No es una lección de psicopatología; sino comparar los estudios científicos, y la revelación bíblica.
Podemos considerar, como estadísticamente aceptable, que una de cada tres mujeres padece, a lo largo de su vida, uno o varios episodios depresivos y uno de cada cuatro varones también sufren este tipo de patología psicoemocional o psicopatológica.
Los trastornos psíquicos que padecemos los seres humanos, suelen guardar una relación con la época histórica en la que se está viviendo.
Así en muchos enfermos psicóticos de naturaleza fenomenológica diversa (con trastornos de la percepción de la realidad y del pensamiento: alucinaciones, delirios, trastornos del esquema corporal), su sintomatología guarda relación con determinados personajes que viven en esa misma época o que habiendo vivido en otra, su vida, su pensamiento y su influencia ha llegado hasta los días en que enferma el paciente.
Este es, sin dudas, el caso de los padecimientos depresivos. Vivimos en una sociedad tanática y deprimida, en la que se dan todo tipo de crisis (ideológica, política, económica, moral y espiritual). La crisis, institucionalizada a nivel universal, actúa sobre el fondo endotímico de la esfera de nuestra intimidad y engendra los diversos síndromes depresivos que padecemos.
La etiología (las causas) de las depresiones es múltiple y muy variada. Los agentes que informan el síndrome depresivo pueden surgir de los estratos más profundos de la esfera de nuestra intimidad (estrato inconsciente de nuestra mente) o de las influencias peristáticas procedentes del medio psicosocial en el que vivimos inmersos (Perimundo).
Determinados trastornos somáticos (fisiológicos, bioquímicos, hormonales, etc.) también pueden convertirse en agentes depresógenos que al alterar la homeostasis psico-somática y endógena, de una persona, aboquen su estado anímico al padecimiento de un trastorno depresivo.
No pretendemos dar una lección de psicopatología; sino comparar lo que los estudios científicos, en cuanto a las depresiones, han puesto de manifiesto y lo que la revelación bíblica nos desvela al respecto.
Iremos a lo concreto: La Biblia es un libro que nos habla de Dios y del hombre. Creo que no existe aspecto alguno de la realidad cósmica o humana que este libro no trate. El rey Salomón (científico y teólogo por excelencia) y conocedor de esta realidad. En su búsqueda de una verdadera realización que le permitiera superar su angustia existencial decidió estudiar las enfermedades mentales.
El libro de Eclesiastés, explicita esta experiencia de la siguiente manera: “Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; y conocí que aun esto era aflicción de espíritu. Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade dolor. Eclesiastés 1:17-18”.
Por todo lo anteriormente dicho y para que el lector, no especializado en cuestiones científicas de salud mental y/o en cuestiones de exégesis y hermenéutica bíblica, pueda captar, sin mayores dificultades, mi pensamiento, vamos a dar una clasificación de las depresiones que se me antoja más comprensible y didáctica que otras. Dicha clasificación está abalada por una de las personalidades más destacadas en el campo de la psiquiatría durante el siglo XX y yo me siento muy identificado con la misma.
El Dr. Viktor Frankl, que vivió los horrores de la segunda guerra mundial en un campo de concentración nazi, clasificaba las depresiones de la siguiente manera :
1) Depresiones somatógenas
2) Depresiones psicógenas
3) Depresiones noógenas
Tenemos que volver a recordar al lector, que haya seguido mi pensamiento al tratar el tema de la estratificación o tectónica de la Personalidad, que considerábamos al ser humano como uno en que hay varios, uno estructurado en tres estratos: soma (cuerpo), psique (alma) y pneuma (espíritu).
Por otra parte al estudiar la esfera psicopneumática veíamos que ésta, estaba constituida por tres niveles: el YO (que me permite tener conciencia de una realidad, de manera consciente, y que almacena todo aquello que yo conozco de mi mismo y de mi realidad entornante); el ELLO, ID o INCONSCIENTE que contiene todos los contenidos subliminales que están reprimidos en los estratos más profundos de mi ser y que dirigen mi conducta en más de un 70% de mis acciones, que yo siento, experimento y vivencio, pero que desconozco sus contenidos y solo puedo constatar su realidad, careciendo de poder para manejarlos conscientemente.
Y, finalmente, está como elemento fundamental de nuestro psiquismo el SUPER-YO o CONCIENCIA ÉTICA o MORAL, que corresponde a la conciencia del bien y del mal. Del juego de estas tres instancias psíquicas depende nuestra conducta y nuestra salud emocional, intelectual, espiritual y afectiva.
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