Para poder servir a Dios y ser útiles debemos destruir esos altares y reconstruir nuestra relación con Él.
Sentirse preparado es una de los pasos principales para hacer algo. ¿Te imaginas que cuando vayas a operarte el médico te dice que no se siente preparado para ello?¿O que el abogado que te defiende en un juicio dice que es la primera vez que hace esto? Nunca nos fiaríamos de alguien así.
Hasta ahora, en los dos artículos anteriores, hablábamos de teoría. Está muy bien querer ser colaborador de Dios en su obra como Pablo (1 Co. 3:5-9) o romper con los moldes que la sociedad nos impone y dejar atrás este estilo de vida pasivo-consumista y dar el paso para ver la iglesia como un lugar donde ser de bendición para otro. Son intenciones loables, pero lo difícil puede ser cuando nos planteamos pasar a la práctica. Cuando nos encontramos ante la oportunidad de servir y las dudas nos asaltan ¿Cómo me preparo para hacer esto? ¿Cómo se que estoy preparado para ser de bendición en la vida de los que me rodean? ¿Cómo saber lo que Dios quiere de mi?. Si quieres ser pastor o misionero seguro que conoces 3 o 4 lugares, seminarios o institutos bíblicos a los que ir. ¿Pero como estar preparado para usar mis dones para interceder por mis hermanos, para enseñar a otros, para ser de aliento en la vida de aquellos que están derrotados por las pruebas o liderar a otros para parecerse más a Cristo en el día a día de mi iglesia local?
Dudar de estar preparado es el primer paso. Todo el que sirva en una iglesia local sea cual sea el ministerio siempre habrá tropezado con esta pregunta al menos una vez y puede que varias.
Hay un personaje en la Biblia que también dudó si él sería capaz de hacer lo que Dios le pedía y colaborar en la liberación de su pueblo, él era Gedeón.
Jc. 6 Empieza con un clásico del libro de jueces “Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová los entregó en mano de Madián” entonces los israelitas cuando no pudieron más con esta opresión que estaban recibiendo “clamaron a Dios” (v. 7). Dios tuvo misericordia de ellos y levantó un juez que los liberara, Gedeón. Pero éste no estaba seguro de si podría y puso pegas “¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre” (v. 15). A pesar de las dudas iniciales el capítulo 7 de este libro nos acaba mostrando que este hombre con 300 soldados de Israel fueron capaces de derrotar a 120 000 madianitas. Esto ocurrió 700 años antes de que Leónidas y los suyos se levaran la fama. ¿Qué cambió? Pues que Gedeón se preparó para servir.
A través de su vida podemos aprender que para servir:
1. No esperes, trabaja e involúcrate: Dios envió a su ángel al encuentro de Gedeón y él ya estaba trabajando. Es más el saludo fue un “varón esforzado y valiente”. Gedeón sabía que Dios podía liberar al pueblo, pero mientras no llegó esa liberación él se puso a trabajar en lo que podía, recolectar comida antes del siguiente saqueo.
No pienses que Dios te va llamar si estás sentado en el sillón de casa. Busca algo en lo que ayudar en tu iglesia local. Siempre hay algo en lo que podemos involucrarnos por muy pequeño que pienses que es (o que piensen los demás). Porque el contexto del trabajo es la mejor manera de saber los dones, cualidades y a lo que Dios nos llama en su obra.
2. Esfuérzate por conocer a Dios: En esta conversación que tuvo con el ángel, Gedeón demuestra que conocía la historia de Israel, conocía lo que Dios había echo con el pueblo. Eso no era algo que destacase en su generación Jc 2:10 “Se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel.” esto nos deja claro que esa generación no sólo no tenía una relación personal con Dios sino que es que no sabían nada de lo que Dios había echo por el pueblo hasta la entrada en Canaán. En cambio Gedeón sí, por eso puede confiar en Dios, porque lo conoce y sabe que ha hecho.
Es imposible que sepas lo que Dios quiere en tu vida o lo que te llame a hacer sino lees la Biblia y atienden en los estudios o predicaciones. ¿Por qué como saber lo que una persona quiere si no la conoces?
3. Tu haces, Él obra: Esto es algo que Dios mismo deja claro “¿No te envío yo?” (v. 14) Gedeón sólo no podía defenderse, ni a su familia y menos a su nación sino ya lo hubiese echo. Sólo Dios puede, Gedeón será su brazo ejecutor pero la victoria es Dios, por eso cuando cuentan con Dios a favor el pueblo de Israel siempre vence, por que ellos pelean, pero Dios da la victoria.
Cuando hacemos la voluntad de Dios el esfuerzo va por nuestra cuenta, pero el resultado no. Nuestra tarea es el hacer nuestra parte, pero es Dios el que finaliza la obra con todas las partes que sus colaboradores han hecho. Suyo es el resultado final. En la vida de un hijo de Dios muchas personas colaboran, sus padres, su familia, los profesores de la escuela dominical, pastores, etc… quizás alguno de ellos nunca haya visto el fruto que esa vida ha dado. Pero ha sido partícipe en ella, haciendo su parte en la obra de Dios en la vida de esa persona.
4. Rompe con el pecado y restaura tu relación con Dios: Una vez que Dios le ha convencido le va a pedir que destruya los ídolos que su familia tenía (Jc. 6:25-32) y reconstruya el alta de Dios. Esta es una representación externa de algo interno que tenía que ocurrir en la vida del pueblo.
En jueces uno de los pecados en que cayó el pueblo fue el politeísmo, adoraban a Jehová, pero también a Baal, Asera y a cualquier otro dios local que se les pusiera por delante. Si el pueblo quería volver a Dios esto tenía que cambiar. Debían romper con el pecado y restaurar su relación con Dios
Hoy en día vivimos igual, con un pié en la iglesia y las cosas de Dios y el otro bien extendido hacia fuera en un lugar donde creemos que ni Dios ni el resto de la iglesia pueden vernos, porque nos cuesta renunciar a ciertos pecados que nos gustan. Pero para poder servir a Dios y ser útiles debemos destruir esos altares y reconstruir nuestra relación con Él.
Gedeón es sólo un ejemplo de los muchos que tiene la Biblia acerca de colaboradores de Dios como Moisés, José, Elías, Pablo, Pedro… Todos ellos tuvieron que prepararse para poder hacerlo. Así que…
¿Cómo te preparas tu para servir?
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