¿Por qué podemos entender el mundo?

Hay una nueva forma de acercarse a la existencia de Dios que los militantes del Nuevo ateísmo no han tenido en cuenta. Se trata del argumento de la inteligibilidad. Se dice que algo es inteligible cuando puede ser entendido por el ser humano.

No es un argumento breve ni fácil de deducir. De hecho, ha aparecido recientemente después de reflexionar sobre la gran cantidad de pruebas acumuladas durante las últimas décadas. La mayor parte de las disciplinas científicas, desde la física cuántica hasta la cosmología, pasando por la química, la biología e incluso la historia de la ciencia, han confluido precisamente en esta cuestión de la inteligibilidad del universo. ¿Por qué es posible entender el mundo?

Este tema ha sido tratado en profundidad fundamentalmente en dos obras publicadas en el 2006: A Meaningful World: How the Arts and Sciences Reveal the Genius of Nature (Un mundo con sentido: Cómo las artes y las ciencias revelan el genio de la naturaleza), de Benjamin Wiker y Jonathan Witt; y la segunda, de la que existe traducción, El planeta privilegiado: Cómo nuestro lugar en el cosmos está diseñado para el descubrimiento, de Guillermo González y Jay W. Richards1. Ambos libros se plantean la cuestión de por qué resulta posible hacer ciencia. Si la naturaleza fuese el producto del azar ciego, como propone el darwinismo materialista, la capacidad humana para comprender el mundo sería difícil de explicar. Quizás, en algún momento improbable, hubiera podido suceder que la inteligencia del investigador alcanzase por puro azar un determinado progreso y descubriera un secreto del mundo natural. Tal circunstancia sería un gran golpe de suerte en un universo que, al haber evolucionado por casualidad, no tendría por qué ser inteligible para el hombre.

Sin embargo, no es esto ni mucho menos lo que se puede observar. Aquello que refleja la naturaleza es, más bien, todo lo contrario. Un escenario completamente abierto a la búsqueda racional e interconectado a varios niveles. El mundo se muestra a un nivel de abstracción mucho mayor que el que permitiría el simple aumento de la supervivencia producido por la selección natural darwinista. Esta característica general del mundo natural, de permitir su estudio, es precisamente lo que ha hecho progresar la ciencia humana. Tal realidad conduce a la conclusión de que la naturaleza parece estar diseñada pedagógicamente. Es como si los misterios del cosmos desearan que los seres humanos llegasen a comprenderlos. Un diseño, no sólo inteligente sino también educativo, realizado con el fin de que pudiéramos entender el gran libro de la naturaleza. Hay una correspondencia misteriosa y profunda entre el espíritu investigador del hombre y las estructuras racionales que imperan en el universo. Un paralelismo entre la mente y la realidad material que domina en cada nivel de la naturaleza. Y esta correspondencia no es algo inventado por el propio ser humano sino que viene dada ya en el mundo natural.

Veamos un ejemplo que puede ilustrar todo esto. Se trata de las matemáticas. Por la historia sabemos que las llamadas ciencias exactas surgieron en Babilonia y Egipto con el fin de solucionar problemas eminentemente prácticos. No obstante, pronto progresaron y empezaron a producir principios, teoremas o postulados teóricos de gran belleza matemática pero sin ninguna aplicación en la realidad. Construcciones numéricas asombrosas y abstractas que carecían de cualquier utilidad previsible. Conceptos exactos que solamente existían en la mente humana. Los famosos Elementos de Euclides están repletos de semejantes maravillas de la abstracción geométrica y matemática que no encontraron jamás ninguna aplicación práctica. ¿Cómo explicar mediante el darwinismo esta capacidad intelectual humana que excede con mucho el beneficio obtenido?

No obstante, no es esta la única cuestión a la que debe responder la visión atea de la evolución de la inteligencia, como la que defienden Richard Dawkins y sus correligionarios. Hay otro asunto que resulta aún más sorprendente. Se trata del hecho de que las antiguas abstracciones matemáticas de Euclides, sin utilidad práctica en su época, se convirtieran después en la base de los más grandes descubrimientos científicos modernos. ¿Cómo pudo ocurrir esto? Pues, porque había una profunda correlación entre aquellos antiguos razonamientos matemáticos y la propia naturaleza. La utilización que hizo Newton de los Elementos de Euclides permitió numerosos hallazgos científicos posteriores, como los que provocó la teoría de la relatividad de Einstein. Lo extraordinario es que la correlación entre la geometría y el universo no ocurrió sólo en un determinado nivel sino que generó muchas revelaciones a niveles diferentes y en áreas que van desde la física y la astronomía a la química.

Ahora bien, si el mundo se hubiese formado mediante el azar darwinista, ¿cómo es posible que el conocimiento matemático abstracto de Euclides condujera a tantos descubrimientos científicos dos mil años después? ¿Por qué desarrolló la mente humana unas capacidades que no le suponían ningún beneficio inmediato? ¿Cómo es que la evolución se permitió la extravagancia de conceder una habilidad que sólo sería útil dos milenios después? ¿Acaso el darwinismo gradualista es inteligente y previsor? ¿Es posible que el universo haya evolucionado durante miles de millones de años, mediante leyes y relaciones matemáticamente precisas, cuando de hecho hemos descubierto las matemáticas hace tan sólo unos pocos milenios?

Dawkins apela siempre al azar para sustituir la evidente necesidad de una inteligencia previa que lo haya diseñado todo. Dice que, aunque los seres naturales dan la fuerte impresión de haber sido diseñados, en realidad, las únicas fuerzas creadoras habrían sido sólo las mutaciones aleatorias junto con la selección acumulativa. Sin embargo, de lo que se trata aquí no es de animales o plantas que tengan “apariencia” de haber sido diseñados, sino de la inteligibilidad que muestra toda la naturaleza. El hecho que subyace detrás del cosmos y que hace posible la existencia de toda investigación científica. Algo que es anterior a la ciencia y la sustenta por completo. Una cuestión para la que el darwinismo ateo de Dawkins carece de respuesta.

No es posible evitar este problema diciendo que fueron las leyes de la naturaleza las que gestaron el desarrollo de la inteligencia necesaria para llegar a entender a las propias leyes que la crearon. El hecho extraordinario que debe ser explicado es sencillamente que haya leyes inteligibles. Es decir, que la naturaleza venga empaquetada de tal manera que nos permita avanzar en su conocimiento mediante fórmulas o principios matemáticos generales. Lo realmente importante no es aquello que puede haber evolucionado, como el cerebro del ser humano, sino aquello que no es susceptible de evolución, como las leyes de la naturaleza y sus aspectos abióticos inteligibles.

Otra confusión que se debe evitar es la de pensar que las leyes pueden sustituir a Dios como causa final. Las leyes naturales no pueden ser la causa de nada. No hay que entender la leyes físicas como si existieran en una especie de reino metafísico y causaran todo lo que existe en el cosmos. Las leyes no son dioses creadores sino regularidades precisas. Desde la pura física, el hecho de que la naturaleza venga conformada y determinada por principios matemáticos elegantes es algo que no ha podido ser explicado. ¿No es más lógico suponer que si la naturaleza se acomoda perfectamente a estas elegantes fórmulas matemáticas, es porque está construida inteligentemente? El hecho de que la naturaleza esté elaborada de manera inteligente, y no al azar, se evidencia en que muchos aspectos de su inteligibilidad pueden representarse perfectamente por medio de las matemáticas.

Todo esto contradice que la evolución pueda ser el origen de la inteligencia. La característica fundamental que muestra el mundo natural de ser entendido por la mente humana (inteligibilidad) no puede ser el producto del darwinismo porque es anterior a cualquier proceso de evolución biológica. Y, por otro lado, la capacidad del hombre para captar esta inteligibilidad de la naturaleza, excede por completo cualquier explicación reduccionista de la evolución de la inteligencia. ¿Por qué se deja el universo comprender por la mente del hombre? La relación de compatibilidad entre la mente del ser humano y el mundo permite sospechar que ambas realidades fueron diseñadas por la misma inteligencia creadora. El hecho mismo de que exista la ciencia parece demostrar la existencia de un Creador inteligente.

Resulta misterioso que ciertas ecuaciones, matemáticamente bellas y elegantes, sean con frecuencia las que produzcan los mayores avances científicos. Esto podría sugerir que la naturaleza presenta una fuerte tendencia a la elegancia. Si la belleza conduce a la verdad y la verdad es que la naturaleza es inteligible, llegamos a la conclusión de que el universo demanda un Dios sabio que ama la belleza y la verdad.