Uno de los problemas fundamentales en la Historia del cristianismo es la enorme cantidad de dineros y bienes que se han dado a causas equivocadas.
“Y harás bien en encaminarlos como es digno de su servicio a Dios, para que continúen su viaje”. Aquí tenemos un ejemplo de vivencia de la fe. Gayo tiene la autoridad de encaminar a los predicadores que habían llegado, y eso implica que los había atendido y provisto de medios para seguir su camino. Todo junto. No tienes autoridad sin consagración; tu consagración ahora no es ritual, sino de vivencia: eres de otro, y a ése te debes, y a los suyos. Ya sabemos cómo lo dice la Biblia.
Antes, la consagración de los sacerdotes era ritual. Ahora, todos sacerdotes, estamos consagrados en la propia persona de Cristo, con él; no es una opción. Pero el reconocimiento de esa situación, con todo lo que supone, entre otras cosas, de autoridad para hablar, para decidir, para caminar… solo es mediante el servicio. En el caso de aquellos predicadores que llegaron a la iglesia donde estaba Gayo y el Diótrefes, el servicio que muestra la consagración se expresa por recibir, atender y encaminar (es algo muy “material”, había que darles alimento y cobijo, y luego bolsa para el camino).
Hay pastores (ahora proliferan apóstoles, ungidos, profetas…) que reclaman su autoridad porque les parece que tienen una consagración especial. Es cierto que la iglesia Romana en esto lleva la delantera por siglos, pensando que con un sacramento consagra a un individuo, robando el significado ritual del antiguo sacerdocio judaico. Se han quedado dentro del Templo que Cristo destruye, y no quieren el Nuevo, que es su cuerpo, donde cada uno es piedra viva, y se sirve en libertad. No pocos pastores de iglesias evangélicas (de todas las denominaciones) asumen su autoridad por causa de su consagración ritual (que puede ser una imposición de manos, una visión, o cualquier cosa). No hay autoridad fuera del servicio, y el servicio, la consagración, implica que se da uno mismo, y da lo que tiene. Todo con sentido común, y racionalidad, claro que sí, pero no sirves si no eres generoso; ningún miembro del cuerpo vive para sí, sino para los demás “solidariamente”. El que vive para sí es cancerígeno.
Uno de los problemas fundamentales en la Historia del cristianismo es la enorme cantidad de dineros y bienes que se han dado a causas equivocadas; con mucha frecuencia se ha financiado al reino contrario a Cristo dentro de la iglesia visible. Seguimos así hoy. ¿Cuántos medios se van a las manos de los que no perdonarán al rebaño? Diótrefes tiene su bolsa de ofrendas, y los que le siguen, pero la emplean para impedir la labor de los que anuncian la verdad. Incluso pueden entregar su cuerpo para ser quemado, o darlo todo a los pobres, para la causa del anticristo. ¿Y este problema tiene solución? No. Siempre habrá una bolsa para financiar a los anticristos, que ya están por aquí desde la misma presencia en la tierra del Cristo. (Otra cosa es, aunque no es reino celestial eterno, cuando el conocimiento del Señor llene toda la tierra, cuando los diótrefes sean minoría inoperante; cuando el Señor lo haga, creo que ya mismo, pero no está en nuestras manos, y menos pensando que con una buena organización se conseguirá.)
Mal asunto. Sí. Los de su padre sirven a su padre, con todo lo que tienen. Y los nuestros, los redimidos, en Cristo también; en él estamos consagrados, no somos nuestros. ¿Y cómo se aplica esto en las congregaciones? Como mejor se pueda; no hay reglas fijas, no hay ritos. Debemos evitar a los diótrefes, pero si están ya, o se cuelan, o hemos acudido a una iglesia donde ya estaban los suyos, pues a servir a la causa lo mejor que podamos. En el caso de Gayo, ya sabemos, atendiendo y encaminando a los que trabajan en el Señor. Quien no hace eso está favoreciendo la actuación de Diótrefes, la de los anticristos. ¿Y cómo conocemos quién está sirviendo al Señor? Desde luego no porque traigan una acreditación de una agencia misionera, o un certificado del Estado, o algo así (eso puede ser útil en algunos casos, pero no vale para frenar o evitar a los anticristos), pues en muchos casos la expide el Diótrefes y sus empleados. ¿Entonces? Pues tenemos que conocer lo mejor posible la Verdad, aplicar el buen sentido racional, y tener un anhelo cierto de servir a los que vienen en nombre de nuestro Redentor, el mismo anhelo de rechazar a sus enemigos; con eso ya vale. Luego está la práctica en cada caso, que demuestra (el mismo Pablo lo dice) que podemos equivocarnos y convivir con falsos hermanos, pero eso es inevitable. El Espíritu edifica a su Iglesia, él, como ha decido con sus frutos, viviendo en los suyos; que su obra se cumple está plenamente garantizado; que nosotros nos equivocamos, también.
Mal asunto. No, mal asunto para ti que no quieres ser generoso con lo “tuyo”, y que te excusas con eso de que puedes dar tus bienes a una causa falsa. Que no debas ayudar al falso profeta no te exime de cuidar al levita que vive cercano. Si tienes dudas de las causas que están en tu entorno, busca una buena, y da generosamente; si no buscas, es que no quieres dar. Además, no ser consecuente (no vale “generoso” como si fuera un plus) y ayudar con todos tus bienes a la causa de Cristo, te hace ser generoso con la causa del diablo. Si no fortaleces al que va de camino para anunciar las buenas nuevas, estás fortaleciendo al que impide esa predicación. Vaya, que si no estás con el Señor, ya sabes qué dice la Biblia con quien estás.
Seguimos, d. v., la próxima semana, que vamos por el buen camino. Al final ya verán cómo hacemos iglesia, la buena, y mostramos el derribo en que viven los que edifican la otra. Todos juntos, de todas partes, como miembros del cuerpo del Redentor.
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