¡No desmayéis por sentir el alma perturbada! Es algo común en la experiencia del ministro.
Aunque no se hable mucho sobre ella, la depresión espiritual es una enfermedad de la cual sufren muchos creyentes. De hecho, es algo tan común que hasta los pastores y predicadores más renombrados han tenido que pelear contra ella. John Piper sería un buen ejemplo contemporáneo.
El celebrado pastor inglés Charles Spurgeon dedicó un capítulo entero (el XI) al tema de la depresión ministerial en su obra Discursos a mis estudiantes (1875). El príncipe de los predicadores –además de confesar que sabía “por una dolorosa experiencia lo que un profundo abatimiento de espíritu significa”- diagnosticó diez razones por las que podemos estar sufriendo de depresión espiritual.
Hoy quiero compartirlas con el fin de animaros (sobre todo a los predicadores) para que sepáis que no estáis solos en la lucha. Tanto Spurgeon como Piper –y muchos otros ministros del Señor a lo largo de la historia (por ejemplo, Martín Lutero)- han andado envueltos en las tinieblas de la depresión.
Aquí están las observaciones de Spurgeon:
#1: Nos deprimimos porque somos hombres
Puesto que somos hombres, la debilidad forma parte de nuestra constitución. No estamos hechos de mármol ni de hierro. A veces el Señor permite que sus ministros pasen por desánimo con el fin de sean más compasivos con el rebaño de Dios. Como regla general, hay muy pocos seres humanos que están totalmente sanos en cuerpo y en espíritu.
#2: Nos deprimimos por el peso espiritual de la obra
Spurgeon creyó que la obra ministerial conlleva tristeza y lágrimas debido a su naturaleza tan seria y solemne. “¿Quién puede soportar el peso de las almas sin hundirse en el polvo? Un ardiente anhelo por la conversión de los hombres, si no se halla enteramente satisfecho (¿y cuando lo está?) consume el alma llenándola de ansiedad y contrariedades”. La obra del Señor –predicando fielmente la Palabra de Dios y velando por las almas- puede producir abatimiento de espíritu.
#3: Nos deprimimos porque nos encontramos solos
Dado el llamamiento tan específico del predicador, es difícil que otros se relacionen con él y entiendan sus luchas privadas. Muchas veces, pues, el ministro se sentirá solo. Por eso Spurgeon hizo hincapié en la necesidad de reuniones fraternales entre ministros como una forma eficaz de remediar la depresión.
#4: Nos deprimimos por malos hábitos
Un peligro constante para el ministro es olvidarse de la salud de su cuerpo. Dado que el verdadero predicador invertirá mucho esfuerzo y muchas horas en la preparación del sermón, es posible que se pierda en su despacho rodeado de libros sin fijarse en la belleza de la naturaleza que le rodea, naturaleza que, “lo llama brindándole salud y libertad”.
#5: Nos deprimimos después de un gran éxito
Spurgeon confesó que tendía a deprimirse después de una gran victoria en las cosas del Señor. No obstante, entendió que la mano del Señor estaba en eso citando los ejemplos bíblicos de Jacob y Pablo. La misericordia de Dios no nos permitirá gloriarnos en nosotros mismos, sino que nos quebrantará con el propósito de que encontremos consuelo únicamente en la Roca de la eternidad (y no en nuestros logros personales/ ministeriales).
#6: Nos deprimimos antes de la batalla
A veces al pensar en el futuro y en las batallas que nos esperan, entra la tentación del desánimo y el miedo. Tenemos ganas de huir de la guerra y volver a casa. Pero la buena noticia es que “la nube se ve negra antes de abrirse y cubre de sombras antes de producir la lluvia de misericordias. El descaecimiento se ha hecho ahora para mí como un profeta de vestidos burdos, como un Juan el Bautista, precursor de una de las más ricas bendiciones de mi Señor”.
#7: Nos deprimimos por tanto trabajo
Si no guardamos el día del descanso, habrá consecuencias. El cuerpo necesita reposo. El no descansar es pecado. El tiempo de descanso nos hará más fuertes para las batallas futuras. “En una carrera larga haremos más si a veces hacemos menos”. Ante una avalancha de necesidades, trabajo, compromisos y responsabilidades, el hombre de Dios tiene que defender su día de descanso con celo evangélico. Si no lo hace, el trabajo acabará con él.
#8: Nos deprimimos cuando alguien cercano nos engaña
Como en el caso de Judas Iscariote, es posible que tengamos muy buenos amigos que nos traicionarán o engañarán. La traición es uno de los golpes más fuertes que el ministro tiene que aguantar. “Diez años de trabajo no consumen tanto nuestra vida, como la consume en unas cuantas horas Ahitofel (2 Samuel 15:31) o Demas el apostata”. Hasta las divisiones dentro de una congregación (con las críticas y palabras duras que las caracterizan) pueden provocar depresión en el ministro. “¡Qué nadie, por lo menos de los que aman la tranquilidad de su espíritu y buscan las dulzuras de una vida exenta de zozobras, ingrese al ministerio!”
#9: Nos deprimimos por las molestias que se multiplican
Cuando estamos pasando por un período prolongado de malas noticias, decepciones y problemas, el corazón tiende a hundirse. “Si hubiera un regular intervalo entre los golpes de la adversidad, el espíritu tendría tiempo de prepararse a resistirlos; pero cuando caen inesperadamente y sin intermisión, como cae una lluvia de granizos, el infortunado a quien sorprenden se siente solo recogido a su pesar”.
#10: Nos deprimimos sin saber el porqué
Finalmente hay momentos cuando no sabemos a ciencia cierta por qué hemos entrado en depresión. Es algo irracional pero no por eso deja de ser irreal. Es un malestar ambiguo e indefinido pero está allí. Sólo el Sol de justicia puede quitar semejante depresión definitivamente.
Conclusión
¿Por qué, entonces, Dios permite que sus predicadores pasen por estos momentos de tristeza y depresión? Porque, “el hombre debe estar vacío de sí mismo para ser después lleno del Espíritu Santo […] Que el obrero no dé cabida al orgullo, es la gran dificultad […] Nuestro vino necesita estar mezclado con agua para no entorpecer nuestro cerebro”.
En suma, Dios sabe lo que está haciendo. Por lo tanto, ¡no desmayéis por sentir el alma perturbada! Es algo común en la experiencia del ministro. “Un individuo cualquiera, por simple que sea puede seguir un sendero angosto si se halla éste iluminado; pero solamente la fe puede ponernos en aptitud para transitar por él en la oscuridad con infalible exactitud, porque nos pone la mano en la mano del Gran Guía”.
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