Es hora de decidir dónde te posicionas. La verdad ofende a la mentira. La luz ofende a las tinieblas. La Palabra de Dios ofende a Satanás.
Ha llegado la hora de definirnos claramente en España.
La Iglesia Protestante Unida de Francia aceptó la homosexualidad públicamente en mayo y la de Bélgica en junio. Gracias al Señor la mayoría de las denominaciones evangélicas en la península ibérica se han opuesto al matrimonio gay en términos bien claros.
No obstante, a lo largo de los últimos años, me he topado con algunos creyentes en España que, profesando ser seguidores de la Palabra de Dios, apoyan la homosexualidad.
A nivel nacional nos estamos encontrando con tres reacciones ante el tema:
Este tercer grupo es el más peligroso. Aquí meto a toda la gente que predica, enseña y escribe sobre el tema de una forma tan absurdamente ambigua que es casi imposible saber lo que creen.
Después de oír algunos discursos y de leer algunos artículos cristianos, me siento hasta mareado. ¿Por qué no dicen lo que creen y punto? ¿Por qué tantos rodeos interminables? ¿Por qué tanto politiqueo evangélico? ¿Por qué no ir al grano? Todo esto tiene un nombre: miedo.
Sí, señor.
Miedo a ser fiel a la revelación de Dios.
Miedo a oponernos a la sociedad.
Miedo a quedar mal con la gente.
Miedo a que nos cierren puertas ministeriales.
Miedo a perder amigos, fans y seguidores en las redes sociales. Una pregunta: ¿cuántas superestrellas evangélicas han compartido sus convicciones al respecto en términos claros? ¡Casi ninguna! ¿Por qué será?
Miedo a que nos tachen de fundamentalistas, homófobos, legalistas y dinosaurios.
Miedo, miedo, miedo.
“No, hermano Will, simplemente queremos amar a todos. No queremos ser una piedra de tropiezo para nadie”. Suena bien, pero de nuevo, no es nada sino miedo vestido de ropaje evangélico. Primero, todos los creyentes nacidos de nuevo amamos a los homosexuales.
Esto está claro. Hasta la fecha, nunca me he encontrado con una sola iglesia evangélica o un solo pastor en España que trataría a un gay con menosprecio u odio. Eso de que la iglesia evangélica discrimina a los homosexuales es pura ficción. No corresponde a la realidad a no ser que ‘discriminar’ ahora signifique ‘no estar de acuerdo con alguien’.
Segundo, en cuanto a lo de no ofender. ¿Alguna vez te has parado a leer los sermones de los profetas del Antiguo Pacto y los apóstoles del Nuevo? ¿Te parecen tolerantes? ¿O qué tal los mensajes del Señor Jesús? ¿Acaso no ofendía Cristo a los enemigos del Reino de Dios cada dos por tres? ¿De dónde, entonces, este afán posmoderno por no querer ofender a nadie, de no ser una piedra de tropieza para nadie?
Miedo, miedo, miedo.
O estamos con la Palabra de Dios o estamos con lo que dice el mundo. Así de sencillo. Es hora de decidir dónde te posicionas. La verdad ofende a la mentira. La luz ofende a las tinieblas. La Palabra de Dios ofende a Satanás. John MacArthur dijo: “No suavices el Evangelio. Si la verdad ofende, entonces deja que ofenda. La gente ha estado ofendiendo toda su vida a Dios”.
O como lo explicó R.C. Sproul: “Si algo en la Biblia te ofende, el problema no está en la Biblia. El problema está en ti”. El primer anunciado del Evangelio es sumamente ofensivo: ¡eres pecador!
Pero en vez de hablar conforme a todo el consejo de Dios, hay algunos predicadores contemporáneos que ya no optan por tocar los temas más ‘chungos’ de la Biblia. Se dedican a usar el púlpito para hablar sobre estrategias de iglecrecimiento, métodos de liderazgo exitoso y sobre cómo aumentar tu autoestima. Y si en alguna reunión deciden predicar sobre un pasaje bíblico, siempre será un texto positivo y agradable. El siglo pasado el heraldo de Dios David Wilkerson llamó a los tales “cobardes” y “profetas de Jezabel” (entre unas cuantas cosas más).
¡Oh, Señor Dios todopoderoso, líbranos de tales predicadores leves y miedicas que predican por otros motivos que no sean tu gloria! ¡Protege esta nación de España! ¡Envíanos mensajeros bíblicos, maestros bíblicos, siervos bíblicos! Amén.
Las 10 preguntas
Llegamos entonces a diez preguntas urgentes que me gustaría hacer a todos los cristianos pro-homosexuales que están por aquí en la península ibérica. En mis charlas con los creyentes pro-gays, me he quedado muy insatisfecho con las respuestas que me han ofrecido al respecto. Por eso, he querido compartirlas públicamente. Y tengo tres propósitos al hacerlo:
Uno, para que aprenda más a nivel personal.
Dos, para que los pro-homosexuales empiecen a preguntarse si están siendo fieles a la revelación de Dios.
Tres, para que los creyentes bíblicos se animen a hacer las mismas preguntas a otros cristianos gays.
Allí están. Espero que te sean útiles y que generen un poco de diálogo.
Ah, y sólo para aclarar –sin politiqueo y sin rodeos- yo, Will Graham, estoy cien por cien en contra del cristianismo gay. Pero no me hagas caso a mí. Haz caso a la Palabra de Dios. No soy nada sino su esclavo.
Nos vemos la semana que viene.
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