El dolor humano se acerca al sufrimiento de Dios hasta un punto difícil de entender. Contra lo que algunos piensan, Dios no es insensible a nuestro mal.
Sé que se ha escrito y se ha hablado mucho sobre los atentados del fin de semana en París. Sé también que las palabras pueden ayudarnos, pero desgraciadamente no pueden aliviar el dolor de los que sufren.
Dios nos ha diseñado de tal manera que sólo los abrazos sinceros y las lágrimas compartidas parecen tener efecto en un corazón que se ha roto, y tenemos que recordar que hay miles de corazones hechos pedazos estos días.
Hay algo que me impresionó, y es que la frase “Pray for…” (ora por…) seguida de: Francia, París, víctimas, familiares, los que sufren, etc. haya recorrido millones de veces el mundo a través de las redes sociales. Aparte de hacer todo lo posible por ayudar a todos, orar es la mejor decisión que podemos tomar.
Por si quizás nos puede ayudar algo recordar lo evidente, me gustaría rescatar algo que apareció en esta misma columna hace un par de años:
Algunos reaccionan en contra del Creador culpándole de todo cuanto ocurre. Otros han ido más lejos en su atrevimiento al considerar que Dios es arbitrario e injusto, y que todos los males que existen en este mundo obedecen a sus designios crueles.
Nada más lejos de la realidad. Delante de la maldad del hombre, Dios reacciona defendiendo la libertad de cada uno a tomar sus propias decisiones.
Y aunque a veces interviene para que la destrucción no sea total, no será hasta el final de los tiempos que diga la última palabra, y la justicia reine por completo. En ese día, en el día en el que el mundo entero esté en las manos de Dios, el problema del mal habrá desaparecido, porque las manos del Creador están llenas de amor y justicia.
Mientras tanto, el sufrimiento del hombre se hace amigo del sufrimiento de Dios hasta una trascendencia difícil de entender. Porque contra lo que algunos piensan, Dios no es insensible a nuestro mal.
“El Señor se disgusta al ver que no hay justicia y queda asombrado al ver que nadie pone remedio” (Isaías 29:15)
Si nos preocupamos por el sufrimiento, no estamos solos. Si gritamos contra la injusticia, no estamos solos. Si nuestro corazón se conmueve al contemplar el dolor, no estamos solos.
Dios nos comprende, y un día va a poner su mano sobre todo ello.
Mientras tanto, mejor es trabajar para ayudar a los que sufren, a los que se duelen y a los que están necesitados. Eso nos ayudará a no caer en la desesperación y en el sufrimiento.
Algo tan sencillo puede hacer que otros vivan de una manera diferente también. Cuando lo hacemos así, cuando pasamos tiempo en nuestra vida para ayudar a los demás, llegamos a pareceremos más a nuestro Creador, porque Él nunca ha sido insensible a nuestro dolor. No sólo lo cura, sino que también lo siente
Muchas veces nuestro mundo es insensible al sufrimiento:
Pero aún cuando todos parecen estar ausentes la mano de Dios acaricia el rostro del que sufre, porque Dios sabe exactamente lo que hay en el fondo del corazón.
Incluso lo que está escondido para nosotros mismos.
Alguien llora, Dios SIEMPRE escucha.
Nuestras lágrimas suelen ser el mejor medio para llegar al Creador.
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