos.
La santidad oficial
A pocos días de que la sociedad religiosa asumida como cristiandad celebre los largos días de ‘Semana Santa’, rescato a uno de los escritores que han desnudado con mayor frecuencia las incoherencias de la práctica eclesiástica en estos últimos años. Por repetida, esta religiosidad hipócrita fue oficializada como días no laborables. Mientras algunos fieles conocen su origen y otros ejecutan macabras ceremonias, la mayoría aprovecha para irse de vacaciones.
El Dr. John White2 es un veterano formador de jóvenes universitarios desde hace muchos años. Puedo dar fe –de primera mano- que este psiquiatra y destacado escritor analiza y expone con responsable profesionalidad y avisada exégesis bíblica asuntos de los que mucha gente habla demasiado y termina diciendo muy poco.
Uno de sus numerosos libros se titula ‘Restauración de los heridos’3, en referencia a la secuela de creyentes maltratados por un liderazgo eclesial que, blandiendo la Biblia, los maneja con irritante autoritarismo.
Escucho cada semana quejas de hermanos y hermanas que revelan hasta qué punto una infinidad de hábitos seculares se han instalado cómodamente en las congregaciones locales.
Paralelamente, la iglesia local peca por programar actividades que terminan ‘disfrazando’ su verdadera misión y desvían a sus miembros del centro que es Cristo.
Escrito con el apoyo del Dr. Ken Blue, colega y prolífico escritor como él, White cita una serie de casos paradigmáticos de la realidad. Sobre ellos desarrolla un estudio bíblico de la santidad y del único camino propuesto para vivir en ella.
Propongo revisar este libro para recibir ayuda para enderezar nuestra vida, la de quien escribe en primer lugar, en aspectos oscuros desconocidos o duros de reconocer en la vida de fe.
La santidad que sana
Autor de otro libro (‘Atrévete a ser santo’), en la obra que estamos comentando dice el Dr. White:
“Este libro nació mientras compartíamos nuestras preocupaciones con respecto a la iglesia. Varias veces descubrimos que nuestras ideas estaban saltando como ranas cada vez que discutíamos lo relacionado con la disciplina eclesial. Más tarde, Ken realizó una investigación en la universidad Regent de Vancouver, Canadá, y los dos hicimos estudios de campo, y discutimos nuestros hallazgos.
El empeño de este libro se relaciona con lo que llamamos disciplina correctiva de la iglesia, el lado desagradable de la disciplina eclesial. La disciplina correctiva de la iglesia sanaría mejor a los heridos y sería menos desagradable si todos tuviéramos un entendimiento más amplio de la disciplina: su valor y su propósito.
La disciplina correctiva comienza a tener sentido cuando se ve en un contexto más amplio. Los cristianos que emprendan la aplicación de la disciplina eclesial; primero deben buscar asesoramiento legal y pastoral con respecto a las implicaciones de cualquier acción que quieran realizar o de cualesquiera declaraciones que puedan hacer. Las acciones y las palabras tienen efectos legales. Los autores aconsejamos que estudien con más detenimiento los materiales que hemos citado y los principios bíblicos que aparecen en el contexto de los problemas específicos.
Ya no es posible negar la necesidad del poder sanador de la disciplina eclesial. Está surgiendo lentamente el cuadro asombroso de una iglesia paralítica y comprometida con toda clase de pecado. Se han probado muchos remedios que han fracasado. Ha llegado la hora de que todos los cristianos ejerzan el costoso amor de la disciplina correctiva de la iglesia, para devolverle a la disciplina el lugar que Cristo le dio.”
Por su parte, Raymond C. Stedman4, como anticipando de qué va ‘Restauración de los heridos’ dice en el prólogo:
“Cuando el apóstol Juan escribió su relato, sobre las últimas palabras que pronunció Jesús en el aposento alto, destacó un hecho diferente del que señalaron Mateo, Marcos y Lucas. Estos enfocaron la última cena. Pero Juan destacó el lavamiento de los pies de los discípulos. Cuando Jesús volvió a sentarse, de una manera impresionante les dijo a sus discípulos:
‘Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros.’ 5
Las palabras que le dirigió a Pedro indican que no quiso simplemente instituir un lavamiento ritual:
‘Si no te lavare, no tendrás parte conmigo’. 6
Pedro entendió instantáneamente que el Señor se refería a algo más que al simple hecho de no tener los pies lavados. Con su característica impetuosidad, Pedro exclamó:
‘Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza.’ 7
El significado simbólico de ese acto queda claro en la respuesta de Jesús:
‘El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos.’ 8
Posteriormente agregó:
‘Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.’ 9
Esas palabras echan sobre nosotros la responsabilidad de ayudarnos los unos a los otros a mantener limpia nuestra vida diaria. ¿Qué perdemos cuando no las obedecemos? Perdemos
el sentido del compañerismo con Jesús (una ‘parte conmigo’) y cosechamos una relación restringida los unos con los otros (‘vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros’).
El hecho de no observar la acción de la disciplina amorosa y bíblica los unos para con los otros da como resultado debilidad en nuestra adoración y lucha en el cuerpo de Cristo. Afortunadamente, todavía es cierto:
‘... porque vendrá el enemigo como río, mas el Espíritu de Jehová levantará bandera contra él.’ 10
El pueblo de Dios está descubriendo de nuevo la creciente vitalidad y las relaciones amorosas que produce la cuidadosa disciplina bíblica. He visto eso personalmente.
La iglesia en todas partes debe aceptar con profunda gratitud el estudio bíblico, cuidadoso, completo y espléndido sobre la disciplina eclesial que nos ofrecen John White y Ken Blue. Es el mejor que haya visto jamás. Su espíritu es amoroso y sensible; sin embargo, refleja una erudición meticulosa respaldada por estudios de casos prácticos actuales.
Todo el que esté enfrentándose a la necesidad de lavar humildemente los pies sucios de un hermano o de una hermana recibirá ayuda de este libro.”
Si bien un prologuista nunca hablará mal del libro que prologa, las virtudes de sus autores dan la razón al ya promovido pastor Stedman.
Adelantando la próxima nota, cito un párrafo inicial del capítulo 16: ‘Cuando los líderes cometen errores’11:
“El poder político florece entre las iglesias y organizaciones cristianas. Algunas veces se usa con bondad y otras veces alardeando con crueldad. Sin embargo, la iglesia no debe politizarse como se politiza el mundo, sino encarnar los principios del reino de Dios.
Aunque todos los líderes cristianos concuerdan en que son responsables ante Dios, hay menos unanimidad con respecto a si deben ser responsables ante las personas que dirigen. Ciertamente hay pocas personas que pudieran ser más perjudiciales y mortales que los líderes cristianos que le dan lugar a Satanás, sobre todo cuando se sienten ‘atacados’".
Podemos concluir esta nota diciendo que el Señor de la iglesia espera que nosotros hagamos como Él. Que no imitemos por imitar; no repitamos actos simbólicos, sino practiquemos su enseñanza. Pablo lo comprendió siendo un empedernido religioso cuando recomendó a sus admiradores:
‘Sed imitadores de mí, como yo de Cristo’. 12
Lo haremos si reconocemos que necesitamos mantener intacto el lavacro de la sangre vertida en la cruz por nosotros una vez y para siempre. Entonces podremos pedir valor para perdonar a los que nos ofenden, lavarles los pies, ir hacia ellos sin esperar que primero vengan a pedirnos perdón.
En la segunda nota sobre este libro veremos lo que sus autores recomiendan a los que desean ser santos todos los días de cada semana, mes y año. Será hasta entonces si el Señor lo permite.
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Notas
Ilustración: típica procesión de la iglesia católica romana (ICAR) española, con su asombrosa cultura sincrética ritual.
01. Refiere a la herejía mormona disfrazada bajo el nombre ‘Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días’.
02. El autor, nacido en Inglaterra (1924) se radicó en Canadá donde vive con su familia. Es autor de numerosos libros y ha contribuido a la formación teológica de muchos universitarios con el movimiento Compañerismo Internacional de Estudiantes Evangélicos (IFES en inglés). Ha viajado extensamente por países hispanoamericanos.
03. El título original es ‘Healing the wounded’, editado por InterVarsity Press, EEUU. ISBN 0-8297-0398-5
© 1985. Traducido por M. Francisco Liévano R. 1991 EDITORIAL VIDA. Cubierta diseñada por Ana Bowe
04. Raymond Charles Stedman, (1917-1992) fue pastor por muchos años en Palo Alto, California, EEUU y escritor de gran cantidad de libros cristianos evangélicos para fomentar el estudio bíblico.
05. Juan 13:14.
06. Ibíd.8.
07. Ibíd.9.
08. Ibíd.10.
09. Ibíd.17.
10. Isaías 59:19.
11. Obra citada, página 201.
12. 1ª Corintios 11:1; y también Filipenses 3:17.
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