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Protestante Digital

 
 

El poder transformador de la palabra VI

“Todo movimiento -dice Samuel Escobar- necesita un equilibrio entre contadores de historia, maestros y profetas/visionarios”.

MUY PERSONAL AUTOR Jacqueline Alencar 05 DE DICIEMBRE DE 2015 20:14 h

Decía hace unos días Lindsay Brown, Director Internacional de Lausana, durante su conferencia impartida en la Reunión Anual del Movimiento de Lausana España que "si no sabes de dónde vienes no sabes a dónde vas". Y completó con una cita de Samuel Escobar: "Todo movimiento necesita un equilibrio entre contadores de historia, maestros y profetas/visionarios". Pues no está mal hablar de la historia de nuestro movimiento protestante, ni está mal conocerlo, recordar... Por ello hoy cito otro libro que tiene información acerca de nuestra historia. Desde mi punto de vista personal, aclaro. Se trata de Unidad y diversidad en la historia de la Iglesia (Andamio. Con prólogo de José Manuel Díaz Yanes, Rector del CEIBI), escrito por Bernard Coster, profesor del IBSTE. Es un libro denso, lo digo por la profundidad de esta obra que nos introduce en la historia del cristianismo. No se analiza cronológicamente cada etapa de esta historia sino se resaltan los acontecimientos con sus avances y sus retrocesos; los nuevos pensamientos que surgen y las consecuencias de su aplicación, o la generación de separaciones o problemas que a su vez traerán nuevas etapas. Es un feedback continuo que indica el dinamismo del proceso del peregrinaje de la Iglesia que intenta adaptarse a una realidad en constante cambio sin perder su esencia. Luchando por mantener la unidad y enfrentándose a los desafíos que se le presentan en esta andadura.



Todo ello lo puedes constatar si lees el libro. En unas líneas que subrayé en el apartado "La iglesia antigua, modelo de unidad", dice: "La vida y la práctica de la iglesia antigua hasta la era constantiniana, su unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad, son el modelo para todos los siglos posteriores". También me impactó leer sobre la relación iglesia-Estado. Dice en una página del libro que "la unión de intereses eclesiásticos y políticos en el imperio carolingio en tiempos posteriores explica los problemas que duraron más allá de los siglos de la Edad Media no sólo en el catolicismo romano, sino también en el protestantismo". Se dice también que fue la causa latente de la corrupción del clero y de fricciones constantes. Pero también se dice que la unión surgió de una necesidad cultural. Y así venían los declives, la corrupción; las reformas, como la que se dio en el siglo XI, según leemos en el apartado "Unidad, diversidad y división de la iglesia en la Edad Media". Luego están los capítulos de "Unidad y diversidad en la época de la Reforma protestante", "La Reforma continuada y profunda", "Catolicismo romano a la defensiva", "Protestantismo en movimiento: el origen del movimiento evangélico"; "La resurrección católica", "El protestantismo en crisis y cristianismo bajo la cruz". Es una lectura muy recomendable.



En medio de este peregrinaje de la Iglesia a lo largo de los siglos, se dan entre otras cosas las disputas y enfrentamientos entre las diversas escuelas teológicas, situación que conduce a la vaciedad y la ineficacia en lo que se refiere a dar a conocer el cristianismo, sobre todo la vida cristiana. Y esto es lo que se daba en la época de Erasmo de Róterdam, quien también mucho aportó a la Reforma de la Iglesia. Erasmo se encontró en un mundo en crisis y en transformación, que por lo tanto no debía quedar al margen de sus reflexiones personales; uniéndose a ese pensamiento de renovación cultural y espiritual que se va dando en Europa. Esto es lo que estoy leyendo en el librito Dulce Bellum inexpertis (La guerra es dulce para quienes no la han experimentado), de su autoría, que el escritor Luis Frayle Delgado ha traducido y que aparecerá dentro de poco en Salamanca bajo el sello de Trilce ediciones. Ha dejado en mis manos las galeradas para que lea y dé mi opinión como una lectora más. Es un placer adentrarme en este tema después de haber leído hace varios años ya Lamento de la paz / Querela pacis.



Dice Frayle Delgado que "Erasmo toma posiciones ante el deterioro de la vida de los cristianos de su tiempo, cuando la práctica de los fieles peca de exteriorismo, de fórmulas vacías de contenido y de ausencia de seguimiento real de la doctrina evangélica. En su afán de reforma propugna una renovación del cristianismo desde las convicciones llevadas hasta sus últimas consecuencias".



Es una época de retroceso del cristianismo que se muestra en la vida pública, marcada por las disputas teológicas, luchas entre cristianos. Lo que conducirá a la guerra en Europa entre naciones con la misma fe. Esta desunión disminuirá el tener una respuesta fuerte ante la invasión por parte del Imperio Turco. Erasmo se convierte en un luchador incansable contra la guerra y un activo defensor de la paz.



Continuando la lectura del estudio introductorio de Frayle, leo que la estancia de Erasmo en Italia durante los años 1506 y 1509 fue de gran relevancia para su pacifismo ya que conoció directamente a los papas, Príncipes de los Estados pontificios, y también, claro, la vida clerical y divertida de Roma. Y que el papado se involucraba no solo en los conflictos con los turcos sino en los que tenían entre sí los estados cristianos de Europa. En este marco temporal de esta visita a Italia se dice que se edita Dulce Bellum, en la que el tema central es la guerra contra el Imperio Otomano. Pero se siente su pensamiento radical en contra de las guerras entre los cristianos que no hacen más que debilitarlos. A ello ya había dedicado su Querela pacis, Lamento de la paz.



 





Cito un fragmento que me ha conmovido: "¿Dónde han quedado tanto signos de la perfecta concordia, dónde tan innumerables declaraciones de paz? Cristo llamó su mandamiento a uno solo: el de la caridad; ¿pero hay algo más contrario a la caridad que la guerra? Él saluda a los suyos con el feliz augurio de la paz; no deja a sus discípulos otra cosa que la paz...". En el apartado titulado las Enseñanzas de Cristo dice: "Examina toda su doctrina, nada encontrarás nunca que no respire paz, que no suene a amistad, que no tenga sabor de caridad. Y porque entendía que la paz no podía permanecer de otra manera si no era por el aborrecimiento más profundo de las cosas por las que este mundo se despedaza, mandó que de él aprendiéramos a ser benignos. Llamó bienaventurados a aquellos que menospreciaran las riquezas y a su hija la soberbia, puesto que a estos los llama pobres de espíritu; llama bienaventurados a los que desprecian los placeres de este mundo, de los que dice "son los que lloran", aquellos que sufrieran ser despojados de sus posesiones sabiendo que esto de aquí no es otra cosa que un destierro, que la verdadera patria, la verdadera posesión de los piadosos está en el cielo [...]".



Dice que la guerra es ocasión para los tiranos: "Hay quienes promueven la guerra no por otra causa, sino porque por esta vía ejercen la tiranía más fácilmente sobre los suyos; pues en tiempos de paz la autoridad del senado, la dignidad de los magistrados, el vigor de las leyes impiden que el Príncipe pueda hacer lo que le apetezca. Pero una vez declarada la guerra, todo en absoluto se rige por el capricho de unos pocos...".



"[...] Pero después que Cristo mandó envainar la espada no es lícito a los cristianos luchar a no ser aquel hermosísimo combate contra los terribles enemigos de la Iglesia: el ansia de dinero, la ira, la ambición, el miedo a la muerte. Estos son nuestros filisteos, nuestros nabucodonosores; estos los madianitas y los amonitas a los que no nos conviene darles ninguna tregua... Si no los sometemos, nadie podrá tener verdadera paz ni consigo mismo ni con otro; sólo esta guerra engendra la verdadera paz [...]".



El próximo año se cumple el primer centenario del nacimiento de Gonzalo Rojas (1916-2011), poeta oriundo de Lebu (Chile). Y hoy quiero recordar a Gonzalo, su poesía; a Hilda Rojas May, su esposa. Como siempre digo, no soy especialista en nada, pero me importa la palabra. Solo quiero desempolvar pasos recorridos entre las piedras de esta dorada ciudad y su provincia, que da o quita, se enfada y luego ama, pero a la que se le perdona porque olvida, se conmueve y está cuando la necesitas, y abre las puertas de sus murallas cuando vienes huyendo del caos en que se ha convertido el mundo.



Quizá debiera callarme, pero digo como Gonzalo Rojas: "A lo mejor debiera uno callarse. Pero no. Todavía no. Por lo menos todavía no. Estoy viviendo un reverdecimiento en el mejor sentido, una reniñez, una espontaneidad que casi no me explico. Es como si yo dejara que escribiera el lenguaje por mí. Parece descuido, y es el desvelo mayor. Estoy dejando que las aguas hablen, que suban las aguas, y que ellas mismas hablen".



Y hoy he recordado al amigo poeta en sus primeras visitas a Salamanca, ya que en los últimos años fue difícil el contacto debido al paso del tiempo. Rememoro aquella primera vez, en el año 1990, que nos visitó, con Hilda, gracias a la petición que le hizo a Alfredo P. Alencart un chileno, Mauricio Decap. Costó conseguir un local, pero al final pudimos deleitarnos con la voz potente de Rojas recitando el poema Carbón, dedicado a su padre. Leía muy bien su poesía.



CARBÓN. "Veo un río veloz brillar como un cuchillo, partir / mi Lebu en dos mitades de fragancia, lo escucho, / lo huelo, lo acaricio, lo recorro en un beso de niño como entonces / cuando el viento y la lluvia me mecían, lo siento / como una arteria más entre mis sienes.// Es él. Está lloviendo./ Es él. Mi padre viene mojado. Es un olor/ a caballo mojado. Es Juan Antonio / Rojas sobre un caballo atravesando un río./ No hay novedad. La noche torrencial se derrumba / como mina inundada, y un rayo la estremece. [...] Ahí viene el hombre, ahí viene / embarrado, enrabiado contra la desventura, furioso / contra la explotación, muerto de hambre, allí viene / debajo de su poncho de Castilla. // Ah, minero inmortal, ésta es tu casa / de roble, que tú mismo construiste. Adelante: / te he venido a esperar, yo soy el séptimo / de tus hijos. No importa / que hayan pasado tantas estrellas por el cielo de estos años,/ que hayamos enterrado a tu mujer en un terrible agosto, / porque tú y ella estáis multiplicados. No/ importa que la noche nos haya sido negra / por igual a los dos./ -Pasa, no estés ahí / mirándome, sin verme, debajo de la lluvia.



En 1991, Gonzalo fue invitado a participar al encuentro de poetas que se organizaba dentro de los Cursos de verano de la Universidad de Salamanca, coordinado por A. Pérez Alencart. Ese año fue un lujo pues además de Rojas pudimos conocer a Emilio Adolfo Westphalen (Perú), Olga Orozco (Argentina), Álvaro Mutis (Colombia), Francisco Matos Paoli (Puerto Rico).



Alfonso Ortega le abrió las puertas de la Cátedra de Poesía Fray Luis de León y Carmen Ruiz B. lo introdujo en la Universidad, y también le preparó una bella antología, Cinco Visiones, con motivo del premio Reina Sofía de Poesía con el que fue galardonado en el año 1992. Fue el primero de la larga lista de premiados que hoy tenemos. Salamanca le otorgó el reconocimiento que hasta entonces le habían negado hasta en su país por motivos políticos. Después vendrían el Premio Nacional de Chile y muchos otros reconocimientos a su obra. Aquel día dijo: "Sin desdén por los aportes de las vanguardias y de las postvanguardias, ni por ese genuino cambio de aliento que proponía Paul Celan, me vuelvo hacia la edad en la que los poetas cantaban. Porque no basta con los elementos gráficos de un poema y hay que ir al descubrimiento de su horizonte musical. De ahí mi insistencia en el diálogo con el oyente y no sólo con el lector, lo que no implica en modo alguno la aceptación equívoca de la prosodia elocuente sino cierta participación de la gracia de lo irrespirable, algo así como el zumbido del silencio, al que convoqué alguna vez en los versos del poema "Al silencio". (Fragmento del Discurso de recepción del I Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana)



Por aquella época dos jóvenes poetas le hicieron una interesante entrevista. ¿Cómo reconciliaría la poesía con la gente joven?, le preguntaron. Él contestó: "Esto es una urgencia de nuestros tiempos. Yo no propongo una defensa de la poesía en la cuerda estrictamente literaria. No soy un literato literatoso. Creo profundamente que no hay divorcio entre la imaginación científica y la imaginación poética. Pienso que debería haber en las universidades, de nuevo, una atención a la palabra poética, pero en diálogo con el ejercicio científico. ¿Qué es lo que ha pasado con la juventud? ¿Qué ha pasado para que se haya pospuesto la palabra poética y la adhesión de la juventud a la poesía? Creo que es esa suerte de anquilosamiento en lo meramente literario. El hombre de hoy, que se mueve por otras dinámicas, se cansa. Se podrían hacer, tal vez, seminarios, talleres, diálogos sobre estos temas de ciencia y literatura".



En el año 1998, en Tejares, a orillas del Tormes, él y Alfredo pergeñaron la publicación del libro "América es la Casa y otros poemas" (edición, antología y notas de A.P. Alencart), editado por la Casa de América, que sirvió para conmemorar sus 80 años. Volvimos a verlo y escucharlo por última vez en Salamanca, en el aula Salinas del Edificio histórico de la Usal. Salamanca había sido el epicentro que había propiciado ese terremoto llamado Gonzalo Rojas. Un poeta al que le dolía su oficio: "Quiero decirlo de una vez: me duele este oficio. Aunque no haya nunca otro mayor, como está escrito en el relámpago; ni el que te hace sabio ni el que te hace poderoso, pero hay que merecerlo. No transar con el éxito ni con la adversidad. Porque, dicha o desdicha, todo es mudanza para ser. Para ser, y más ser; y en eso andamos los poetas. Tal vez por ello mismo no funcionemos bien en ningún negocio; ni del Este ni del Oeste. Y nuestro negocio único tenga que ser la libertad".



Y termino con ese poema Imago con gemido (de la Antología de Aire) que habla de Dios: Demasiado pétalo en el ruido, pintarrajeada / apariencia espacial, turbosílabas / que no alcanzarán el acorde / original de las nubes, por mucho / que me corte esta oreja y le diga a mi oreja: -Cállate, / oreja, hay que oír / con el ojo, pensar / pensamiento con la otra física / pineal, libre de lo salobre / del sentido, no andar huyendo de mi Dios, ser / uno mismo mi Dios, hablar con Él / despacito; // 2 / iban, / no sé, irían / a dar las tres en el aire // 3 / cuando Él llamó a Pedro y vino Pedro / por esa puerta, se sentó / en mi silla, escribió / en arameo, siguió escribiendo / por mí / llorando.



Rescato Señales de Dios en mi poesía (CEIAS. Traducido por A. Pérez Alencart), del poeta portugués António Salvado. Como dice Alfonso Ortega Carmona en su prólogo, contiene "cantares de amor a la presencia de Dios en el poeta". Este librito lo preparó Salvado para obsequiárnoslo a todos los que nos reunimos cada año en Toral de los Guzmanes (León), con el objetivo de recitar o escuchar los versos tallados exclusivamente para alabar al Creador de todas las cosas. Incluso lo recibieron los vecinos del pueblo que también se dan cita en los recintos del Ayuntamiento para acompañar a los poetas.



Son poemas que cada uno de ellos lleva glosa, como queriendo el poeta aclararnos más todo lo que burbullea en su interior y que en versos cargados de ruego clama a su Señor. Salvado expresa su gozo para luego también contar su angustia, de esa que no se libera el hombre durante su peregrinaje; pero que también no es carga ni yugo que no se pueda llevar porque el poeta no pierde la estela de la Esperanza. Y así, cargado de gracia camina su senda ya trazada en la eternidad. He aquí unos versos del libro:



 



MILAGRO



A lo lejos bien a lo lejos sucedía el milagro,



la bendición que clamaba. Quedé solo...



En el último paraje pernocté



y cuando el sol llegó estaba todavía



exhausto como la sombra tan cansada



de acompañar eternamente el cuerpo.



 



A lo lejos bien a lo lejos sucedía el milagro,



y yo avancé. Cogí en la madrugada



el polen del frescor, recorrí



el eco de un larguísimo desaliento



y oí gritar por mí: sólo encontré



vocerío que el abismo empañaba.



 



Gimiendo sollozaba cuando entonces



"impío" - ¡gritaba el cielo!... Y el vendaval



crecía como los años y desgarraba...



Yo tenía sed y hambre: donde bebí



se secaba la fuente y los frutos habían ya



caído casi podridos en mi pecho...



 



Y a lo lejos, como un sueño, bien a lo lejos



como doloroso encanto sucedía el milagro -



un gemido extremo abriendo mi fe



desesperada al rastro del silencio...



 



Hace años, paseando por una feria de libros, adquirí dos obras que me atrajeron; eran referentes a dos mujeres de la Biblia: Rut y Jezabel. Por vez primera me encontré con una novela sobre esta última con un gran contenido histórico, publicado por la editorial Sígueme. La verdad es que ambos me sirvieron para reflexionar sobre la vida y el aporte de ambas mujeres, pero desde la luz de la Palabra. Dos mujeres, dos formas de peregrinaje, de desarrollar un ministerio, de influenciar. Que te muestran cómo hacer y cómo no hacer las cosas.



Las dos son extranjeras, provienen de pueblos paganos, con los que el Dios de Israel había prohibido mezclarse. De seguro, inteligentes, con iniciativa (ya lo hemos visto), trabajadoras, perseverantes y mucho más. Con dones extraordinarios. Y algo más: lograron un resquicio para emparentar con el pueblo de Israel. ¡Qué privilegio!, digo yo. Sin embargo, las diferencias entre las dos superan las coincidencias. Rut era pobre, extranjera, viuda, no tenía hijos... Jezabel, en cambio, era hija de un rey, pagano pero rey. Noble. Con un considerable respaldo económico. Una gran estratega. Características más que suficientes para levantar a todo el pueblo de Israel si las hubiera utilizado bien. Lo peor es que desperdició la oportunidad de acogerse bajo las alas de Dios. No obstante, Jezabel es considerada como una influencia nefasta para el pueblo de Israel. El otro día escuché decir que Elías, el profeta, temblaba con sólo oír su nombre.



Si así fue Jezabel para con su pueblo, imagínate lo que fue para sus más cercanos. Dicen que su influencia sobre su hija Atalía fue aún más nefasta, pues ésta incitó a su esposo Joram, rey de Judá, a matar a sus propios hermanos; y aconsejó a su hijo Ocozías a actuar de forma reprobable, lamentable. Después, cuando Ocozías había muerto, exterminó a toda la descendencia real de la casa de Judá, excepto a Joás, hijo de éste.



Rut es la otra cara de la moneda, nos muestra otra manera de utilizar los dones; primero con su suegra, luego siendo la mujer que llegará a tener parentesco directo con nuestro Señor Jesucristo. Rut ejercita el Amor, ése que viene de Dios (Ágape), que no cambia según las circunstancias. Ese amor dispuesto al sacrificio, a arriesgarlo todo por los demás, pues al final lo que hacemos por el prójimo lo hacemos porque el que nos atrae es Dios. Lo demostró Rut aun cuando Noemí estaba triste, amargada y sólo salían palabras desagradables de su boca. Pero ella ama, persevera y camina hacia Belén. Allá la esperaba la estabilidad, el culmen frente a tantas vicisitudes. Pero se lo ganó a pulso; no le importó agacharse para recoger las gavillas que dejaban caer los segadores del campo de Booz (por mandato divino para los extranjeros). Trabajó incansablemente, de sol a sol. Eso pasa cuando es el Señor el que te empuja, casi no sientes el cansancio, es algo tan fuerte que sólo lo entiendes si lo has experimentado. No hay otra manera. Si no, no lo crees.



Rut supo ganarse el respeto y el reconocimiento por parte de Booz y del pueblo. Es un icono de lo que significa ser una mujer de Dios. Desprendida, sin ataduras. Que está contentada, que no contenta, en la estrechez o en la abundancia. Sólo tiene ojos para Él. Para Él quiere ser creativa. Por Él su vida cobra sentido. Duerme tranquila; está satisfecha por poseer un D.N.I. de prosélita, que no tiene fronteras ni fecha de caducidad; que le garantiza una ciudadanía celestial.



Ya finalizando, recomiendo la lectura de uno de los libritos de Básicos Andamio, La verdad (Richard John Neuhaus, Os Guinness y Timothy J. Keller), que forma parte de la serie Un lugar para la verdad/A place for truth. Dice en el prólogo que "lo que durante mucho tiempo fue el gran interrogante, esto es, el significado de lo humano; hoy día apenas tiene cabida en el mundo académico, porque parece no haber manera de determinar si la respuesta que se propone es o no la adecuada... Pero lo cierto es que las grandes cuestiones de siempre siguen estando ahí...". Desde ámbitos académicos como Harvard se van creando comunidades de análisis e indagación de la verdad, ayudando a los jóvenes a encontrar respuestas. He aquí una muestra de ello.


 

 


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