No soy enemigo del progreso técnico, aunque a veces eche de menos el progreso espiritual, el retórico, el filosófico, literario y ético.
Cuando nos despierta el teléfono a la hora que habíamos configurado, o la Radio “Bona Nova” con su siempre selecta música, nos preparamos el café con energía de microondas, y nos vamos al trabajo en coche, y una vez en la oficina, la fábrica, el Hospital o la Escuela, nos dedicamos a manipular el ordenador, ponemos en marcha cadenas de montaje, preparamos los bisturís electrónicos, los instrumentos para radiografiar dolencias, usamos de los proyectores para ilustrar las clases con didácticos visuales, nos disponemos a enviar whatsapps, nos vamos a bailar –bailan al ritmo de instrumentos electrónicos, o nos aislamos con nuestros walkmans o tabletas para escuchar en privado nuestras músicas, estamos ya inmersos en viejas tecnologías.
Las de hoy, mañana las dejarán superadas. Y los expertos fabricantes y geniales comerciales no cesan de preparar “Ferias” sobre los últimos avances. Y se montan eslóganes bien provocadores: “España hacia al mundo de la nueva tecnología” y aún resuena en los oídos de mi memoria, cuando asistiendo en el 2013 a un Congreso de Ciencias Médicas, Tecnológicas y Administrativas, desarrollado en el CESIC de Madrid, y al que algunos Profesores de nuestra Facultad, fuimos invitados, escuché en boca de un científico “el intelectual de hoy es el que sabe usar todas las redes sociales” y entonces me molesté, se me estaba llamando indirectamente “ignorante”. Si lo que se dijo no se comprende, el lenguaje metafórico de aquel “yuppie científico” “desorientado, estar perdido, anclado, nada intelectual” tiene un significado real.
Tiempo ha “Desde el Corazón” comprendí que debía cambiar mi vieja Hispano Olivetti; poco a poco buenos amigos me fueron recomendando el ordenador, excelentes me regalaron magnifica tableta; y en los presentes días me recomiendan de buena fe, los noto convencidos, que avance en aprender nuevos programas, el uso del whatsapps, el Facebook o tenga mi Blog, y cuando les hablo de dificultades económicas o de tiempo, me auguran que esas dificultades serán aún mayores si no me he incorporado a las nuevas tecnologías. Muchos de ellos y sus Iglesias ya lo están haciendo.
No soy enemigo del progreso técnico, aunque a veces eche de menos el progreso espiritual, el retórico, el filosófico, literario y ético. Incluso en alguna ocasión, pensando ser original en mi exégesis bíblica, he creído ver en textos como el del Profeta Daniel, anuncios de que el progreso tecnológico (12:4) aumentaría: “pero tú Daniel, cierra las palabras (archiva) y sella el libro (copia de seguridad) hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá y la ciencia aumentará” y esa ciencia, con sus inventos tecnológicos está hecha “para hacernos la vida más fácil”.
“Desde el Corazón”, todo esto, nos guste o no nos guste, ya forma parte de los tiempos que vivimos; la pregunta que debemos hacernos es: ¿seremos “amigos” o “enemigos” o “esclavizadas marionetas” de la Tecnología?; el Senador Saulo de Tarso, ya escribió a los cosmopolitas corintios “todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna”. No creo que con todo el progreso tecnológico, se invente un mecanismo por el que el bienestar, la felicidad, la convivencia o cuando menos, la alegría, no dependan de los avances de la técnica.
Haciendo una libre interpretación velertniana de la historia bíblica de David y Goliat, tan popularmente conocida por todos, descubro que el ejército filisteo era uno de los mejores equipados con armas de guerra y de combate de su época, sumado a la estatura y temple del guerrero Goliat. Éste causaba miedo al ejército israelita, que no encontró un guerrero que pudiera enfrentarse con él. Pero David, un joven valiente y ungido por el Señor, entendió que Dios le daría la victoria. David no utilizó la armadura de los soldados de su pueblo, pues no conocía cómo usarla, entonces echó mano de lo que él conocía y tenía en sus manos, su honda (la tecnología paleolítica) para vencer a Goliat, pero enseguida se “actualizó” a la tecnología de su tiempo, cortándole la cabeza con la misma espada. Tras esa gran victoria, David no equipó a los soldados israelitas con “ondas”, sino con las mejores armas de su tiempo, a fin de seguir conquistando territorios para su pueblo.
Pensando en esta versión de los hechos, hoy necesitamos dar un uso correcto a lo que estamos acostumbrados a usar, pero es sabio actualizarnos y echar mano de las tecnologías que servirán para ayudarnos a mejorar nuestra vida, facilitarnos las tareas de extender el Reino de Dios, pero evitando que nuestro orgullo y apetencia del confort venza nuestra solidaridad humana, el arte de la conversación y trato personal y directo y entre todo no encerrando en el desván con doble llave y candado, al fantasma de la ética y la virtud del amor. Y terminando estos pensamientos, para colmo, leo en un prestigioso periódico, que el neurofisiólogo y neuroingeniero Marom BIKSON afirma que “somos organismos eléctricos”.
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