La verdad de la Biblia según la Pontificia Comisión Bíblica.
La “Renovación Bíblica” es uno de los movimientos más significativos que han precedido y han seguido al Concilio Vaticano Segundo (1962-1965). Después de siglos de prohibir la circulación de la Biblia en las lenguas vernáculas y de vetar el acceso a la misma, la Iglesia Católico Romana hace un gran esfuerzo para volver a conectar con las Escrituras. En la encíclica de León XIII Provvidentissum Deus (1893) se defendía un alto concepto de la inspiración de la Biblia mientras que en la encíclica Divino Afflante Spiritu (1943) de Pío XII se acogieron los métodos histórico críticos en la exégesis católica. Estas dos declaraciones magisteriales son las pistas en las cuales puede encontrarse la actual aproximación católico romana a la Biblia. Un reconocimiento tradicional de la Biblia como libro inspirado, por una parte, y una lectura crítica que cuestiona la claridad y la finalidad de las Escrituras, por la otra, son los dos polos que abren la puerta a la intervención del Magisterio para la interpretación de las Escrituras.
La Constitución Dogmática Dei Verbum (1965) del Vaticano II es la más alta declaración autoritativa sobre la Biblia que combina los dos aspectos dentro del marco de una dialéctica triangular entre la Tradición, la Escritura y el Magisterio. El Papa Benedicto XVI hizo un compendio de Dei Verbum en su carta Verbum Domini (2010) en el que dice que la Palabra de Dios “precede y trasciende la Sagrada Escritura; sin embargo ésta, en cuanto inspirada por Dios, contiene la palabra divina” (17). Aquí encontramos la clásica referencia a la inspiración, pero también la precedente existencia de la Tradición que envuelve a la Biblia y que habla a través del Magisterio de la iglesia. Según la enseñanza católica la Biblia “contiene” únicamente la Palabra y esta diferencia entre la Escritura y la Palabra permite tanto la lectura crítica de la Biblia como la necesidad de una autoridad humana para discernir lo que contiene y lo que no es así.
El más reciente pronunciamiento sobre esta doctrina es un extenso documento publicado por la Pontificia Comisión Bíblica (22 febrero 2014), que es el grupo de estudio oficial del Vaticano de los asuntos bíblicos. El título capta bien el tema discutido: “La Inspiración y la Verdad de la Sagrada Escritura”. Este texto de 250 páginas es básicamente una elaboración de lo que Dei Verbum había argumentado en lo que se refiere al alcance de la infalibilidad bíblica, es decir, que la Biblia “enseña sin error, la verdad que Dios quiere poner en las escrituras sagradas en aras de nuestra salvación” (11). Aunque, ¿cuál es el significado de relacionar la inerrancia con “el bien de nuestra salvación”? ¿Es, entonces, una clase de infalibilidad que está limitada solamente al mensaje de la salvación? ¿Qué pasa con el resto de la Biblia? ¿Es sin error? Y, ¿cómo puede distinguirse lo que está relacionado con la salvación del resto? Y, ¿quién puede discernir lo que es sin equivocación de lo que es controvertible? La teología católico romana ha estado discutiendo estos temas desde el Vaticano II y la Pontificia Comisión Bíblica ha entrado ahora en este debate tan importante.
El documento intenta reafirmar y expandir los aspectos más destacados de Dei Verbum. La verdad de la Biblia se afirma pero se relaciona al “proyecto de salvación”(3), el “plan salvífico”(4) y “nuestra salvación”(63). La visión general bíblica detallada sobre la verdad de la Escritura se entiende como una limitación de la inerrancia del texto a su propósito soteriológico. En cuanto al resto, “en la Biblia encontramos contradicciones, inexactitudes históricas, relatos improbables, y en el Antiguo Testamento hay preceptos y mandamientos que están en conflicto con la enseñanza de Jesús” (104). Más concretamente, las narraciones abrahámicas están más consideradas como interpretaciones que como hechos históricos (107), el cruce del Mar Rojo está más interesado en describir el Exodo que en relatar sus eventos originales (108), la mayor parte del libro de Josué tiene escaso valor histórico (127) y la historia de Jonás es una leyenda imaginaria (110). En el Nuevo Testamento, la referencia al terremoto en la narración de la pasión es un “adorno literario” más bien que un informe histórico (120). De manera más general, los Evangelios tienen un valor normativo al afirmar la identidad de Jesús, pero sus referencias históricas tienen una “función subordinada” (123): en otras palabras, la teología de los Evangelios es válida, pero su fiabilidad histórica es menos importante. La forma en que pueden distinguirse ordenadamente los dos aspectos no se explica. Al final, la verdad de la Biblia queda “restringida” a lo que dice sobre la salvación (105).
Otra sección del documento trata de los “temas éticos y sociales” planteados por la supuesta verdad de la Biblia, p.e., el problema de la violencia y el lugar de la mujer. Los duros y “ofensivos” textos de la Escritura (p.e. los relatos de conquistas y los salmos imprecatorios) no se leen en los servicios católicos debido a la “sensibilidad pastoral” (125). Según el documento, es difícil de explicar cómo pueden ser aquellos Palabra de Dios. De nuevo, el criterio estándar para discernir la infalibilidad del texto es “mirar lo que dice acerca de Dios y la salvación de los hombres” (136), dejando el resto a las lecturas histórico críticas y a las sensibilidades del tiempo. En una enérgica declaración final, el documento dice que “el objetivo de la verdad de la Escritura es la salvación de los creyentes” (144). La consecuencia es que lo que la Biblia dice más allá de la salvación (independientemente de la definición) no tiene que tomarse como necesariamente cierto en el mismo sentido.
¿Qué hay del papel de la Iglesia en este asunto? Comoquiera que la verdad de la Biblia no es completa sino que necesita discernirse según su propósito salvífico, es la Iglesia la que media en la aceptación y la proclamación de la verdad de la Sagrada Escritura (149). Es la Iglesia (la Iglesia Católico Romana) la que selecciona y limita lo que es la verdad de la Escritura. Entonces, de acuerdo con este documento, la Biblia es verdad hasta donde su mensaje de salvación se refiere y en la medida en que la alta crítica dicta. En última instancia es la Iglesia la que define la verdad de la Escritura y reglamenta sobre ella.
El documento de la Pontificia Comisión Bíblica “La Inspiración y la verdad en la Sagrada Escritura” argumenta a favor de una “inerrancia limitada” de la Escritura (restringida al mensaje de la salvación) y reitera los puntos de vista histórico críticos sobre la no fiabilidad de las narraciones históricas tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Es una combinación católico romana de enfoques tradicionales y críticos de la Biblia que finalmente exalta el papel de la Iglesia. Al tiempo que hay una satisfacción por algunos frutos conseguidos por la “renovación bíblica” que tiene lugar en el catolicismo romano, especialmente en cuanto al estímulo que se ofrece a todo el mundo a leer las Escrituras, la batalla por la verdad de la Escritura todavía brama. De ninguna manera Roma se ha acercado a la Sola Scriptura, es decir, la obediencia a la auto fidedigna Palabra de Dios, escrita por los que verdaderamente fueron testigos de la persona y de la obra de Jesucristo. El catolicismo romano ha matizado su posición y ha relajado los afilados bordes de su oposición, pero todavía mantiene la preeminencia de la Iglesia sobre la Biblia.
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