Ser o no ser; estar o no estar. Esta es la cuestión

William Shakespeare puso en boca del príncipe de Dinamarca el inolvidable soliloquio que es interrumpido por la llegada de Ofelia. De él podemos sacar asombrosas semejanzas con aspectos que describen la corrupción, injusticia y desamor característicos del mundo actual (1).

En esta serie ya hemos visto aspectos bíblicos clave que definen a los creyentes en Cristo tanto en su vida individual como colectiva (2). 

En este tercer artículo planteamos la lucha que enfrentamos como discípulos del Maestro para no caer en la trampa que divide nuestra identidad y conducta. Me refiero a la costumbre de vivir de una manera cuando compartimos con hermanos y hermanas, y de otra diferente cuando en nuestra vida cotidiana estamos rodeados de personas mundanas.

Para esclarecernos he acudido, esta vez, al exégeta Matthew Henry (3), en su Comentario bíblico del Evangelio escrito por el apóstol Juan. El bendecido expositor nos amplía nuestra comprensión de las lecciones legadas por Jesús en la llamada ‘oración intercesora’ (4).

Si el Maestro se hubiese ido sin ocuparse del futuro de los discípulos que quedaban en el mundo, nada de lo que enseñó tendría sentido. Por haberse ocupado de ellos y de los que habrían de creer gracias a su testimonio, el propósito de la Redención fue constante hasta el día de hoy, en el tercer milenio. Jesucristo demostró cabalmente que el plan divino se cumple no por nuestra acción sino por la acción del Espíritu Santo en y a través de nosotros. 

En su introducción a este memorable capítulo (5), dice Matthew Henry:

Nuestro Señor oró como hombre y como Mediador de su pueblo, aunque habló con majestad y autoridad, como uno e igual con el Padre. La vida eterna no podía ser dada a los creyentes a menos que Cristo, su fiador, glorificara al Padre y fuera glorificado por Él. 

Este es el camino del pecador a la vida eterna y cuando este conocimiento sea perfeccionado, se disfrutarán plenamente la santidad y la felicidad. La santidad y la felicidad de los redimidos son, en especial, la gloria de Cristo y de su Padre. Fue por el gozo puesto delante de Él, que soportó la cruz y despreció la vergüenza; esta gloria era el fin del pesar de su alma y al obtenerla se satisfizo completamente( 6). 

Así somos enseñados que es necesario que glorifiquemos a Dios como prueba de nuestro interés en Cristo, por quien la vida eterna es la libre dádiva de Dios.

Respecto de la oración que sale de la boca de Jesús (7), Henry explica: 

Cristo ora por los que son suyos. Tú me los diste, como ovejas al pastor, para ser cuidados; como un paciente es llevado al médico, para ser curado; como niños al tutor, para ser enseñados: de este modo Él entregará su carga. Para nosotros es una gran satisfacción, en nuestra confianza en Cristo, que sea de Dios todo lo que Él es y tiene, y todo lo que dijo e hizo, todo lo está haciendo y hará. 

Cristo ofreció esta oración por su pueblo, solo a los creyentes; no por el mundo en general. Sin embargo, nadie que desee ir al Padre y sea consciente de que es indigno de ir en su propio nombre, tiene que desanimarse por la declaración del Salvador, porque Él es capaz y está dispuesto para salvar hasta lo sumo a todos los que vayan a Dios por Él. 

Las convicciones y los deseos fervorosos son señal esperanzadora de una obra ya efectuada en el hombre; empiezan a demostrar que ha sido elegido para salvación a través de la santificación del Espíritu y la creencia de la verdad. Ellos son tuyos, y los tuyos son los míos. Esto dice que Padre e Hijo son uno. Todo lo mío es tuyo. El Hijo no considera a nadie como suyo que no sea dedicado al servicio del Padre.

Tras declarar la indestructibilidad de la unidad Jesús-Padre el expositor afirma(8):

Cristo no ora que ellos sean ricos y grandes en el mundo, sino que sean resguardados del pecado, fortalecidos para su deber, y llevados a salvo al cielo. La prosperidad del alma es la óptima; no hay mejor prosperidad. Rogó a su santo Padre que los cuidara por su poder y para su gloria, para que ellos se unieran en afecto y trabajo conforme a la unión de Padre e Hijo. 

No oró que sus discípulos sean quitados del mundo, para que pudieran escapar de la ira de los hombres, porque tenían una gran obra que hacer para la gloria de Dios, y para beneficio de la humanidad. 

Jesús oró que el Padre los resguardara del mal, de ser corrompidos por el mundo, les librase de los remanentes de pecado en sus corazones, y del poder y astucia de Satanás. Así, pues, ellos pasarían por el mundo como cruzando territorio enemigo, como Él había hecho. Los discípulos no son dejados aquí para procurar los mismos objetivos que los hombres que les rodean, sino para glorificar a Dios y servir a su generación. El Espíritu de Dios en los cristianos verdaderos se opone al espíritu del mundo. 

La oración no queda en pedir protección para evitar el mal; también pide por un cambio positivo (9):

Cristo oró en seguida por los discípulos para que no sólo fueran resguardados del mal, sino fueran hechos buenos. La oración de Jesús por todos los suyos, es que sean hechos santos. Hasta los discípulos deben orar pidiendo la gracia santificadora. El medio por el cual esta gracia es dada es “por tu verdad, tu palabra es la verdad”.  Santifícalos, apártalos para ti mismo y para tu servicio. Recíbelos en el oficio; que tu mano vaya con ellos. 

Jesús se consagró por entero a su tarea, y a todas las partes de ella, especialmente al ofrendarse inmaculado a Dios por el Espíritu eterno. La real santidad de todos los cristianos verdaderos es el fruto de la muerte de Cristo, por la cual fue adquirido el don del Espíritu Santo; Él se dio por su Iglesia para santificarla. 

Si nuestros puntos de vista no tienen este efecto en nosotros, no son verdad divina; pues no los recibimos por una fe activa y viva, sino como simples nociones.

En la última parte Henry destaca el aspecto de la unidad del cuerpo en Cristo, Su cabeza (10):

Nuestro Señor oró especialmente que todos los creyentes fueran como un cuerpo bajo una cabeza, animado por una sola alma, por su unión con Cristo y el Padre en Él, por medio del Espíritu Santo que habita en ellos. Mientras más discutan sobre asuntos menores, más dudas habrán de arrojar sobre el cristianismo. Propongámonos mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz, rogando que todos los creyentes se unan más y más en un propósito y un criterio. Así convenceríamos al mundo de la verdad y de la excelencia de nuestra fe y encontraríamos una comunión más dulce con Dios y sus santos.

Jesús pide al Padre por los que creerían en Él por el testimonio apostólico (11) nosotros incluidos:

Cristo, como Uno con el Padre, ora por cuenta de todos los que le habían sido dados y que, en su debido momento, creerían en Él, para que sean llevados al cielo; y que con toda la compañía de redimidos contemplen su gloria de Amigo y Hermano amado (12), y hallar así la verdadera dicha. 

Había declarado, y declararía después, el nombre o el carácter de Dios, por su doctrina y su Espíritu, que siendo uno con Él, también pueda permanecer con ellos el amor del Padre. Así, estando unidos con Él por un mismo Espíritu, la plenitud de Dios les llenase y disfrutasen su bendición y llegasen a formar una idea correcta de su estado actual.

Hasta aquí la pluma del escritor que más de 300 años atrás nos refresca el Evangelio transformador de Jesucristo en el cual no hay contradicción ni división. Ser de Él es estar desde ya con Él como anticipo de la gloria celestial. El poder que nos hace hijos e hijas de Dios nos garantiza la ciudadanía eterna mientras le servimos en el mundo al que ya no pertenecemos.

-----ooooo0ooooo-----

Notas

Ilustración: mirarnos al espejo sirve para reflexionar sobre quiénes somos y dónde estamos, realmente.

http://www.fotografobodabarcelona.es/blog2/wp-content/uploads/2013/01/fotografo-bodas-barcelona-012.jpg

01. Ser o no ser (En inglés ‘To be or not to be’) tiene dos posibles traducciones: ‘ser o no ser’ y ‘estar o no estar’. Es el inicio de la primera escena del Tercer Acto de Hamlet. Basándose en el cotejo de distintas versiones del original este autor ofrece su traducción libre del soliloquio completo: Ser o no ser, esa es la cuestión. ¿Qué es más apropiado para una mente digna: sufrir los penetrantes hondazos y flechazos de la ultrajante fortuna, o tomar las armas contra un mar de calamidades y oponerse hasta acabar con él: Morir, dormir; no más; y al dormir decir que terminamos con el dolor de corazón y los miles de golpes naturales que hereda la carne?  Esta es la ansiada consumación que debiéramos desear: Morir, dormir; dormir, con suerte soñar; sí, y he aquí el gran problema, pues los sueños que puedan venir en ese dormir de muerte, cuando hayamos barajado este despojo mortal, deberían concedernos una pausa respecto de aquello que hace tan larga a nuestra calamidad. Porque, ¿quién soportaría los ultrajes y desdenes reiterados, el mal del opresor, la injuria del hombre orgulloso, los dolores del amor despreciado, la tardanza de la Ley, la insolencia oficial, el rechazo del hombre paciente a manos del indigno, cuando él podría por su sola cuenta arreglárselas con una daga?¿Quién cargaría fardos para gruñir y sudar bajo el peso de una vida agotadora sino aquél que teme a algo después de la muerte, el País aún no descubierto de cuyos límites ningún viajero regresa para responder a nuestras preguntas? Preferimos aferrarnos a los males conocidos que volar a conocer aquello que no daña; tomar conciencia de esto nos hace cobardes a todos. Nuestro coraje natural para actuar se debilita al dar lugar a inútiles pensamientos. Debido a ello, los emprendimientos de gran impacto e importancia se anulan y pierden su carácter de acción. Susurrando ahora; ¿eres tú, bella Ofelia? Graciosa niña, tenme presente con mis pecados en tus oraciones.

02. http://protestantedigital.com/magacin/38280/Ocupate_en_la_Lectura_la_Exhortacion_y_la_Ensenanza_LEE

      http://protestantedigital.com/magacin/38355/%E2%80%98Mi%E2%80%99_iglesia_o_la_iglesia_de_Jesucristo

03. Matthew Henry (1662-1714) nacido en Gales vivió en Inglaterra. No conformista autor del Comentario Bíblico en seis volúmenes que sigue siendo consultado tres siglos después. La versión castellana original que se ha adaptado para este artículo puede leerse en:  http://www.iglesiareformada.com/Henry_Juan_Comentario.pdf

04. Juan 17: 1-26.

05. Ibíd. 1-5. Negritas: énfasis de este autor.

06. Isaías 53:10,11.

07. Juan 17:6-10.

08. Ibíd. 10-16.    

09. Ibíd. 17-19.

10. Ibíd. 20-23.

11. Ibíd. 24-26.

12. Hebreos 2:11.