Hoy en día hay evangélicos que, por alguna extraña razón, piensan que los que no han oído el Evangelio son moralmente inocentes.
Una pregunta que varias personas me han hecho a lo largo de los años es la siguiente: ¿qué pasará con los que no han oído el Evangelio? Es decir, ¿pasarán a la condenación o a la bendición eterna? ¿La Biblia tiene algo que decir al respecto?
Mi respuesta es sí. La Biblia sí tiene algo que decir al respecto. Y lo dice de forma clara y contundente.
La necesidad del Evangelio apostólico surge a partir del pecado humano. Presupone la maldición de la condenación venidera. En palabras del Manifiesto de Manila (1989), “Afirmamos que los seres humanos, aun cuando han sido creados a la imagen de Dios, son pecadores y culpables, perdidos sin Cristo, y que esta verdad es preliminar en la comprensión del Evangelio”.1 Eso es exactamente lo que Pablo quiere aclarar en los primeros capítulos de su carta a los romanos (Romanos 1-3). Explica que todos son pecadores y, por lo tanto, están todos bajo la ira santa de Dios. Esta ira se manifiesta contra los judíos (con la Ley) y los gentiles (sin la Ley).
Pero, ¿cómo puede Dios condenar a un pecador gentil si no conoce la Ley de Dios? La respuesta del apóstol es que aunque los gentiles no hayan pecado contra su conocimiento de la Ley, sí han pecado contra su conocimiento innato de Dios. Dios ha dado dos señales indubitables de Su existencia a los gentiles: 1) la creación (Romanos 1:19-20) y 2) la conciencia (Romanos 2:14-15). Pablo demuestra que por muy poca que sea la luz que un gentil haya recibido, éste ha pecado contra ella. Consiguientemente, es digno de ser condenado. Así que el que no ha oído el Evangelio es pecador. ¡Y punto! Como recientemente ha escrito el evangélico americano Dr. R.C. Sproul, “Cristo fue enviado a un mundo que ya iba en rumbo al infierno”.
Es cierto que alguien que no ha oído el Evangelio no ha pecado contra las Buenas Nuevas del Hijo de Dios. Pero es igualmente innegable que tal persona haya desobedecido a Dios el Padre, el Creador de todo. De allí su condenación.
El problema es que hoy en día hay evangélicos que, por alguna extraña razón, piensan que los que no han oído el Evangelio son moralmente inocentes. Varias veces ha oído la siguiente pregunta (o algo del estilo): “¿De verdad Dios condenará a todos esos africanos inocentes?” ¡Claro que no! Dios no condenará a ningún africano inocente. Pero aquí está el quid de la cuestión: ¿dónde encontrarás a un africano inocente? ¿Me puedes mostrar uno, por favor? De nuevo repito el principio paulino: “por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). El ‘todos’ de Pablo se refiere a los africanos también. No hay tal cosa como un africano (o un asiático o un latinoamericano o un europeo, etc.) inocente. ¡No lo hay!
Este tipo de doctrina que niega el pecado de aquellos que no han oído las Buenas Nuevas es sumamente peligroso por varias razones.
Primero, contradice la gravedad de la universalidad del pecado humano dando a entender que existen seres ‘inocentes’ en el mundo cuando todos son culpables.
Segundo, no toma en cuenta la severidad de la ira de Dios que espera a todos los pecadores (tanto judíos como gentiles).
Tercero, anula la importancia del evangelismo, las misiones y la Gran Comisión. ¿Por qué? Porque si una persona solamente va al infierno por rechazar el Evangelio de Cristo, sería mejor no predicárselo por si acaso decide no aceptarlo. ¡Menuda lógica torcida! Pablo nunca estaría de acuerdo con tal manera de razonar.
Así que: ¿qué pasará con los que no han oído el Evangelio? Serán condenados justa y merecidamente por todo el pecado que han cometido contra la luz de Dios.
Al fin y al cabo, nadie pasará a la condenación eterna que no merezca estar allí. “El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” (Génesis 18:25).
1 www.lausanne.org/es/documentos/manifesto-de-manila.html (Afirmación #4)
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