Reconozco que este título no es el más adecuado a lo que pretendo
“Desde el Corazón”, porque las opiniones serán más bien ampliatorias, pero lo dejo como está, ya que probablemente sea más provocador y así despierte la curiosidad por su lectura.
Por otra parte, corregir es un arte. Mucho más si se trata de corregir a un Papa como Francisco. Y al mismo tiempo, lo que pretendo también es que mis primeros pasos en este ejercicio, sirvan por extensión, como una lección para: “¿cómo corregir a un marido?; ¿cómo corregir a una esposa?; ¿cómo corregir al papá o a la mamá?; ¿cómo corregir a tus hijos?; ¿cómo corregir a un alumno?; ¿cómo corregir a un amigo?”; y como hago en mis clases de Consejería, usaré muy brevemente mi acróstico de
“las Cuatro P’s” de la corrección:
Corregir con Paz, con Profundidad, con Prudencia y con Paciencia. Y con esta filosofía, que hoy no desarrollo; sin alteración, usando la profundidad que: co-regir; es decir “regir con…” pisar con Francisco la tierra sagrada de los “Diez Mandamientos” y ello con amor porque es siempre el pasaporte válido para entrar en el corazón de los demás. Con prudencia y paciencia, ampliaré con “Mis Diez Mandamientos”,
los “10 Mandamientos de Francisco para ser feliz”, diez consejos que el diario “Clarín” transcribió tras el encuentro del periodista Pablo CALVO en la residencia Casa Santa Marta en el Vaticano.
Con la eterna sonrisa y su clara disposición a ayudar a los demás,
el Papa Francisco dio “sus” diez mandamientos: 1. Vive y deja vivir… 2. Darse a los demás… 3. Moverse con sosiego y humildad… 4. Jugar con los niños… 5. Compartir los Domingos con la familia… 6. Ayudar a los jóvenes a conseguir empleo… 7. Cuidar la naturaleza… 8. Olvidar rápido lo negativo… 9. Respetar al que piensa de forma distinta… y 10. Buscar activamente la paz… Mandamientos que
“Desde el Corazón” hago míos también, porque desde que conozco el Evangelio, han estado conmigo.
Me parecen de sentido común y muy razonables, y que nadie, incluso los ateos, pueden estar en contra de este Decálogo.
“Desde el Corazón” estoy seguro que el Papa no ha querido rehacer el “Decálogo Revelado por Dios”, y lo que ha hecho, muy de moda ahora, es aproximar los mandamientos al hombre de hoy, y siendo muy interesantes sus consejos, ha salido su decálogo como un merengue artificial. Me corrijo a mí mismo si he usado con atrevimiento la expresión dicha de “Mis Diez Mandamientos”, pues miserable hombre de mí, con qué sabiduría podría mejorar lo inmejorable. Bastante trabajo tengo con dedicarme a cumplir el decálogo que Dios hizo como para dedicarme a recomponer lo insuperable y mucho menos a dar unos consejos como los del Papa, que agüen los que son por excelencia.
De todos modos y ya que
me he atrevido a escribir sobre corregir una visión de diez mandamientos papales, sí trataré de dar una visión personal de los mandamientos de siempre, visión que, como es lógico, sólo intento imponerme a mí mismo, porque bastante sería ya con que yo arreglase un poco mi corazón, y si quisiera el Papa, seguir conmigo.
- Amarás a Dios, Roberto. Le amarás sin retóricas, huyendo de falacias como el agnóstico profesor de filosofía, Fernando SAVATER, que en su obra “Los Diez mandamientos del siglo XXI”, interroga a Dios y le dice: “¿Tanto necesitas el cariño de los demás? ¿No es un poco exagerado? Nada de estas irónicas ideas. No tendrás Roberto una fe que no se traduzca en amor. Recordarás que Dios no es una entelequia, un abstracto, una filosofía, la conclusión de un silogismo. Sino Alguien que te creó, que te ama y a quien debes amar. Pues debes saber que un Dios a quien no se puede amar no merece existir. Le amarás como tú sabes: pobremente. Y te sentirás mucho más feliz, que con el simple primero de Francisco “vive y deja vivir”, al tener un solo corazón y de amar con el mismo a Dios, a tus hermanos, a los poetas, a Mendelssohn, a tus prójimos. Y al mismo tiempo que amas a Dios, huyes de todos esos ídolos de nuestro mundo, esos ídolos que nunca te amarán y podrían dominarte: el poder, el confort, el dinero, la violencia, el sentimentalismo.
- No usarás, Roberto, en vano, las grandes palabras: Dios, Jesús, amor, fe. Tocarás esas grandes realidades a tiempo y fuera de tiempo, con respeto. No las uses nunca contra nadie, ni para sacar jugo de ellas, ni para tu propia conveniencia. Ni para falsamente prometer –como hacen los políticos ante un crucifijo o Biblia lo que luego no cumplen. Tampoco las utilizarás como escudo para defenderte o lanza para atacar, pues en estos casos estarás realizando una de las más deleznables blasfemias.
Y como me queda no poco que regir-con… seguiré en otros artículos, concluyendo que “darse a los demás” es también que lo valioso no sea utilizado para la mentira, las falsas promesas, los fraudes, porque producen un ambiente de banalidad que termina quitando peso y valor a lo que debería ser –porque lo es- lo más estimable. (Continuaremos)
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