Está comprobado que en ciertas congregaciones auto definidas como ‘iglesia cristiana evangélica’, o que confiesan serlo pero se identifican con nombres alusivos al Antiguo Testamento, se ocupan más de Israel y de la cultura judía que del Señor Jesucristo y Su Evangelio ¿por qué lo hacen?
Guardo cálidos recuerdos de muy buenos amigos y compañeros judíos de mi infancia y adolescencia.
¿Cómo no recordar los partidos de ping-pong con ‘Coco’ Wolfman en la sede santafesina del Movimiento Dror; o los partidos de tenis y básquet en el Macabi?
Imposible olvidar el cariño que me tenía la familia Rogovsky donde jugaba con Alberto, quien siempre me hablaba de sus sueños de ir a vivir a ‘Eretz Israel’.
¿Cómo olvidar a Tomás Kolchevsky, mi compañero de secundaria e integrante del conjunto ‘Los Arribeños’? A ellos, y a muchos otros judíos a lo largo de mi vida, les debo que no me invadiese el odio anti-judío predominante en mi ciudad natal, de fuerte raigambre católica romana, y en otros sitios del mundo que conocí.
En los primeros años de este siglo, gracias a trabajar en la evangelización de niños en nuestro país de origen, mi esposa y yo mantuvimos fraternales relaciones con pastores de diversas denominaciones. Por esa razón fuimos invitados con frecuencia a asistir a los cultos especiales organizados con la participación de niños y jóvenes. Solo mencionaré una ocasión en que visitamos la congregación cristiana evangélica en un barrio periférico de la ciudad donde residimos poco antes de venir a España.
Nuestra sorpresa fue grande al entrar al enorme salón engalanado con pancartas, banderas y guirnaldas multicolores. En los muros laterales habían colocado textos mencionando a Israel, escritos hebraicos y símbolos religiosos judíos. Íntimamente nos preguntamos qué relación existía entre los decorados y la celebración.
También nos llamó la atención que nos ubicasen en los primeros asientos y desde el frente nos dieran la bienvenida e invitasen a dirigir unas palabras a los numerosos presentes. Pero, cuando salieron los niños del ‘ballet cristiano’ ataviados como judíos y danzando al son de la típica música israelí quedamos asombrados. El espectáculo era tan atractivo como conmovedor. Esos pequeños deberían haber pasado mucho tiempo ensayando para brindarnos tan buena demostración. Mi esposa, que es descendiente de judíos, no podía ocultar su emoción.
Después hubo un mensaje basado en el AT sobre el ofrendar a Dios. Por mucho más de media hora se explicó que si bien a Él debemos entregarnos por entero, Él nos ama y tiene misericordia de nosotros y se complace con nuestros diezmos y ofrendas. Es decir, con dinero. Hubo un llamado a ‘pactar con Dios’ y se mencionó el pacto de Dios con Abraham con el que ese varón fue grandemente enriquecido con todo tipo de bienes.
Cada vez que alguien se levantaba para recibir el sobre del ‘pacto’, la congregación prorrumpía en aplausos y el oficiante alababa la humildad y valentía del ‘siervo’ o ‘sierva’ que ‘pactaba’ con Dios. Al finalizar se amonestó a los remisos, reiterándose que Dios castiga con pobreza material al que le roba.
De regreso a casa, conversamos sobre lo que habíamos vivido. Nos preguntábamos cómo ayudar a gente que no tiene argumentos necesarios para enfrentar a esos líderes; gente sencilla que obedece mansamente por temor a perder su salvación; que carecen de enseñanza bíblica sólida para ver la diferencia entre Evangelio y el error.
¿Por qué se está regresando al AT en tantas iglesias cristianas?
¿Qué pasó con el Mensaje de la Gracia que se predicaba desde el púlpito?
¿Dónde quedaron las enseñanzas de Jesús y los apóstoles sobre no volver atrás?
¿Qué es lo que predicamos hoy?
Con el ánimo de contribuir a despejar dudas y confusiones causadas involuntaria o voluntariamente, analicemos qué nos dice la Palabra de Dios sobre esta moda abrazada por muchos cristianos que se vuelcan a las tradiciones judías.
LA IMPORTANCIA DE HECHOS 11
Tras la glorificación de Jesucristo, llegó el Espíritu Santo tal como Él había prometido y empoderó a los que creyeron convirtiéndolos en testigos de Su Persona y Obra Redentora; y lo sigue haciendo aun hoy1.
Los discípulos, que poco antes se preocupaban por la manifestación terrenal del Reino prometido a David2, fueron sacudidos en su condición humana viviendo el derramamiento pentecostal y siendo partícipes del evento más trascendental después de que la cruz del Gólgota y el sepulcro de José de Arimatea quedaran vacios. Los apóstoles y con ellos los más de tres mil nuevos creyentes fueron testigos del nacimiento de la nación prometida a Abraham y que Jesús anunció a Pedro que habría de edificar: Su iglesia3.
En ese solo día de Pentecostés se cumplieron la profecía de Isaías y la promesa de Jesús4.
Los primeros meses de la comunidad de fe fueron causa de admiración entre los judíos. Pero, poco más tarde, el celo de los líderes judíos pudo más y originó la cruel persecución a los primeros cristianos. Es lo que se lee en los primeros diez capítulos del libro de los Hechos. A partir del capítulo 11, después que el Evangelio fuera predicado en Jerusalén, Judea y Samaria se nos revela el carácter inclusivo de la iglesia.
A diferencia del judaísmo que los excluye el Evangelio de Jesucristo incluye a los gentiles. Este hecho glorioso de la misericordia de Dios fue acompañado, sin embargo, por el esfuerzo ininterrumpido de parte de los judíos para introducir conceptos propios de su religión en la doctrina cristiana. Por un lado, no cabían en su asombro de que el Espíritu Santo pudiese operar en los que ellos consideraban impuros; por el otro, se conjuraron para hacerlos volver a la religión ancestral, o eliminarlos definitivamente como hicieron con los primeros mártires cristianos.
Por eso el apóstol Pablo, judío de pedigrí si los hubo y habrá, se ocupó en explicar con todo denuedo a los nuevos creyentes; les enseñó que todas las cosas pertenecientes a la ley judía y su liturgia eran la sombra de Cristo y que, con la llegada del Hijo de Dios a la tierra, aquellas y las tradiciones judías ya eran cosas del pasado5.
LOS CRISTIANOS JUDAIZADOS NO ENTIENDEN EL AT
Se ha instalado por los judaizantes la interpretación de Isaías 66:8 como una referencia directa a la fundación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948 por la Resolución 181 de Naciones Unidas. Esta manera de analizar las Escrituras incurre en varias desprolijidades que le quitan toda credibilidad. La primera incorrección es no cotejar el término ‘nación’ desde el Génesis y en adelante. Si lo hiciesen verían que ‘nación’ hace referencia a mucha gente, no a un territorio poblado. Veamos:
La promesa de Dios a Abraham
“Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.” 6
No hay aquí alusión a un Estado territorial con límites geopolíticos sino a una nación grande. De los lomos de Abraham saldría una descendencia, no un territorio con fronteras delimitadas.
La promesa de Dios a Jacob (Israel)
“Y habló Dios a Israel en visiones de noche, y dijo: Jacob, Jacob. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas de descender a Egipto, porque allí yo haré de ti una gran nación. Yo descenderé contigo a Egipto, y yo también te haré volver; y la mano de José cerrará tus ojos.” 7
Otra vez, el sustantivo nación alude a gente. Los de la nación de Israel tenían en común: sangre, raza, linaje o cultura. Esto queda establecido sin discusión por lo que Dios hizo cuando Israel era un pueblo esclavo en Egipto, dos mil años antes de Jesucristo y cuatro mil años antes de la creación del Estado de Israel. Así, las numerosísimas instrucciones de Dios al israelita en Deuteronomio son sumamente esclarecedoras; entre ellas destaco:
“Entonces hablarás y dirás delante de Jehová tu Dios: Un arameo a punto de perecer fue mi padre, el cual descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres, y allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa;” 8
¿No es, entonces, una gran contradicción interpretar que ‘una nación grande, fuerte y numerosa’ esté referida a un estado territorial cuando Israel era esclava dentro del Estado de Egipto durante cuatro siglos?
La promesa de Dios por medio de Isaías
“¿Quién oyó cosa semejante? ¿Quién vio tal cosa? ¿Concebirá la tierra en un día? ¿Nacerá una nación de una vez? Pues en cuanto Sion estuvo de parto, dio a luz sus hijos. Yo que hago dar a luz, ¿no haré nacer? dijo Jehová. Yo que hago engendrar, ¿impediré el nacimiento? dice tu Dios.” 9
El cristiano genuino sabe muy bien que esa palabra profética de Isaías se cumplió en Jesucristo, no en la fundación de una república terrenal en 1948. El apóstol Juan escribe su evangelio muchos años después de haber vivido la llegada del Espíritu Santo; con su perspectiva bien ampliada el ya anciano ‘discípulo amado’ manifiesta:
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” 10
Esa es la explicación que le dará el propio Jesús a Nicodemo, un maestro en Israel, según narra el mismo apóstol Juan en el capítulo 3. Por su parte, el apóstol Pedro nos sorprende con su enorme discurso inaugural de la gran nación que es la iglesia de Cristo11. A los atribulados judíos que comprendieron su histórico pecado de rebeldía contra Dios y estaban compungidos de corazón, el que ahora es pescador de hombres arenga:
“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.” 12
¿No fue acaso predicho este nacer en un día de la gran nación cuando Jesús les enrostraba a los judíos de su época que erraban al interpretar las Escrituras e imponían sus tradiciones de hombres a la gente?
“Les dijo Jesús: ¿No han leído nunca en las Escrituras: 'La piedra que desecharon los constructores ha llegado a ser piedra angular; esto lo ha hecho el Señor, y es maravilloso a nuestros ojos'? Por eso les digo que el reino de Dios se les quitará a ustedes y se le entregará a un pueblo que produzca los frutos del reino. El que caiga sobre esta piedra quedará despedazado, y si ella cae sobre alguien, lo hará polvo.” 13
Vale la pena tener en cuenta esta tremenda advertencia profética de Jesús al leer al apóstol Pedro. Después de aprender de Pablo el misterio de la elección de los gentiles e inspirado por el Espíritu Santo dice Pedro:
“Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; Y el que creyere en él, no será avergonzado. Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, La piedra que los edificadores desecharon, Ha venido a ser la cabeza del ángulo y: Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados. Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”14
La coherencia evangélica es irrefutable. Por más que estén de moda la enseñanza del hebreo y pintar de sinagogas los lugares de culto cristiano, el Señor de señores escogió para sí un pueblo en el pasado para mostrar a los siglos venideros su gran misericordia. Él disipa toda duda de los creyentes sinceros y humildes que son Su iglesia.
El Espíritu ayude a todos los lectores de esta serie a reconocer en el Israel antiguo de Dios a la sombra de la nación grande y fuerte que es la iglesia; no el pequeño Estado de Israel que se jacta de estar legitimado por los hombres.
La iglesia de Jesucristo es esa nación contra la cual las puertas del infierno no podrán prevalecer mientras este mundo no deje de ser. Nuestro Dios tiene suficientes huestes celestiales para defendernos del enemigo. Él no depende de la industria bélica, de la banca judía internacional ni de políticos corruptos para librarnos de los ataques neoliberales, sionistas, terroristas islámicos o ateístas. Él sostiene a este pueblo escogido que constituye Su nación santa, la iglesia que Jesucristo anhela venir a buscar.
Ojalá, estimados lectores, nunca se cubra nuestro entendimiento con el velo judaizante. Y si este artículo, u otro de la serie, ha despertado alguna inquietud os sugiero usar el servicio de posteo de este medio. Hemos de responder con la ayuda de nuestro Dios y con toda Su Palabra. El Señor pronto viene a por Su iglesia. Digámosle: ¡Ven Señor!15
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Notas
Ilustración: fotografía tomada del artículo ‘Israel busca judaizar a cristianos palestinos’, Hispan TV, 28/08/2013
1. Hechos, capítulos 1 a 3
2. Ibíd. 1:6-9
3. Mateo 16:16-18
4. Isaías 66:8
5. Hebreos 8:5; 9:23,24; 10:1; Colosenses 2:8, 17,18, 20; 2ª Corintios 5:17; Gálatas 4:3,9
6. Génesis 12:1,2 (negritas del autor)
7. Ibíd. 46:2-4 (negritas del autor)
8. Deuteronomio 26:5 (negritas del autor)
9. Isaías 66:8,9 (negritas del autor)
10. Juan 1:12, 13 (negritas del autor)
11. Hechos 2:14-41 (negritas del autor)
12. Ibíd. 38-41 (negritas del autor)
13. Mateo 21:42-44 (negritas del autor)
14. 1ª Pedro 2:6-9 (negritas del autor)
15. Apocalipsis 22:20
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