I
Mórula del verbo es la tierra
en el soplo de Dios,
si acaso tilde de un esdrújulo planeta.
La garganta del púber cosmos
anida el vacío y lo traga,
magnetiza la oquedad de una estrella muerta.
-abismo negro de un espejo paralelo-
El verbo germina un génesis contra el caos y el estruendo,
es el big bang en la caverna de retórica voluntad.
Es la tela y óleo en el dedo matemático de Dios,
donde languidece la estrella,
y su luz en cadáver que vemos ya no es.
En esa hora ciega de minutos,
donde el verbo articula en la boca del firmamento, boca del firmamento,
surge el soplo y la ecuación al esdrújulo al esdrújulo planeta.
-por el y para el-
Los caireles del mar oscilan en un arrullo del espíritu,
y la sombra preside su aroma en un halito volcánico. aroma de un halito volcánico.
-desterrados ángeles del seno-
Siete días la jornada verbal,
embrionaria palabra y mano humo umbilical en el incipiente barro.
…”
y fue en el día último que se hizo Dios”
1,
-y hasta la mosca en el estiércol hablará a los necios-
II
…Y el ocaso de una bocanada Llega al alba, el declive.
Estrépito de la muralla
y piélago de apatía,
las hojas del pecado resguardan
la si-miente de la tierra.
Ruge el silencio.
Lágrima es el divorcio
del espíritu,
y lápida su lacre deponente.
Cuando la espada del ángel abre un sendero
entre espinos y cardos,
y la desnudes se atavía al destierro
de un ocaso primigenio;
Adán es entonces sobre el lago de la culpa;
Un fulgor peregrino,
acaso espuma en el espejo antaño del hombre,
y arca maldita en el piélago de los milenios.
El es la puerta del sepulcro a la carne,
la primicia de un judas a su huerto.
Vive la muerte.
Los querubines susurran ante
la asamblea de Dios,
porque no hay expiación
sin derramamiento de sangre.
y antes de repartirse el dote lacerante;
Ruge el trueno en la lumbrera,
-promesa solvente antes de la arquitectura del mundo-
Él es el orfebre que traza el camino
del hoyo negro,
el de la partícula cósmica,
que en su ala expande
y contrae el universo.
El que se ajusta al anillo de Júpiter,
y al cinto de la carne humana.
Del huerto del divorcio al huerto de la traición,
hay tres segundos de espera inmortal.
…y un día son como mil años.
La suma de la impaciencia en el arenero carnal.
III
La escarpia empuña su marcha
con el beso lacerante del cincel,
y un agujero de tinieblas es la gruta
al madero de los malditos.
La sangre se hilvana
entre polvo y mortaja,
y la blasfemia es el calzado que prensa los huesos.
Hay horror y miradas pusilánimes.
La lengua muda de los ojos muerde.
No hay parecer en el semblante
rojo de la agonía,
ni espejo que reverbere
el aullido de una imagen.
-porque la efigie que cuelga
en los muros de una fe,
es la foto obscena
de una victoria terrenal.
-iconoclasta el cuarto manda-miento -
Entonces una lágrima de sangre
media entre el cosmos y la partícula,
es la paloma del diluvio
o la roca cayendo en sodoma,
es látigo de ceniza y
nítida mirada sobre los rostros.
Huye la vanidad al sonido de los chacales,
se crispa el juicio en los tendones de la tierra,
mientras la sombra del madero me señala
y usurpa un lugar de maldición.
El velo se rasga del cielo a la tierra
y en derrumbe caen
todos los sacerdotes…
Solo de pie permanece
la roca en el trueno,
El “YO SOY” que solo pertenece a El.
El silencio.
El abismo.
La fiesta diabólica desciende al primer cielo,
-ebrios de un vino adulterado
por la falacia agónica de la gloria-
el estandarte del escarnio
se esculpe en un madero sumiso,
Y la garra satánica empuña
su odio siempre egocéntrico.
Tres días de fiesta,
y tres días de luto.
IV
Las llaves de la muerte retornan al cerrajero,
y el tiempo maquilla sus canas en el espejo,
cuenta sus minutos de muerte.
y esa, la muerte;
Decapitada ante los testigos del tercer día,
gime por un poco de honra como un rey destronado.
¡Muerte!,
no eres más que un ascensor que se dirige a Dios.
El infinito absorto declina su mirada celeste
en la cicatriz del polvo por tres días.
Un relámpago sube de la hendidura de las tinieblas,
y entre piedra y mortaja El es la voz apacible.
-Pedro, ¿me amas mas que a estos?-
Es el ruiseñor que aletea en el polen del espíritu,
uva celeste en el pámpano de la resurrección,
y perdón consumado en la vorágine del tropiezo.
Esta es la razón del verbo antes de toda palabra,
-promesa solvente antes de la arquitectura del mundo-
hacerse carne,
hacerse muerte,
hacerse vida.
1 Jaime Sabines
Autor: Desconocido
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