Ser y no ser, esta es la cuestión

Cualquier división que se haga de los seres humanos en dos grupos es muy probablemente falsa. Pero aceptando esto, la que considero capital no es la que distingue en blancos y negros, altos y bajos, guapos y feos, torpes e inteligentes, secesionistas y unionistas, malos y buenos, sino la que clasifica espiritualmente a creyentes e increyentes y en el orden práctico a creadores y no creadores. Vaya por delante que se trata de una apreciación personal y “Desde mi Corazón”. Opino así, en principio, por mi concepción teológica, y por instinto y por costumbre y por la observación de lo útil y –como he dicho- por la llamada de mi corazón. Sin hacer con ello el más mínimo juicio de valor que ensalce a unos y descalifique a otros. Pero sé que al fin y al cabo, crear, crear, es en mucho la consecuencia de un proceso de superación espiritual que tiene como consecuencia una búsqueda de ser útil para los demás, y que el creador avanza por unas vías de especial conocimiento interior equilibrado entre lo emocional y lo racional. Y porque he comprobado que suelo encontrarme más cómodo junto a quien crea que junto a quien no, y que resultan más enriquecedores en las máximas circunstancias los primeros, que los segundos.

Pocas cosas despiertan tanto mi curiosidad como observar los procesos creativos. Admiro los científicos de lo sano y los aportes de los artistas (la Ciencia y el Arte son, sin duda, virtudes de la humanidad que el Creador obsequió en su Bondad general al hombre), o los de artistas que cultivan artes tan distintas, como la arquitectura y la música, la investigación y la literatura. Por lo que es de mí, sé que hay pocas cosas tan contraproducentes como querer forzar la creatividad. Pues cierto es que el Espíritu sopla donde quiere, para quien quiere y cuando quiere; y que el mejor modo de no entristecerlo es el de no abandonarse a realizar cosas dignas del bien. El íntimo desinterés y la preocupación por la esterilidad constituyen la actitud más idónea para prolongar esa esterilidad, como le ocurrió a la higuera maldita. Sé que por mucho madrugar no amanece más temprano, pero sé también que es práctico que cuando el sol amanezca nos pille ya despiertos para crear bien.

“Desde el Corazón” mi caso es bastante característico. No soy otra cosa que un Pastor, aprendiz de enseñante y párvulo como escribidor, pero soy un buen trabajador. Quiero decir que amo mi vocación; que al final del día, me encuentro satisfecho si he trabajado y frustrado si no; o sea, que trato de ser creativo. Pero, ay, no soy ninguna máquina. Yo sólo soy un campo de batalla, a quien el Espíritu sopla a vientos racheados.

Cuando me impongo a escribir otro semanal artículo, de repente descubro que ya lo estaba escribiendo, ya me ha cogido el toro, y en ese momento descubro lo que quería decir al principio cuando señalé una división entre los creadores y los no creadores. Los primeros, como escribía MACHADO, “se hace camino al andar”; los segundos, ni siquiera caminan. Y recuerdo cuando Moisés dirigiendo al pueblo y ante el peligro de sus perseguidores pensó que era necesario detenerse a hacer rogativas, y el Creador por excelencia le recordó: “he dicho a mi pueblo que marche”.

Son muchas las veces que me he preguntado: ¿hago ésta u otra cosa, o espero a sentir que debo hacerla?; ¿a qué o a quién espero?; ¿a cuántos aguafiestas del gozo he de permitir que se introduzcan por las ventanas de mi vida para amargarme la alegría y el desafío de un estilo de vida creativo y espiritual?; la costumbre de postergar siempre una experiencia hasta que pueda permitírmela, o hasta que llegue el momento oportuno de sentir que debo vivirla, es uno de los jarrones de agua que anulan el gozo. Cierto que hay que ser prudentes; pero una vez decidido… ¡lancémonos a crear!

Cuanta más juventud acumulo, menos atractivo me parece el panorama; y aparece la tentación de lanzar un suspiro y recluirme en una mecedora. Es más, hay personas que piensan que me ayudan cuando me dicen algo como: “toma la vida con tranquilidad; ya no te esfuerces tanto”. Debo subrayar aquí, que escribo un tanto influenciado porque el Domingo celebraremos en la Iglesia el día de “los mayores”, esas hermosas personas a las que no pocas veces les decimos “ya han cumplido, es hora de que les protejamos” ¿y qué estamos protegiendo?. No es posible vivir simplemente la vida con tranquilidad; tenemos que hacer esfuerzos, ¡hemos de ser creativos, intrépidos!

Creativos, osados, alegres, piadosos, cosas que junto a otras, forman un estilo de vida sumamente contagiosa, poco frecuente, y para el que no existe límite de edad. Es válido para jóvenes, personas maduras y ancianas, para aquellas personas que quieren enmarcarse entre los creadores y distanciarse de los que de la esterilidad hacen su vida.