Lee Strobel, en su libro El caso de la gracia de próxima aparición (Marzo, 2015, Editorial Vida), cuenta la historia de la conversión de una bailarina en un centro para diversión de adultos en Las Vegas. El relato, bastante sucinto, se concentra en el momento en que la joven recibe la bendición de la gracia salvadora. No incursiona ni en su vida anterior ni en la posterior.
Un escribidor de temas de ficción bien podría crearle a la joven un pasado y un futuro; sin embargo, en este artículo hemos querido referirnos a lo que podría ocurrir, y que de hecho ocurre, con las personas que habiendo ganado mucho dinero en un trabajo que no compagina con la ética cristiana, deben seguir otros rumbos menos beneficiosos económicamente cuando ponen su confianza y su fe en Cristo.
En la Biblia tenemos un caso de alguien que después de haberse hecho rico estafando y robando a sus conciudadanos, se encontró con Jesús, puso marcha atrás, cambió de rumbo y desapareció de la historia. Se trata —como los conocedores de la Escritura ya deben de haber adivinado— de Zaqueo, el publicano.
¿Qué pasó con este hombre después de su traumático encuentro con Jesús? ¿Y después de haber decidido —en cuestión de minutos— deshacerse de buena parte de la riqueza, bien o mal habida?
Es posible que haya seguido siendo recolector de impuestos, no obstante que ahora, creyente en Jesús, pudo haber visto con otros ojos lo que implicaba ser un aliado del imperio invasor. Un publicano de los tiempos de Jesús que no robara, aparecería ante la sociedad como un tonto. No sabemos lo que pasó con él. No sabemos de su reacción después que Jesús se hubo ido y todo volvió a la normalidad. No sabemos cómo reaccionó su mujer, si la tenía; o sus hijos, si los había en el matrimonio; su parentela que quizás se beneficiaba de la amplitud de bienes que Zaqueo había logrado amasar. Quizás se hizo pobre habiendo sido rico, quizás supliendo la falta de bienes materiales y comodidades que se pueden conseguir con dinero con la riqueza espiritual que significaba para él llevar a Jesús en el corazón y como paradigma de su vida.
(«Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme» Mateo 19.21.)
Hace una buena cantidad de años,
Paquita Berio, una periodista y escritora puertorriqueña escribió un libro muy interesante que le publicó Editorial Caribe. El libro se titulaba: Ahora brillan las estrellas y relataba la conversión de conocidos artistas de aquellos tiempos, como José Luis Rodriguez, su esposa, su cuñado y otros cantantes famosos en la farándula latinoamericana.
El relato estaba matizado por la alegría de la conversión a Jesucristo con las dificultades que tuvieron los artistas para reorientar sus talentos hacia ambientes «menos mundanos». Con la mejor intención y una disposición entusiasta, creyeron que lo lógico era seguir cantando, pero ahora como cantantes cristianos y volcar su talento en iglesias, campañas, concentraciones multitudinarias, radio, etc. Por aquellos años todavía no había surgido el auge de la televisión, de los vídeos y de la comercialización de la música cristiana como ocurre en estos días. No obstante, algunos de ellos grabaron discos compactos que los ofrecían en las iglesias donde se les invitaba a cantar.
El libro registra
las dificultades con que tropezaron los artistas para ser aceptados por el pueblo evangélico. Y aunque no lo menciona en específico, sugiere las dificultades económicas que tuvieron que enfrentar al comprobar que sus posibilidades de conciertos en el ámbito evangélico eran escasas. El monto de las ofrendas de amor que se les daba al final de los cultos donde participaban estaba lejos de ser equivalente a los términos económicos de los contratos que firmaban en el mundo secular antes de su conversión. Por eso, algunos de ellos, obligados por las circunstancias, volvieron al mundo secular. Otros artistas, que se han convertido a la fe en tiempos más actuales, han decidido vivir su cristianismo de cara al mundo con mayor o menor aceptación de los creyentes. Y siguen cantando en escenarios seculares sin ocultar su nueva fe.
El caso de la joven bailarina, del cual Lee Strobel no es protagonista sino que lo recibió de labios del pastor que sí lo fue, lo cuenta así:
Sadie era una bailarina en el mundo del entretenimiento para adultos. Algo comenzó a atraerla a la iglesia. Los sábados bailaba toda la noche hasta las primeras horas del domingo y luego iba a casa a prepararse para asistir al servicio de la mañana temprano. Al principio, se sentaba en los lugares más apartados del balcón. Con el tiempo, lo hizo más cerca de la plataforma hasta que, finalmente, estaba en la primera fila. No perdía palabra. Oyó sobre gracia y verdad. Examinó su vida. Sintió que el Espíritu Santo estaba trabajando en ella. Hizo una evaluación de su situación. Hasta que un domingo se acercó a mí y me dijo que quería hacerse cristiana. Me contó su historia. Cuando terminó de hacerlo, le dije: «Si se decide a seguir a Jesús, ¿qué significa eso para usted?» Sin inmutarse, me respondió: «Sé que va a afectar mi carrera, que va a afectar mis ingresos, que va a alterar toda mi vida». «Bueno», le dije, «¿qué está esperando?» Y con voz firme me respondió: «¡Estoy lista!» Así que se puso a orar, no una oración tipo
llene los espacios en blanco, sino una confesión franca y abierta seguida por un sincero arrepentimiento y una actitud tipo niño encantadísimo de recibir el regalo de la gracia de Dios. Cuando dijo «Amén», abrimos los ojos. Su rímel era un desastre. Las lágrimas habían corrido libremente por sus mejillas. Me dio un abrazo y lo único que pudo decir fue: «¡Gracias, gracias, gracias!»
«Se afectará mi carrera, bajarán mis ingresos, toda mi vida se va a ver alterada, pero ¡estoy lista!»
¿Qué pasará después?
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