A un republicano

Tal como están las cosas, considerarme viejo (que a mí me gusta más “juventud acumulada”) me parece aún un disparate. Sólo si se identifica la vejez con algo más de serenidad –que aún me cuesta mucho- constante esperanza, vigente comprensión, descubrimiento de lo poco que sé y lo mucho que me queda por aprender, soy viejo. Me respeto desde hace tiempo. Admiro mi trabajo, que sigue apasionándome, aun cuando a algunos apenas interesa. Agradezco mis más de setenta años; me gustaría vivir unos cuantos más, al menos para encauzar cosas que tramo y que otro seguirá. Y aunque me tilden de pedante, bien que signo de mi vejez es que mi vanidad se encuentra en los mínimos, aún me encanta lo que siempre me ha subyugado, el trabajar.

Soy menos ágil y vigoroso, pero cuando abrazo, abrazo, cuando estrecho las manos aprieto de verdad y cuando beso, tomo los brazos con afecto, alguien me ha dicho alguna vez, ya no quedan Pastores como tú, y me echo a reír y, serio, añado: “los hay, pero no se les ve” una buena parte ya están en el Cielo; otros han renunciado, que también es camino de morir. Y ese mismo interlocutor añade: “cualquier tiempo pasado fue mejor” y es que le sale la vena de republicano. No es cierto, comento, como no es cierto que la hierba de ayer sea más verde que la de hoy. Y me provoca oír que ahora la política está hipertrofiada. Si no la hay… se hace politiqueo pero política hacia valores e ideales reales, no la hay. Hay dimes y diretes, corrupciones y cambio de escaños y uniones para aumentar las subvenciones. Honestos principios no es lo que domina: se ejerce una voluntad, unos anhelos de poder y poco más; al pueblo se le comunican decisiones y, aun así, más o menos encubiertas. “La clase política”, “clase” no existe, existen las castas. No existen grandes estadistas y aún menos Cristianos. El que no sirve para cosa mejor se dedica a tareas de gobierno, mejor dicho de administración. ¿Cómo va a haber política sin pueblo? y el pueblo está demasiado desentendido y más influenciado por los medios de comunicación. Nos han desacostumbrado a intervenir, nos han contagiado de dominancia, ni los Protestantes protestamos. ¿Y el Parlamento? ese Órgano político encargado de elaborar, reformar y aprobar las leyes, constituido por una o dos cámaras, cuyos miembros son elegidos por los ciudadanos con derecho a voto, y que está regulado, generalmente, por la Constitución, y cuyos objetivos deben ser el bienestar del pueblo, la justicia, la fraternidad, la igualdad de todos ante la Ley, la Hacienda y la Justicia; excepción hecha de los más de 30.000 aforados, ¿dónde está?, ahora casi todo se urde en restaurantes inspeccionados para que no tengan micrófonos ocultos, con luz artificial, entre pequeñas coaliciones, largos pactos o entre dos jefes de partido, si es que hay más de uno. Todo es confidencial y todo catacumba.

Ahora nos parece el Parlamento una vaciedad: nadie representa a un distrito, sino a un partido. Por él y para él se elige. Las campañas son cada día más una pobre imitación de lo que fueron: las listas bloqueadas las hacen inoperantes y frías, por mucho que se agravien y se contradigan unos a otros; luego ya en la Cámara baja, con saludos, sonrisas y componendas, todos a repartirse el pastel. ¿Dónde está la Política? esa función civil, relativa al ordenamiento de la ciudad o los asuntos del ciudadano, esa rama de la moral que se ocupa de la actividad, en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por personas libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva. Es un quehacer ordenado al bien común.

“Desde el Corazón” veo pactos, secretos, reuniones consensuadas, partidos que recordando los nombres de los del tiempo de Jesús: los F.R. (Fariseos Radicales), Saduceos (Agnósticos de lo Celestial), Herodianos (Partido Oficialista), Zelotes (Nacionalistas a Ultranza), y luego subgrupos de los mismos: Fariseos Sangrantes, Fariseos Fundamentalistas, Saduceos Ateos, Zelotes de Izquierdas, Herodianos Liberales, etc., y todos tan contradictorios, se unieron para acabar con Cristo; su maldad les unió ¡cruel filosofía! ¿dónde está la ciencia que se encarga de promover la participación ciudadana, y cuando esta expresa su voluntad en bien de la sociedad, se descubre que las decisiones se toman finalmente de espaldas al pueblo? y si así se hace, qué más da. Nuestro Parlamento hoy, que ha empezado con muchas gracias, está seguro, lo mismo que está seguro un muerto. Y sólo a los familiares sostenidos les interesa, porque un muerto es lo más previsible que hay y lo menos excitante. Un muerto no representa a nadie, ni a sí mismo. Y pensando en voz alta me digo: “has envejecido Roberto. No debes hablar así” pues yo “Desde el Corazón” sé que soy un peregrino en esta España, un huésped de este mundo y este tiempo, en el que ya llevo muchas décadas de recorrido, sonrío para mí mismo, porque hoy es siempre todavía, y murmuro: aún tengo el deber de anunciar la mejor Alternativa, el mejor dirigente: Cristo.