Acercándome a este tercer artículo, que más que corregir al Papa he tratado de ampliar a “sus” mandamientos “mis” mandamientos, he de reconocer, a fuerza de leer las frases de Francisco, que más que mandamientos, son unas claras, concretas, bien pensadas sugerencias para que la misma prensa las recogiera sin rebeldías y fueran prácticas para mejorar nuestra relación con nosotros mismos y superar los pensamientos, sentimientos o creencias negativas que nos amargan la vida sin necesidad: ¿cómo oponerse a su sexto mandamiento
“ayudar a los jóvenes a conseguir empleo”?. ¿Quién estaría en contra de su séptimo ruego:
“cuidar la naturaleza”?. Nada que discutir con su octavo:
“olvidarse de lo negativo”.
La verdad es que el Papa cumple su noveno precepto: “respetar al que piensa de forma diferente” y podría demostrarlo levantando la excomunión al reformador Martín LUTERO, que bien diferente pensaba, pero esto es harina de otro costal. Y todos, hasta los que trafican con armas, podrían decir “amén” a su décima orden:
“buscar activamente la paz”.
Yo,
“Desde el Corazón”, más que mandamientos definiría estas premisas como unas dulces recomendaciones de autoayuda, para no amargarse la vida, para vivir un modelo de filosofía personal y social, que cueste poco y no altere las rebeldías, infidelidades, ambiciones, relatividad sexual y la moderna enfermedad de la
necesititis la codicia del tener por tener y antes que el ser.
“Desde el Corazón” veo rotunda claridad y total libertad del actual pensamiento relativista en cuanto a la fidelidad, en el mandamiento divino, que por ser de Él, debo hacerlo para mí, que dice:
“no cometerás adulterio”.
Quebrantamiento de lo puro, que parece extenderse más aprisa que nunca. Los periódicos y revistas sensacionalistas: radio, televisión, internet, y todos los medios de comunicación, junto con el cine y el teatro, no sólo colaboran en su extensión, sino que lo promueven y presentan como una opción válida. Es más, la inmensa mayoría de los personajes admirados por las masas son fornicarios y adúlteros confirmados y no solamente en el aspecto sexual, sino también en la corrupción política que falsea lo justo y lo honesto. Un mandamiento que parece decirme: “Roberto, sepas que tanto el alma como el cuerpo necesitan ser limpios, puros. No temas, pues, ni a la amistad, ni al amor: ríndeles culto precisamente porque los valoras. Pero no caigas nunca en esa gran trampa de creer que el amor es recolectar placer para ti mismo, cuando es transmitir alegría a los demás.
No robarás a nadie el derecho a ser libre, de guardar su reputación, de mantener su privada propiedad. Como tampoco permitirás que nadie te robe a ti la alegría y la libertad. Recuerda, Roberto, que te dieron un alma para repartirla y que roba todo aquel que no la reparte, lo mismo que se estancan y se pudren los ríos que no corren.
Recuerda que, de todas las armas, la más peligrosa es la lengua. Hablar mal de otros es sumamente fácil, por eso es fácil descubrir la mediocridad de las personas, que nada más saben criticar a los demás. Tan fácil que no es extraño que pongamos en la picota a nuestros jefes, a los compañeros de trabajo, a los extranjeros, o lo que es mucho más grave, a quienes piensan distinto a nosotros o tienen un credo religioso que no compartimos. Y es que la maledicencia se da la mano con la intolerancia. Roberto, rinde culto a la verdad, pero sin olvidar dos cosas: que ésta sólo se encuentra en Cristo y que en ningún caso debes imponerla con métodos y medios injustos a los demás”.
Y por último, con un admirable mandamiento del Creador que hizo a la creatura, y por tanto, sabe cómo éste siente y actúa, nos dejó un claro mandamiento para luchar con la enfermedad de la
“necesititis” que se nutre de las larvas de la codicia y la avaricia.
Así que mi mandamiento es claro: No desearás la mujer de tu prójimo, ni su casa, ni su coche, ni su impresionante televisión, ni su sueldo, ni su prestigio. No dejes, Roberto, que tu corazón se convierta en un cementerio de chatarra, en un cementerio de deseos estúpidos. La avaricia es una pasión cuasi-erótica por el dinero, por la pasión y por las cosas. Sólo una cosa debes perseguir, la de llenar de vida los años –pocos o muchos‑ que te fueron concedidos. Recuerda, como predicas, que sólo los que no codician nada lo poseen todo. Y sábete que, ocurra lo que ocurra, nunca te faltarán los bienes fundamentales: el amor de tu Padre que está en los cielos, y la fraternidad de tus hermanos que están en la tierra. Especialmente si sigues los mandamientos de Dios.
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