Debemos, con urgencia, afinar nuestros oídos al clamor de la injusticia. Necesitamos volver a escuchar para poder actuar.
El mundo está cansado de discursos.
Vayas donde vayas, hagas lo que hagas, estamos rodeado de falsas promesas, palabras huecas y vacías, anuncios superficiales, expectativas que nunca se cumplen, sueños inalcanzables... y así, así es como hemos dejado de creer en las palabras. No confiamos en los políticos y sus discursos, dudamos de los más cercanos y necesitamos tener todo por escrito, porque ya no podemos creer a nadie ni a nada.
El mundo se ha cansado de palabras. El mundo necesita hechos.
Supongo que como Iglesia también nos hemos cansado de escuchar y de alguna manera u otra, también nos hemos vuelto insensibles y pasivos ante tantas voces. Incluso, a veces nos cuesta escuchar la propia voz de Dios. Tanto ruido que no podemos escuchar el susurro.
Pero debemos, con urgencia, afinar nuestros oídos al clamor de la injusticia. Necesitamos volver a escuchar para poder actuar.
De manera periódica, como otras iglesias locales, salimos a visitar a nuestros amigos que se encuentran en situación de sin hogar. Llevamos algo que poder compartir con ellos y no sólo para ellos, también para nosotros (porque cuando visitas a tus amigos, los dos tomáis café, no sólo él) y así, por algunas horas tenemos las conversaciones más reales. Intentamos no hablar, sólo escuchar, porque cuando escuchamos podemos llegar al corazón, y ya sabemos que todos nosotros necesitamos poner a Jesús en nuestro corazón.
Hace algunas semanas conocimos a una pareja de jóvenes, ella tenía 23 años, europea, y el 26, de Estados Unidos. Compartieron con nosotros su tiempo, nos contaron algunas de sus experiencias y con ilusión cómo querían casarse. Como hobby, llenarse de tatuajes caseros que ellos mismos hacían, como pasatiempo, beber cerveza en los parques de la ciudad. Sus pertenencias, un perro y dos mochilas llenas de parches e imperdibles. Y así, sentados en el suelo y entre las conversaciones más variadas, ella comenzó a contar todo lo que había pasado. Huérfana de padre, su madre había fallecido hacía unos meses de una dura enfermedad, era lo único que le quedaba. De repente, comenzó a llorar y a abrir completamente su corazón, durante meses no había hablado con nadie de esto, y allí estábamos nosotros, escuchando.
La abrazamos, la miramos a los ojos y le hablamos del más profundo amor.
Nos despedimos y ella sólo nos dijo, "por favor, volved pronto, necesito volver a hablar con vosotras". Sólo necesitaba ser escuchada, y después ver el amor en acción.
Hace unos días volví a experimentar la necesidad que los corazones tienen de ser escuchados. Habían acabado unas obras en nuestro edificio, así que era hora de limpiar la puerta principal, llena de polvo. Estaba terminando de limpiar nuestra puerta cuando vi la puerta de enfrente, la del vecino. Estaba cubierta completamente por el polvo, muy sucia, así que decidí que le limpiaría su puerta también. No conocíamos al vecino, pues somos nuevos en el edificio, así que mi decisión me supuso unos minutos de indecisión. Decidí pedirle permiso. Con el look de estar por casa y el trapo de limpiar en la mano le piqué a su puerta.
"¡Hola! Soy la vecina de enfrente. Estaba limpiando mi puerta porque estaba muy sucia por las obras, y he visto que la suya también está llena de polvo, así que me gustaría poder limpiársela, si no le importa".
Este simple gesto supuso literalmente horas de conversación. Un señor mayor, completamente solo y que (¡sin conocernos de nada!) nos compartió los detalles más íntimos de su vida. Pudimos descubrir el gran vacío en su corazón escuchando frases como "nadie me quiere, ni en el cielo ni en la tierra. Nadie me quiere". Necesitaba ser escuchado y necesitaba recibir amor de una manera práctica. Dios hizo algo precioso en esa simple conversación, que ahora ha pasado a ser una relación de amor. Por cierto, me rebelé a su negativa de limpiarle la puerta y, a escondidas, pudimos hacerlo. Ese pequeño gesto me recordaba algo.
¿Cómo podremos actuar si no conocemos la necesidad?
¿Cómo podremos ser la respuesta si no escuchamos el problema?
¿Cómo podremos ser escuchados si no hemos sabido escuchar?
Proverbios 31 nos dice:
Levanta tu voz por los que no tienen voz:
¡defiende a los indefensos!
Levanta tu voz y hazles justicia
¡defiende a los pobres y a los quebrantados de corazón!
El mundo espera ansioso la respuesta de la Iglesia y debemos dar la respuesta, Jesús. Pero, no podemos defender a los que han perdido sus derechos si no sabemos cuáles son sus derechos, sus necesidades, y la injusticia que los aplasta.
Tenemos una responsabilidad. La responsabilidad de escuchar la necesidad.
ESCUCHAR. ACTUAR. HABLAR.
El mundo grita desesperado, necesitamos escucharlo.
El mundo se deshace quebrantado, necesitamos abrazarlo.
El mundo comenzará a ser consolado, necesitamos explicarle el Amor de Jesús.
No inviertas el orden.
ESCUCHAR. ACTUAR. HABLAR.
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