El motivador libro ‘Paz con Dios’ (1953) del Dr. Billy Graham me llegó de regalo al finalizar la Escuela Dominical. Leerlo me ayudó a entender verdades eternas para el día a día.
Iniciada en enero de 2016, la serie de libros que influyeron en la formación de mi pensamiento cristiano incluye hoy a la octava obra, cuyo autor es el nonagenario y muy conocido evangelista y escritor norteamericano William Billy Graham 1.
Su reiterada lectura fue modelando mi temprana formación, no solo por la claridad expositiva - que hasta un púber como yo podía entender - sino por la fuerza transmitida en él por un autor cuya vida fue consagrada a Jesucristo desde la universidad.
El autor propone un diálogo directo con el lector. Discurre acerca de la paz tan vapuleada por gurúes, chamanes y mentalistas orientales; para no mencionar a tantos predicadores que la ofrecen a cambio de multimillonarios ingresos; embusteros que ponen un alto precio a la paz que ni siquiera ellos poseen.
He aquí una síntesis del último capítulo de este libro que tantas veces como se lea nos transportará a la Biblia, Palabra de Dios. En cada párrafo de su amplio repertorio el predicador nos ofrece una larga lista de verdades eternas que desafían nuestra inteligencia, sentido común y voluntad. Comienza diciendo:
“Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.” 2
Conozco personas que podrían ofrecer un cheque de un millón de dólares a cambio de tener paz. Millones la buscan. Cada vez que se acercan a la paz que tú has hallado en Cristo, Satanás les desvía, les ciega, les engaña para que la pierdan. Pero tú la has hallado. Es tuya para siempre. Has descubierto el secreto de la vida.
Hay aún muchas cosas que no comprendes. Hay aún muchos misterios, numerosos problemas que te desconciertan. Pero, en tu fuero interno, el reposo y la paz profunda te procuran una vida de confianza. Has hallado en el ideal cristiano ventajas que desafían todos los conceptos filosóficos. El materialismo, el comunismo, todas las demás ideologías no pueden compararse con lo que Cristo ofrece. El doctor Thiessen 3, en su obra sobre la Ética Cristiana, enumera ciertas ventajas que mencionaremos aquí.
Primeramente, la adopción. En el momento en que aceptaste a Jesucristo como tu Salvador personal, fuiste adoptado en la familia de Dios. Ahora eres hijo. Tienes ciertos privilegios y responsabilidades que sólo la familia real puede conocer. Por tus venas circula la sangre real mediante la adopción. Fuiste constituido miembro de la familia del Rey de reyes y Señor de los señores.
Segunda, recibes una herencia. La Biblia enseña que cuando naciste de nuevo, tu posición en Cristo te convirtió en alguien que cohereda con Él. Ya heredaste todas las cosas.
Tercera, posees paz. Podemos experimentar la paz únicamente cuando recibimos el perdón divino, cuando nos reconciliamos con Dios y tenemos armonía interior con nuestros prójimos y especialmente con Dios. “No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos.” 4 Por medio de la sangre de la cruz, Cristo firmó la paz con Dios a nuestro favor. Él mismo es nuestra paz. Si mediante la fe le aceptamos, somos justificados por Dios y conocemos la serenidad interior, que el hombre no alcanza por ningún otro medio.
Cuando Cristo entra en nuestro corazón, estamos libres de la obsesión del pecado. Purificados de todo sentimiento de comunicación, erguimos la cabeza, seguros de que podemos mirar de frente a nuestros prójimos. “Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, aun a sus enemigos pacificará con él.” 5 Aún más importante, sabemos que podemos comparecer ante Dios en la hora de la muerte, con esa misma paz y seguridad.
La cuarta ventaja que se deriva del conocimiento de Cristo es la vida espiritual. En su estado natural, ningún individuo entiende todo el alcance de su iniquidad pasada, pero sí se da cuenta del estado mortal de su alma. Los que no están familiarizados con los términos teológicos, tal vez no puedan expresar sus pensamientos de esta manera, pero no son menos conscientes de ello. Aun la persona no regenerada se admira, a veces, de su indiferencia respecto del bien y del mal.
Se siente turbada al ver con qué facilidad, frente a flagrantes injusticias, acepta los compromisos y se declara favorable a la causa provechosa antes que a la causa justa.
Aun el pecador más empedernido pasa por momentos en que anhela ser mejor. El criminal más insensible y la prostituta más desvergonzada son conscientes de un anhelo profundo hacia el bien. Los hombres y las mujeres no convertidos que tratan de llevar una vida honesta se resienten de una manera punzante al comprobar cuán alejados permanecen de su propósito.
Lo trágico es que muchos de ellos ni siquiera saben que su fracaso se debe a que están muertos en pecados y transgresiones, y que para que puedan vivir según las leyes espirituales, es preciso que reciban vida por medio de Cristo.
Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” 6 San Pablo declaró: “De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” 7
El nacer de nuevo en Cristo significa nacer para nuevos ideales, nuevas aspiraciones, nuevas esperanzas y nuevas capacidades de alcanzar metas nuevas y flamantes. Cristo, como Señor y Maestro, te ha dado una nueva vida. Has nacido de nuevo.
Quinta, la persona convertida conoce el gozo del compañerismo cristiano. La soledad es uno de los grandes terrores, de las grandes tragedias de la Humanidad. Cuántas veces hablamos de sentirnos solos en medio de un enorme gentío. Cuántos hombres y cuántas mujeres han experimentado una sensación de mayor soledad en una gran ciudad que andando por un camino solitario en el campo.
Cuántas veces deseamos tener a alguien que pueda comprender y participar de nuestros sentimientos más íntimos, alguien con quien hablar, que vea la vida como la vemos nosotros, que esté impulsado por los mismos motivos, que juzgue conforme a los mismos valores.
Cuando encontramos uno que habla nuestro mismo idioma realmente repetimos el anhelo que el Salmista expresara: “Mira a mi diestra y observa, pues no hay quien me quiera conocer; no tengo refugio, ni hay quien cuide de mi vida.” 8
Tú has encontrado en Cristo el único amigo que comprende todos tus pensamientos, y cuando la comunión con Él se convierte en realidad, nunca estarás en soledad. Cuando Cristo ocupa en tu corazón el lugar que le corresponde, desaparece todo sentido de separación de Dios.
Una vez más estás en la presencia de Dios. Esta comunión es un gozo inefable y lleno de gloria. Ninguna filosofía humana puede dar este glorioso bien.
La sexta ventaja es que, al seguir a Cristo, el individuo recibe una nueva fuerza. Por sí mismos nadie es capaz de alcanzar sus propios ideales. Las leyes mosaicas fueron establecidas como la norma mínima de conducta aceptable para Dios, y tú eres demasiado débil para cumplir esta norma sin otra ayuda.
A través de la historia, el individuo ha tomado muchas resoluciones, con la esperanza de tener la potencia suficiente para cumplirlas, pero en su corazón ha entendido que lo único que puede realizar es una reforma temporal y no un cambio permanente.
Esta debilidad humana es tan palpable que los propósitos del Año Nuevo han llegado a ser una broma mundial, y la capacidad individual para enmendarse sin la ayuda de Dios, han merecido el desdén público.
Solamente por el nuevo nacimiento en Cristo puede cada persona lograr, no sólo una alteración de su manera actual de vivir, sino la creación de una nueva personalidad.
No hay filosofía humana que pueda lograr tales cambios ni conceder tal fuerza. Esta potencia está preparada para ayudarte en todo tiempo. Dios dijo: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” 9
Cualesquiera que sean las circunstancias, el llamamiento, el deber, el precio o el sacrificio requeridos, la potencia suya será tu fortaleza en la hora de necesidad.
La séptima ventaja es que hay beneficios físicos que emanan de una vida cristiana. El pecado y el sentimiento de indignidad interior alteran el bienestar físico y mental. El sentido de impureza e inmoralidad físicas, el sentido de odio hacia nuestros semejantes, el conocer nuestra propia insuficiencia, la frustración y nuestra incapacidad de alcanzar las metas a que aspiramos, provocan enfermedades físicas y mentales.
El sentido de culpa y de pecado que el ser humano lleva dentro de sí, le hace inepto para el cumplimiento de sus deberes, le enferma la mente y el cuerpo. No fue por casualidad que Jesús combinara las curaciones con la predicación y con la enseñanza mientras Él estaba en la tierra. Existe una relación real entre la vida del espíritu y la salud física y moral.
La paz con Dios, la paz de Dios en el corazón de la persona, y el gozo de la comunión con Cristo tienen en sí un efecto saludable sobre el cuerpo y sobre el espíritu, desarrollando y preservando la fuerza física y mental.
Así, además de la paz interior, Cristo concede al cuerpo, a la inteligencia y al espíritu las mejores disposiciones. Favorece el desarrollo de la vida espiritual. El gozo y la comunión con Él, así como una fuerza nueva, provienen del nuevo nacimiento.
Hay ciertos privilegios especiales que sólo el verdadero cristiano puede gozar. Por ejemplo, el privilegio de recibir la sabiduría divina y de ser continuamente guiado. La Biblia dice: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.” 10
Además, quienes siguen a Cristo gozan de un optimismo verdadero. La seguridad de que, conforme a la revelación divina, todo contribuirá a su bien. Tienen también una visión del mundo. Esta visión descubre el propósito de Dios y el fin hacia el cual todos marchamos.
Nos asegura de que, a pesar de las guerras de unos contra otros, y a pesar de las fuerzas destructivas de la Naturaleza que parecen tenernos en sus garras, Dios todavía está en su trono y lo dirige todo. Satanás mismo se ve limitado por el poder de Dios, y le es concedida la oportunidad de ejercer su influencia maléfica sólo en el tiempo y en la forma que Dios lo estima conveniente.
Las Escrituras nos enseñan que Dios tiene un plan definido para cada época de la historia para cada nación y para cada individuo. La Escritura descubre el plan de Dios para la venida de Cristo, cuando establecerá su Reino, como ya hemos visto. Así, para quienes siguen a Cristo, la vida tiene su plan y la seguridad de que, al fin, Dios triunfará sobre toda injusticia.
Al resumir la superioridad de la vida cristiana sobre todas las demás formas de vida, no podemos silenciar las perspectivas del cristiano para la eternidad. Job dijo: “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?” 11 Y contestó su propia pregunta con estas palabras: “Yo sé que mi Redentor vive, y. al fin se levantará sobre el polvo.” 12
¡Qué perspectiva! ¡Qué futuro! ¡Qué esperanza! ¡Qué vida! No la cambiaría yo por la del hombre más rico e influyente del mundo. ¡Prefiero ser un hijo del Rey, un coheredero con Cristo, un miembro de la familia real de los cielos!
Sé de dónde he venido, sé por qué estoy aquí, sé a dónde voy y tengo paz en mi corazón. ¡Su paz inunda mi corazón y embarga mi alma!
En una pintura famosa la tempestad arreciaba; el mar enfurecido se estrellaba en enormes olas, contra las rocas. Relampagueaba y tronaba, azotaba el viento; pero un pajarito estaba en la hendidura de la peña y dormía profundamente, con su cabecita debajo del ala. He ahí lo que es la paz: ¡poder dormir durante la tempestad!
En Cristo tenemos reposo y paz en medio de las confusiones, extravíos y perplejidades de esta vida. La tempestad azota, pero nuestros corazones reposan. Hemos hallado, por fin, la paz.
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Notas
Ilustraciones: portada del libro y foto del Dr. Graham tomados de páginas web oficiales de su ministerio.
01. El autor nació el 7 de noviembre de 1918 en Charlotte, Carolina del Norte, EE.UU. Tiene 97 años.
02. Isaías 26:3.
03. Se refiere al libro escrito por el escritor Elmer J. Thiessen cuya posición ecuménica ha sido contestada por varios autores y ministerios, además de los miembros del Pacto de Lausana.
04. Isaías 57:21.
05. Proverbios 16:7.
06. Juan 10:10.
07. 2ª Corintios 5:17.
08. Salmo 142:4.
09. Isaias 41:10.
10. Santiago 1:5.
11. Job 14:14.
12. Ibid. 19:25.
13. El autor alude a cierto cuadro cuyo autor representa ‘la paz’ con esa descripción artística.
Aclaración: debido a que en el original en inglés no hay género al conjugarse verbos, se ha modificado la traducción solo para poner en neutro expresiones traducidas en masculino.
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