No pretendo discutir, solo conversar con los oyentes sobre esa cuestión, en recuerdo, además, de la Reforma.
En el artículo de Antoine Bret, “175 centímetros”, de la semana anterior, que lo he tenido de vecino de arriba en la portada de P+D, se hace una indicación que me da razón de esta reflexión. Sobre el creacionismo científico (que de entrada me parece algo muy extraño, pues sería hacer apologética del relato de la Biblia con los argumentos científicos de los que niegan lo trascendente, y eso no casa), dice que “mantener que existen evidencias científicas para un universo joven [6000 años] es un absurdo”, y que el problema ya no sería sólo de geografía, sino de “amor a la verdad”.
Por amor al autor, buscando amar la Verdad, el cual nos propone que “pretender que el universo tiene 6000 años en lugar de 13,7 mil millones” sería una maldad contra la propia Biblia y el cristianismo, y que no deberíamos hacer una cosa así, pues me parece un absurdo. 13,7 mil millones de años, vaya, se supone que bien medidos. Así nació. Allí estaba el niño, algunos saben qué pinta tenía y todo. No, eso es tanta fantasía, la misma, que la de los que presentan “evidencias científicas” para los 6000. Es fantasía, no ciencia verificable.
Hace ya tiempo que no pierdo el tiempo en vanas discusiones, interminables, con los “expertos” de las “revistas rigurosas”; al final, no pocas veces son simples fábulas judaicas y fantasías de quienes precisamente resisten a la Verdad. Por lo tanto, no pretendo discutir, solo conversar con los oyentes sobre esa cuestión, en recuerdo, además, de la Reforma, que supuso el derribo de Aristóteles en la teología y sus consecuencias, y también, con ello, de la cosmología. La tierra fue liberada para que la cultivaran los hijos de Dios. Era el impulso de la investigación científica.
Si el universo tiene esa cantidad de miles de millones de años, en el sentido de que empezó ahí, y luego seguirá sabe quién a dónde, nos habremos quedado con los expertos y las revistas rigurosas, y sin Evangelio, tal como lo entiendo de mensaje del Resucitado, delante del que se doblará toda rodilla, y por quien fue creado todo lo que existe, y con los ángeles y demonios, y la sujeción de todo lo creado al triunfo final de ese Evangelio. Uno, es mi caso, puede ser bastante espesito, pero ese planteamiento hace que alguno de los dos casos sea mentira.
Para ser creyente redimido no se necesita “previamente” pasar por el visto bueno de alguna escuela de pensamiento, con sus teorías: creacionista de este o aquel modelo, o evolucionista de este o aquel modelo; Dios salva a los suyos por la obra perfecta hecha una vez para siempre de Cristo, que es Dios verdadero y verdadero hombre, y cada uno somos de una cultura, nación, lengua… que luego vamos reformando, con definiciones de la existencia siempre pobres y relativas. Por eso, a los que ya caminamos en la fe convencidos de nuestras llagas, puede parecernos muy chocante eso de que si no crees, o mejor, si no admites que es verdad absoluta que el universo se inicia hace 13.7 mil millones de años, pues eres alguien que tienes un problema no con la geografía, sino con el amor a la verdad. Vaya.
Y se saca corolario: los jóvenes educados en creacionismo científico cuando van a la Universidad, pierden la fe. La fe verdadera, ya sabemos, la que no es muerta, nunca se pierde, está en manos del que la conserva viva con el que vive por los siglos. Nadie que haya sido hecho parte del cuerpo de Cristo, deja de serlo, ni en 14 mil millones de años, ni en 6000. No sé si los de creacionismo “científico” (que ya puse, me parece extraña la definición), pero los creyentes, los que ha sellado el Espíritu Santo, no se pierden en la Universidad. Y cuando están allí, trabajan para cultivar la tierra, sin problemas. ¿Necesita alguien aceptar eso de los millones, los cortos o los largos, para investigar lenguas, o historia, o música, o medicina?
Ejemplo. Hace años nos visitó en Sevilla un oftalmólogo eminente, venía a enseñar un curso para especialista en la Universidad de Sevilla; era creyente, anciano de una iglesia, creía que la Biblia no estaba falsificada en lo de la creación, vaya, que era creacionista. ¿No era “científico”? Sus colegas podrían poner en dudas sus conocimientos por su fe. No. Si esos colegas son, precisamente, científicos.
Más. Gente que trabaja en medio ambiente, que han presentado propuestas que se usan por entidades internacionales sobre los recursos del agua en el mundo. ¿Si uno es creacionista, no tiene valor su investigación? Si son científicos los que usan sus propuestas, no mirarán su fe. Porque la fe y la ciencia no están reñidas, no más que cualquier esfera en el mundo, donde todas tienen sus espacios y fricciones con los espacios del lado: mercado y bienes comunes; autoridad y libertad; individuo y sociedad… El buen científico no es el que niega los otros espacios, sino el que procura integrarlos para el bien común.
Pongan todos los ejemplos que se le ocurran. No, la fecha del universo no cambia los tomates, ni arregla el reúma, ni fabrica medicamentos, ni cuece pan, ni abre pozos, ni abraza al moribundo, ni le da dos garrotazos al tirano, ni…
Sobre las fechas, una reflexión de alguien, que es mi caso, que no tiene ni idea de biología, ni de física y química, vaya, cortito, las cuatro reglas; pero también las reglas lógicas, siempre tan útiles. La fecha de 6000 o 13,7 mil millones de años para el inicio del universo es un absurdo. Los 6000 hablan de un universo “joven”, no sé los otros, parece que más viejo. Realmente, al leer el relato bíblico, con modelo de escritura, con su retórica para mostrar la verdad al que no puede oír el lenguaje teológico, el que habla el Dios que Es el que Es, te encuentras con que hace unos 6000 años, no los he contado, el hombre se “encuentra” con el universo. Eso no implica edad del universo. Cada cosa fue creada, es que soy creacionista, con su capacidad de cumplir su función. Vemos al bueno de Adán, creado para cumplir su misión de procrear y educar a la tierra, si desde fuera se te ocurre pasar por allí, recién creado “ya tenía una edad”, la propia para cumplir su función. Lo mismo con las estrellas, los planetas, todo eso que los cosmólogos saben los nombres, en su misma creación tenían “su edad” necesaria. ¿13,7 mil millones de años? No sé, quizás alguno de ellos. Desde luego, por lo que nos dicen los que saben, esos elementos muestran edades muy viejas. No pasa nada; es que Dios crea con capacidad de producir su función. Pero esto es una imposibilidad para la razón. No, lo es para la razón si fe; y a ésa no la pones en armonía con la fe nunca. Es algo muy razonable. Yo lo creo y no siento cables cruzados ni nada. Y espero ese día cuando conoceré cómo fui conocido.
Mientras ese día llega, puedo trabajar codo con codo con personas de creencias muy variadas, no pasa nada: si son científicos serios. Puedo exponer la fe del modo más radical, junto a compañeros en la Universidad, sin que eso sea un problema, nunca lo ha sido para mí. No sé si será así con otros. Si estudias el cultivo del tomate, hazlo muy bien, y exponlo a los otros, para el bien común. No le impongas a los otros que sean creacionistas; ni al revés. Al final, de eso se trata, de vivir en sociedad, convivir. La edad del universo no mueve ni un milímetro la ciencia.
Y en esas actividades, desde la perspectiva más radical, sin ocultar nunca mi fe, pues creo en Dios todopoderoso, también para crear con edad de producir sus funciones a cada cosa, y mi Señor, mi Redentor, es el Señor del universo, desde esa perspectiva se puede estar en la sociedad. Este año toca recordar el 150 de la muerte de Luis de Usoz y Río. En la Biblioteca Nacional se hará recuerdo de su figura con mesa redonda previa al congreso que realizamos en la Complutense (29 y 30 de octubre). Ya les informo. Mucho por hacer, sin pararse en edades del universo, ni la de los 6000 ni la de otros. Todos trabajando y sirviendo, pues, al final, como me decía unos días atrás el profesor José Luis Villacañas, en su trabajo para organizar estos congresos, el tiempo es corto, y hay que aprovecharlo.
Mucho por hacer. No perdamos el tiempo.
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